Ansiedad.

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Otra semana voló, y mientras tanto, el joven espada y la pelinaranja, de alguna manera, aprendían a convivir juntos. A la chica le tomó unos días más acostumbrarse a la presencia de un hombre en la casa. Desde la muerte de su hermano Sora, no se había visto tan coartada al tener que compartir el baño o el no poder pasearse tranquilamente con ropa interior por la casa o limpiar más a menudo o incluso cocinar doble; todo eso sumado a sus clases diarias y el constante lidiar con sus propios sentimientos y deseos que parecían querer jugarle en contra esos días.

Ulquiorra se había mantenido distante esa semana. Orihime apenas si lograba cruzar con él dos o tres palabras que estrictamente hacían referencia a la cena, vamos juntos al colegio y la frase más larga ¡Ulquiorra espera, olvidas tu almuerzo!

Esta situación generaba en la pelinaranja ansiedad y nerviosismo. El muchacho la había visto desnuda de eso no había dudas; además, él y ella fueron cómplices de un excitante encuentro matutino, y para rematar, la muchacha le había confesado abiertamente sus sentimientos a pesar de no haber recibido por ellos ningún tipo de respuesta. Cada vez que Orihime intentaba hablar con él sobre aquel jugueteo mañanero, el chico, la eludía audazmente. Por lo general Ulquiorra solía ser directo pero esta vez se mostraba continuamente huidizo.

-¡No se que hacer Tatsuki! –la muchacha se desparramó en el piso de la cancha de básquet mientras la pelinegra la observaba atónita.

-Pues jamás creí que un chico se te resistiera tanto. –Tatsuki rió con ínfulas y volvió a centrarse en el partido que se suscitaba más adelante.

-¿Acaso no le gusto? –Orihime se sentó y apoyó la cabeza sobre las rodillas.

-¡POR AQUÍ ISHIDA! –grito Ichigo dispuesto a apoderarse de aquel balón con rapidez eludiendo a dos o tres contrincantes.

-¡AHÍ VA ICHIGO! –grito el muchacho arrojando la pelota.

-¡ES MÍA! –río satisfecho.

-¡CUIDADO ICHIGO! –grito Keigo.

El balón jamás llegó a sus manos pues fue interceptado en el aire. Ulquiorra había saltado con gran habilidad antecediendo a su adversario y comenzó a correr hacia el otro extremo de la cancha.

-¡Tsk maldita sea! –gruño el alto pelinaranja arremetiendo contra el pelinegro quien corría a una velocidad increíble.

Ichigo logro anteponerse al espada; pero éste, audazmente arrojo el balón a Chado que jugaba en su mismo equipo. Ichigo los miró confuso y enfadado. ¿Acaso a Chad también le estaba cayendo bien el espada?

Las muchachitas gritaban como locas y coreaban el nombre de Chado y Ulquiorra; lo que pareció fastidiar a Orihime, quien no pudo evitar gruñir enfadada y apretar más sus piernas mientras tensaba la mandíbula.

Keigo e Ishida corretearon a Chad, pero el moreno habilidosamente, volvió a pasarle la pelota a Ulquiorra. Antes de que el pelinegro la tomara entre sus manos, Ichigo, se la arrebato con un hábil salto delante de él.

El pelinaranja sonrió satisfecho. Se disponía a alejarse de aquel sector, cuando pudo sentir un potente tirón en su mano, y ver a Ulquiorra rodearlo hábilmente; dribleándolo, apoderándose del balón, y mirándolo cínicamente a los ojos antes de proseguir con la jugada.

-Aún te apresuras Kurosaki Ichigo… -Profirió en voz leve.

Ichigo lo miró estupefacto tirar un triple desde fuera del área, y contemplar, aquella patética esfera de cuero, ingresar por el estrecho aro con parsimonia.

Otro bullicio y varios silbidos se produjeron en la cancha. Desde lo alto las muchachas que habían ido a ver el partido vociferaban como locas. Nadie sabía desde cuando el chico solitario se había convertido en un apuesto y sexy príncipe capaz de provocar fantasías y suspiros por toda la escuela.

Orihime, Mi Razón.  Ulquihime••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora