Capítulo 14 | Pérdida

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Un sonido agudo suena cada segundo. Mi cuerpo se siente flojo. Tendido en una superficie acolchonada. Una rigidez se percibe cuando intento mover mis articulaciones. Abro los ojos de golpe, observando una luz intermitente blanca sobre mí. Un fondo blanco en forma de cortinas celestes rodeándome me aprisiona. Levanto mi torso, mirando las maquinarias que se conectan hacia mi pecho con parches cableados, emitiendo pequeños beep repetitivos. Mi abdomen y algunas partes del pecho están cubiertas con vendajes y gasas. Mis muñecas y tobillos están vendados con otros más suaves. En mi nariz, un tubo alargado conectado a un saco colgante de color transparente se siente hasta el fondo de mi cabeza. Empiezo a sacarlo, sintiendo como la punta empieza a recorrer el interior de mi garganta. Me provoca náuseas y me saca algunas lágrimas cuando sale de mi fosa nasal. Me hace toser un poco. Unos pasos agitados se escuchan acercarse.

-¡Bienvenido al infierno! -Jane abre las cortinas de forma eufórica. Me da un susto cuando grita esas palabras. Su sonrisa me recuerda al verdadero infierno que hay allá abajo.

-¿Qué paso? -Pregunto tiernamente.

-Llegaste hace unas horas, inconsciente -Se sienta en la cama, mirándome con calma-. Tenías heridas punzantes alrededor de tu cuerpo y cortadas en tus brazos y rostro, pero esas ya estaban costradas. Tenías fracturas en cuatro costillas izquierdas y dos derechas; no las sentías mucho debido a que recibiste una carga sorprendente de adrenalina. También parece que había algunas quemaduras en tu abdomen. Tus muñecas y tobillos se encontraban empollados gravemente y les pusimos una crema antiinflamatoria. Te hicimos pruebas sanguíneas, y tu nivel de hidratación estaba muy bajo, casi en el límite mínimo que tu cuerpo soportaba. Tu nivel de glucosa estaba en peores condiciones. Te pusimos una sonda nasogástrica para que pudieras recuperar la estabilidad en tu cuerpo.

Un dolor punzante me llega a mi cabeza. Recuerdos malos y atroces. Tantas muertes pasar frente a mis ojos. Un Padre torturándome tanto física como mental. Una estúpida guerra para salvar a una estúpida vida como la mía. Mi estúpida vida. Ojo por ojo. Lily. Fue atrapada por Cesar justo antes de llegar a la nave. Me enfurecí y Agus me dejo inconsciente por enésima vez.

-¿Dónde está mi hermana? -Le pregunto tallándome mi frente.

-No sabría decirte. Agus te trajo cargando justo cuando llegó. Pero ella no ha venido desde que tu llegaste.

-Y Agus, ¿Dónde está? -La miro enojado.

-Lo más probable es que este entrenando.

Me arranco los parches cableados de mi cuerpo. Me pongo en la orilla de la cama, sentado. No puedo mantenerme mucho de pie, me tambaleo. Siento mareos rondando en mi cabeza. Utilizo mi mano contra la cama para apoyarme e intentar recuperar el equilibrio, pero Jane me jala con salvajismo hacia la cama y pone su cara tan cerca de la mía.

-Lo mejor que es que descanses por ahora -Recuerdos aterradores-. Y no tienes de que preocuparte. Yo puedo ser tu hermana ahora. Te daré mucho cariño y amor.

-Jane basta -Agus se pone a un lado de la cortina, deteniéndola.

Me suelta y me ayuda a ponerme de pie, acomodando mi ropa. Agus solo me ve de reojo y me da señales con su cabeza de que lo siga. Empiezo a caminar, saliendo del pequeño cuarto cortinado mientras escucho a Jane despedirse como si de mi hermana se tratase.

Alcanzo a Agus justo en la puerta del hospital. Lo agarro de la camisa y lo hago voltear. Lo miro hacia sus ojos, molesto. Solo me ve de forma inexpresiva, como si nada hubiera pasado.

-¿Dónde está mi hermana? -Lo tomo de su camisa con ambas manos. Ni siquiera se inmuta.

-Si quieres respuestas sígueme.

Tormenta escarlata Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora