Capítulo 7 | Entrenamiento

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La noche parece eterna. Mis parpados se sienten pesados, pero no puedo dormir. Mi sueño no logra conciliarse. Intento acomodarme en alguna posición para estar cómodo, intentando hacer el menor ruido para no despertar a las niñas o a mi hermana. Ni siquiera puedo percibir la comodidad del colchón y la almohada. El entrenamiento comienza a partir de mañana. Esas palabras son las culpables de esto. ¿Es miedo lo que siento? No siento nada de emoción justo ahora. Solo quiero que amanezca de una vez para acabar con esto.

Mis ojos ya comienzan a arder. Mis parpados ya están cayendo. En la oscuridad, el sueño comienza a apoderarse de mi mente. Mi cuerpo ya empieza a sentirse. Pero solo es momentáneo, porque el sol comienza a salir y Lily se levanta de su cama. Escucho que se pone sus botas. Y comienza a sacudir mi hombro.

—Es hora de levantarse —Me dice entre susurros.

Volteo a verla, fingiendo que logra dormir toda la noche, con los ojos un poco abiertos y una voz sosa.

—¿Qué hora es?

—Son casi las seis de la mañana. Arréglate.

No dormí nada y ahora estoy en camino hacia la senda de mi muerte.

Me pongo mis zapatos de nuevo. Estiro mi cuelo. Lo siento un poco adolorido. Pero no es nada de qué preocuparse. Sarah y Valery siguen dormidas y abrazadas.

Cuando Lily abre la puerta empieza la cuenta regresiva: Agus ya estaba de pie frente a la puerta.

—Espero que hayas amanecido bien, porque es hora de comenzar.

—Vamos a desayunar algo —Me dice Lily con una voz tenue.

Mi hermana sale del cuarto y Agus le sigue el paso, poniéndose a su derecha. En comparación en tamaños, Agus es mucho más grande que Lily. Tanto que puede cuadruplicar su tamaño. Parece una bestia si se les ve de espalda, debido a su enorme lomo.

En el comedor no hay nadie. Las mesas están vacías. Frente a la cocina hay unas cazuelas y jarras, con vasos justo a su lado. Algunas tienen frutas frescas y otras cereales. En las jarras tienen zumo de fruta y leche albina. Dentro parece que los cocineros hacen algunos huevos fritos.

Tomo un pequeño plato y coloco pedazos de manzana y banana. No es mucho, solo el equivalente a una fruta cualquiera. Agarro un tenedor y me devoro los pedazos. Agus toma algunas uvas, fresas y arándanos para desayunar, mientras que Lily solo toma un vaso de leche.

—Bien. Sígueme.

Justo termino de comer y Agus me da señalamientos para seguirlo. Pero primero dejo el plato donde van los sucios.

Me lleva directo al gimnasio del lugar. Solo hay algunos pocos entrenando. Se siente un poco frio debido a la poca cantidad de personas irradiando calor. Al pasar, todos saludan de forma amistosa a Agus y él les devuelve el saludo. Pensé que era aquí donde entrenaríamos, por lo que disminuyo un poco el paso, pero parece que no es aquí.

En una pared hay un estante donde están varias armas de práctica colocadas ordenadamente. Agus la mueve hacia la derecha y revela que detrás hay una puerta. Es metálica y oscura. No tiene un tamaño tan grande. Abre la puerta y hay una columna de escalera que van hacia arriba. El pasillo es estrecho y al final hay una luz amarilla.

Al término de las escaleras hay una sala amplia. Parece vacía. Es como un gimnasio pero más pequeño de donde están todos. No tiene tanto como el otro. En lugar de algún techo que te sombra hay varias filas de tubos anchos encima de nosotros. En una parte mantienen colgados varios costales enormes de color negro. Todos están cubiertos de cinta debido a tantos golpes. También hay varios postes anchos pero parecen ser de mi altura, con puntas apuntando hacia afuera y un pequeño cojín entre todos ellos y se asemeja un poco a un muñeco.

Tormenta escarlata Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora