CAPÍTULO IV CONDENADOS

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En la actualidad Francia año 2016

El caso de las endemoniadas de Loudun es probablemente el más famoso caso de posesión diabólica colectiva que se conoce. Tuvo lugar en 1634 en la pequeña ciudad francesa de Loudun. Afectó a las monjas ursulinas del convento de la localidad, supuestamente hechizadas por el padre Urbain Grandier, quien fue acusado de brujería, de acuerdo con el testimonio de las endemoniadas, y condenado a morir en la hoguera.

....

La sirena resonó en toda la prisión, estridentemente, indicaba a los presos y a los guardias de campo, que tenian que volver a las celdas, custodiando con cuidado hasta el último hombre.
En algunas ocasiones, se habían formado verdaderos amotinamientos sin aparente causa.

Los funcionarios iban con sus armas reglamentarias, y desde las torres, franco tiradores, cubrían sus espaldas.

No todos regresaban, algunos, debían de cumplir ciertos trabajos para el Alcalde Ron.
Trabajos que podrían significar algún trato.

Gabriel, compartía celda con dos presos más. Se repartian unos 10 metros cuadrados para los tres.

Françoise, uno de ellos, era un tipo no muy alto y bastante corpulento. Rondaba los 40 años.
Le condenaron por matar con sus propias manos a Marcel, su cuñado. Éste era el jefe del taller mecánico de coches de alto rendimiento.
Ayudó a Françoise para que la compañia pudiera contratarle, aún sabiendo que no era conocedor del oficio.
Françoise, estaba pasando una mala racha laboral y necesitaba ese trabajo. No le llegaba el dinero a fin de mes. El paro lo había terminado.

Marcel, movió cielo y tierra hasta que por fin consiguió, que un miembro del Comité ejecutivo de la compañia le echara una mano. Este, sabía que no había nadie en este mundo capaz de hacer tan feliz a su hermana,como Françoise. ¡No podía fallarla!
Françoise, era un tipo afortunado.
Nadie supo del porqué de aquel asesinato. Aquella reacción esquizofoide y tan violenta.
Verle suplicar hasta que el agónico Marcel exalaba su último aliento, fue terrible.
Le arrebató la vida, y continuó tan tranquilo con su jornada de trabajo.
Cuando quiso reaccionar, ya ocupaba un sitio en la prisión. No recordaba nada...

Gabriel sabía su historia y muchas noches oia los llantos apagados de Françoise. Su estado mental era cada vez mas débil.
Gabriel, dormía a intervalos, las reacciones de Ftançoise, no eran previsibles, además se enfrentaba a una perpetua y sólo llevaba un año y pocos meses.

Philips el otro compañero preso, era por el contrario un joven de origen turco de unos 23 años, bastante alto y fibroso. Era jugador de fútbol amater , la vida no le iba del todo mal. Le acusaron de asesinato, conducción temeraria y un alto coeficiente de alcohol en sangre. Esto  fue suficiente o para condenarle hasta el fin de sus días.

El oficial de Policía que le dio el alto,  murió en el acto le clavó las llaves del coche en uno de sus ojos sin mediar palabra, a continuación le secciono la lengua, en un beso mortal.

El otro Policía, le vació el cargador entero hasta que cayó al suelo. Philips, quería acabar con su vida.
El primer diagnostico, hacia pensar que iba cargado de coca. No hay nadie en este mundo que aguante tantos disparos seguidos y siga en pie.

Llevaba poco tiempo en la cárcel,, pero ya era todo un líder entre algunos presos de poca monta, se vislumbraba en un futuro de jefe clanes
....

Se abrió la Celda.

- A ver!!, salgan de sus celdas!. - El Guardia miró a una cámara de seguridad e hizo un movimiento con la mano izquierda. La celda sr abrió y una vez que los encarcelados salieron,
la celda se cerró a sus espaldas.

-¡Caminen! en un tono poco educado, el guardia les indicaba un corredor tras otro.

- Gabriel, miró a sus compañeros.
Estos estaban tranquilos, como si ese paseíllo estuviera ensayado, hasta sus palabras parecían aprendidas cinco minutos antes.

- Philips murmuró, - ¿ Donde nos llevan,  lo sabes tu Francoise?
Francoise, le respondio- No, no lo sé. Seguramente a rezar unos Psdres Nuestros. Por malos. -¿Verdad Padre?

- Un momento dijo el Guardia. -Ven ustedes aquel pasillo, es su destino, hay tres celdas. Una para cada uno de ustedes.

- Ah! Parece que no. Dijo Francoise. Me he equivocado, no vamos a rezar, entre risitas murmuró

-El Alcalde, espera una nueva remesa de presos y estamos rehubicandoles.
Por favor, no me lo hagan más difícil.
Dijo el funcionario sin ninguna credibilidad en sus palabras.

- Más mentiras, pensó Chifflet.

El Padre Chifflet entró en la primera celda, se despidió sin leturgias de sus antiguos compañeros.

En ese pequeño corredor, la luz natural, no tenia acceso natural y las luces que encendían a esas horas eran insuficientes.

Motier, me estaba esperando dentro lo reconocí enseguida, su tatuaje en ese momento lo lucía al completo relanzado ofrecía ensalzando el crucifijo boca abajo. Me recibió de espaldas.

Me hablo así:

-Tu eres el enviado de Dios. ¿Sigues pensando eso? Ahora mismo,sino me equivoco, darías tu vida por un puto trago borracho. Su voz era clara y decidida. ¿Va a salvarnos a todos?, ¡No me joda Padre! No se va a salvar ni usted.

- Esta noche, le mataré y se acabó su Puta misión jajaaja - reia en sordina. -Que decepción más grande tendrá el Señor,su Dios. ¿Que le ha prometido Padre? ¡¡La vida eterna!! Chifflet, renuncie a su patético Dios. El, se olvidará de usted en cuanto muera. Solo quiere que sufra. Le está engañando.....Estas sólo conmigo, encerrado en una celda. Aquí nada es lo que parece Chifflet, ¡nada!

Y el Alcalde, tampoco le ayudará.Me va comprendiendo y poco a poco todos.
Quizá, hoy no le mate. Su agonia sera larga.

Se acercó al Padre que estaba murmurando un rezo. Del bolsillo trasero, Chifflet cogió una petaca rellenads un coñac barato y se la bebió en dos tragos.

Motier, le pego duramente un duro golpe en la boca donde dos de sus dientes saltaron. La sangre no dejaba de emanar. Su rostro estaba hinchando por momentos.

- Moriré y no he cumplido con mi Señor. - Observé los ojos rojos de Motier, en ellos veía como yo,  perdía esa batalla contra el mal.
No era digno de Dios.

- Te acuerdas de la Provenza. - Le dijo Motier, mientras que le sacudia una patada en el hígado.

El padre Gabriel estaba tirado en el suelo como un despojo humano, el higado podrido del alcohol, se lo había reventado en la última patada.

Mi vista se difuminaba, veia figuras irreconocibles, monstruosas. Alli estaban Philips, Françoise y Jean pierre. Figuras con alas negras y rostros descarnados.

Empezaron los cuatro a bambolearme a base de puñetazos y patadas.
Escupian y de desnudaban eufóricos, corrían de aquí para allá en movimientos grotescos e imposibles.

El olor a azufre era insoportable.

Me desmaye, mi último pensamiento fue para el Padre Urbain Grandier, muerto en la hoguera por brujería.

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