Capítulo IX A UN METRO

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Francia hace cinco años.

Hágalo por mi....

Cogí el sobre, los doble y lo guarde en un bolsillo oculto de mi sotana. Me sudaban las manos. No podía ser real, ¡pero lo era!

Salí dispuesto al cementerio, tenía que ver esa tumba, tocarla, descubrir que habia de verdad. Al salir, el mendigo estaba en pie.

- ¡¡Gabriel, padre Gabriel!!

El mendigo llamó al sacerdote, al ver que salía deprisa de la iglesia. Este, iba sumido en sus pensamientos, tanto, que pasó el lado del arapiento, y no se percató de su presencia.

- ¡Le acompaño!. Gritó el mendigo.

El Padre Chifllet, sin pararse le gritó,
- ¿Por que no?. ¡ Vamos corra!

Los dos hombres se metieron en el Renault.

El Padre Chifflet, se concentró en el volante. Ni siquiera, se giró después de cerrar fuertemente la puerta del vehiculo su inusual acompañante.
Chifflet, iba sumido en la locura, se le mezclaba en la cabeza todos los acontecimientos, era una Coctelera emocional. No podía dar crédito.

Al cabo de cinco minutos, el mendigo rompió el silencio incómodo que se había creado entre ellos.

- Quisiera disculparme con usted.- Me ha querido ayudar desde el primer día que nos conocimos.- Es usted de los católicos de antes. ¡Déjeme que me explique!, de los de pura vocación, de eso, ya no hay.
¡¡Créame!!.

-El Padre.Chifflet, le miro de soslayo, le dirigió una sonrisa y le dio las gracias por sus palabras, aunque le recriminó, le dijo, que él no era quien, y no debería ser el Juez al que tenian que rendir cuentas, una vez que la vida te deja..
Pero en el fondo, Chifflet había sido alagado y alimentado en su ego. La única verdad era, que le encantó.

Aprovechó a decir, para asegurarse la entrada al cielo.

- Si usted se deja ayudar, yo lo haré encantado.

Y.. ¡Dígame! ¿ Cual es su nombre? Es una buena manera empezar.

El mendigo, se tomó su tiempo, antes de contestar al Padre Gabriel.

- Tengo muchos nombres, respondió , mientras se atusaba el pelo hacia atrás. Saco una goma, y se hizo una coleta. Meditando un rato le contesto. -Pero creo que......, ya sé, ¡¡Llámeme, Moreau!!.
Si, Llámeme así.

Chifllet, reconoció, que en sus palabras no había sentimiento alguno, no parecia que hubiera tenido una agradable vida, Su identidad, era lo que menos le importaba en esos momento, , o simplemente, pretendía estar ¿En el anonimato de los vagabundos?

Reī, de mis propias conclusiones.

Quizás, eso de ir con un cura de aquí para allá, no le daría " cache"
El.último pensamiento de Chifflet, hacia su nuevo copiloto fue de inmensa lástima.
Pese a su broma.

- Bien Moreau. nos dirigimos al cementerio, quisiera comprobar una cosa. No será mucho se lo prometo, y cumpliré con usted, tal como le dije.

Les acompañaban los pasos, las hojas secas, que aún no habían sido recogidas esa mañana del blanco cementerio, que cumplía también las funciones turísticas de Les Baux.

Me dio un escalofrío, vi en las pupilas de Moreau, unas luces vivas, que le acompañaba con una sonrisa espectral. No me parecia, que fuese el gesto mas adecuado para estar en Tierra Santa, no le vi, que hubiera respeto alguno por los que allí yacian.

Pero.....tal vez, solo fuera el producto de mi imaginación. Estaba helado por lo que allí, pudiera descubrir.

Pregunté al conserje, que entablaba una conversación con el jardinero bastante elocuente. Movían las manos al hablar, y acompañaban los brazos, con gestos de no haber acuerdo.

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