Capítulo 3 | El Wiseman

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No sé si llegué a dormirme o no, pero cuando abrí nuevamente los ojos ya estaba debajo de aquella mancha negra que vi a lo lejos. Es un avión de carga. Es enorme y de color negro, con tres propulsores grandes detrás. Las alas son largas y parecen tener grafitis debajo, tanto figuras como colores. La puerta de la bodega trasera está en el suelo. Los vehículos entran en orden. Primero las motocicletas, luego el enorme camión y al final las camionetas.

Ya con los seis vehículos a bordo, la rampa empieza a subir y cerrar el aula.

—¿Dónde estamos? —Me siento desconcertado por el lugar. Es espacioso aun con los vehículos.

—Veo que abriste los ojos —Roger me lanza una mueca de burla—. Estamos en un aerotransporte que nos llevará al Wiseman. Creí que habías escuchado desde la primera vez.

Roger baja de la camioneta y estira sus músculos. Todos los demás conductores hacen lo mismo. Se ven tranquilos. Quizá ya olvidaron lo que acaba de pasar hace rato. Cómo un monstruo mató a tres de los suyos y casi me come (por segunda vez).

Intento tranquilizarme, me bajo de la camioneta y también estiro mi cuerpo. Siento un pequeño temblor bajo mis pies. Debe ser porque el avión acaba de despegar. Los motores rugen sobre nosotros. Ya estamos a algunos metros sobre la tierra.

El chico, al que le salve la vida, parece seguir asustado. Lo veo tirado en la parte de atrás de la camioneta, acostado, con una expresión sólida en su rostro, con los ojos bien pelados. Y también esta sudado, su respiración se escucha entrecortada y rápida. Parece que no reaccionará, aunque lo mueva.

No pasan ni dos segundos que volteo la mirada y los tres motociclistas tienen mi mochila, intentando sacar todo lo que tengo dentro.

—¿Qué tendrás en esta bolsa, novato?

El que iba en medio, creo que se llamaba Rick, la agitaba bruscamente. Si querían arrojar mis cosas hacia el sueño, lo lograron. Mis pertenencias ya estaban en el suelo. Roger ya estaba enseguida cuando levanto la mirada.

—Tienes mucha basura.

La verdad es que tiene razón. La comida ya había pasado su fecha de vencimiento. Los antibióticos igual. La cuerda ya estaba tan deteriorada que se rompería muy fácil. Las baterías ya tenían el mercurio por fuera. La linterna tiene el foco fundido. El cable de cobre ya está por oxidarse. Lo único utilizable son las botellas con agua y la chamarra, que tiene algunas roturas. Cargaba basura para sobrevivir.

—Dejen mis cosas —No tuve opción en decirles que dejaran eso. Son mis cosas.

—No eres de muchas palabras, ¿verdad? —Roger me coloca su mano en mi pecho antes de que llegue a tomar algo—. Debes saber que ahora tus cosas nos pertenecen. No debes quejarte porque nosotros salvamos tu pellejo. Ahora, como tu jefe superior, debes llamarme se-.

Antes de que llegue a terminar, la chica Rose golpea fuertemente en su lado derecho de su rostro, dejándolo mudo. No tarda mucho en que la boca de Roger comienza a sangrar, obligándose a taparse con su mano.

—¿Qué carajos de pasa mujer?

—No deberías tratar así a nuestro nuevo hermano —Su rostro tiene un gesto de enojo y a la vez de gracia—. No espero que te disculpes con él, pero si lo hicieras no estarías en problemas. Ahora quiero que pongan sus pertenencias en su mochila, y la colocan en el camión —Tiene un acento muy mandón. Me apunta directo hacia mí—. Tu. Ven conmigo.

No sé porque quería que fuera con ella, pero siento que no tengo otra opción.

—Mientras, ve y checa como esta Anthony. Debe estar mal por esa experiencia.

Tormenta escarlata Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora