Capítulo 11 | Ángeles en el infierno

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Mis brazos comienzan a perder la circulación. Ambas manos me aprietan demasiado como su fueran cuerdas muy gruesas. Mis pies friccionan contra el suelo. Mis ojos están abiertos en su totalidad, viendo el piso moviéndose. La perplejidad domina mi mente. Aquellos pobres ojos siendo perforados por tijeras por actos pequeños; como si a un ladrón le quemaran por robar una moneda. Los gritos sollozantes y desgarradores rebotando en las paredes siguen escuchándose en mi mente. Aun los escucho con dolor y agonía, haciéndome sufrir a mí también. Todo eso paso en segundos, y solo esos segundos bastaron para poder traumar mis pensamientos.

—Entra.

Sin darme cuenta uno de los hombres abre una puerta hecha de varillas de metal oxidadas. Una celda. Una prisión pequeña.

Mi mente esta nublada. No razono bien lo que veo. Solo siento el suelo helado cuando los dos sujetos me tiran contra él dentro de la celda, cerrándola.

Intento ponerme de pie débilmente. Incluso parece que mis músculos parecen estar atónitos por la misma causa. Pero el sonoro impacto de la puerta contra el metálico borde me hace reaccionar. Me voy contra las barras, viendo como los hombres se alejan en silencio.

—¿Y tú quién ere'? —Una voz con acento extraño suena detrás de mí. Entonces no estoy solo.

—¿Quién está ahí? —Volteo a ver la fuente de esa voz, encontrándome con un hombre con una tez negra, cabello negro y largo, complexión delgada, un chaleco de mezclilla abierto y shorts cafés, todo andrajoso.

—Mijo se ve terrible —El intenta ayudarme a levantarme. Tiene un acento extraño. Suena muy rápido a comparación de nuestra fluidez. Además, parece usar las manos de una forma exagerada como gestos expresivos. Cuando habla, se puede apreciar que entona en menor cantidad la letra S.

—¿Quién eres tú?

—¿Qué quién soy yo? Yo soy Felipe Ramírez. Nacido en la bella Estapalteca —Creo que he escuchado de ese lugar. Antes de todo tenía el nombre de Cuba. Era propia de la zona latinoamericana de los tiempos pasados. Después, muchos países cambiaron su nombre, pero esa región no—. 'Toy en cautiverio debido a errore' que he cometido hace once mese' aproximadamente. Ahora dime, ¿tu quien ere'?

—Pues... también soy un prisionero ahora.

—Si chico, ¿Pero que fue la razón por la que te pusieron aquí?

—No lo sé. No sabría decirte.

—Pero ¿Por qué? Todo vinimo' al infierno por alguna razón.

—Tal vez es porque soy un explorador. Yo solo vine a este lugar a buscar provisiones para mi gente.

—Cuéntame que te trajo aquí.

Los siguientes sesenta minutos pase hablando con cada detalle que recuerdo. Cada segundo que paso desde que subí a aquel avión. Cada segundo que pase en las camionetas. Cada segundo que camine entre los edificios. Cada segundo que estuve peleando contra los pequeños terrestres. Cada segundo que sufrí debajo de la tormenta eléctrica. Cada segundo que me enfrente a los Radicales. Cada segundo de dolor al ver a mis compañeros morir. Cada segundo que tuve que sobrevivir en este infierno. Cada estúpido segundo.

—Realmente necesito salir de este lugar.

—Pue' déjame decirte que de aquí no hay escape —Sus manos moviéndose mientras habla le da un toque de honestidad.

—Por cierto, ¿Dónde estamos?

—Debajo de la capilla, mi rey. El pedo e' que pa' llegar aquí se debe pasar por mucha puerta. Incluso parece laberinto, fíjate noma'.

Tormenta escarlata Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora