Aquí estoy. Un hombre vagante. Me encuentro caminando a través de una tierra árida. He perdido mí camino y mi hogar. El sol sobre mi cabeza arde con una gran intensidad, los rayos de luz golpean salvajemente mi cabello, siento que me rostizo vivo. El viento quema con solo tocarme. El paso de la tierra erosionada no mejora nada, sí no que siento que las pequeñas piedras rasguñan mi piel. Mi cara sufre de dolor a causa de los rayos ardientes, el viento infernal que azota desde el oeste, y la arena que viajaba junto al aire hacia el lado contrario de donde el aire venia. Mis piernas, apenas puedo sentir la sangre fluir hacia ellas. Creo que ya he caminado demasiado estas últimas horas, quizá unos 30 o 40 kilómetros desde mi anterior punto de partida, y no alcanzo a ver si en este desierto infernal hay una ciudad de pie.
Mi cuerpo comienza a desmoronarse del cansancio, mis rodillas no aguantaron más y caigo desplomado al suelo. Mi rostro siente la caliente tierra. Mis antebrazos se apoyan sobre la arena y mi torso logra elevarse lo suficiente como para ponerme sobre mis rodillas. Intento respirar el poco oxígeno que se encuentra. Me quito las gafas que en realidad son para la natación, pero sirven para que no entre demasiada tierra en los ojos. Pruebo en levantarme, pero mis piernas no responden, el cansancio es extremo.
Trato de sentarme por un momento. Comienzo a recuperar el aliento. Mientras respiro muevo los dedos de mis pies. Están entumecidos de tanto caminar, pero me responden bien. Empiezo a doblar mis piernas para que se relajen bien y evitar que se acalambren pronto para no tener más problemas. Estiro mi cuerpo completo. Mis brazos, mi torso, hombros, cuello, dedos, manos, caderas, espalda, todo en lo que pueda hacer estiramiento.
Ya con mi cuerpo estirado y relajado, al menos un poco, me quito la mochila sobre mi espalda. Se siente más ligera de los que recuerdo. Tal vez porque he consumido los pocos suministros que tenía durante estos meses. Sacó todo lo que tengo dentro de ella. Solo tengo dos latas de frijoles, un litro y medio de agua, cuatro cajas de antibióticos, una cuerda de unos cuatro metros, una botella vacía para agua de un litro, dos pares de baterías, una chamarra, un rollo de cables de cobre, una foto y una linterna. Las provisiones pueden durarme al menos un mes más. Con suerte encontrare una ciudad o un pueblo, donde lograre conseguir algo de agua al menos.
Me quedo sentado por algunos minutos, quizás veinte. El viento comienza a calmarse, y con ello la tierra se vuelves menos densa. Comienzo a notar lo azul de cielo. En el occidente se puede ver como ya comienza a cambiar el color. Veo como al límite de tierra que se logra apreciar se captan varias montañas, formando una hilera de las elevaciones de terreno. Puedo ver como el sol crea sombras detrás las montañas, mostrándose sobre otras.
Me limito a observar por unos minutos los alrededores de los desiertos. La ventisca se vuelve muy lenta, la arena apenas logra apreciarse. Mi vista se mejora viendo hacia todos los lados. Todo parece tranquilidad. El atardecer comienza a notarse. En un punto comienzo a observar un objeto, una figura, parece un bloque, pero tiene algo arriba, como un montón de varas sobre esa cosa. Hasta que la tierra desciende más y me doy cuenta: es un edificio.
Con mis ojos llenos de sorpresa, admiro la gran edificación. Aparentemente tiene como mínimo treinta pisos. Comienzo a colocar todas mis cosas dentro de la mochila, rápidamente en el bolsillo de donde las había sacado. Mis piernas están lo suficientemente descansadas y logro ponerme fácilmente de pie. Me coloco la mochila sobre mi espalda y comienzo a caminar hacia la construcción. La tierra ya ha cesado casi por completo, y así logro apreciar a otros edificios más pequeños que el primero que alcance a ver. A mi derecha encuentro un camino de pavimento, lo que me da a indicar que es la carretera que me llevara a la ciudad.
Comienzo a irme por el vial color café, el pavimento se encuentra lleno de tierra. Sin detenerme y acelerando poco a poco la velocidad, encuentro un par de varas metálicas. Están oxidadas. Debió haber estado un cartel que indicaba el nombre de la ciudad, el cual parece que fue enterrado por la arena, aun así continuo mi recorrido. Dentro de poco la carretera comienza a dividirse en varios caminos, son al menos cinco. Tomo el que estaba en medio y ese me lleva a un puente de varios sentidos. Justo enfrente de mi me topo con un auto, está completamente oxidado, sus asientos están negros y muy frágiles. Meto la mano dentro de él y con un simple roce el asiento se agrieta y logro obtener un pequeño pedazo. Lo acerco a mi cara y lo olfateo. No tiene olor. Parece que el tiempo hizo que su aroma fuera desapareciendo paulatinamente hasta quedarse sin olor.
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Tormenta escarlata Vol. 1
Science FictionDespués de que el mundo haya sido corrompido en creces, una especie de demonios salen a la luz para proclamar lo que, tal vez, alguna vez fue de ellos. Enormes bestias con solo un propósito: la extinción humana. Ahora que ha pasado tiempo desde aqu...