Capítulo 3

160 9 1
                                    

Una semana después me encontraba en el aeropuerto a media hora de que saliera por fin mi avión. Estaba tan nerviosa que sentí la necesidad de comer algo dulce, para calmar mis ansias.

Comencé a caminar por el pasillo de la cafetería buscando algo agradable que comer, no me agradaba nada de lo que veía, así que di media vuelta hacia la sala de embarque. Estaba tan distraída pensando en lo cerca que estaba de ver a Alex que no me di cuenta que una turba venía hacia mí, tumbándome al piso.

-¡Ayyyy!- me quejé mientras caía al piso en cámara lenta.

Miré al remolino que pasó encima de mí y pude ver un montón de chiquillas locas que gritaban por alguien que huía de ellas. Llevaban carteles con corazones y letras raras, en chino, árabe o marciano, ¡Yo que sé!

Igual dejó de importarme cuando vi que empezaban a mirarme raro cuando no me levantaba del suelo, solo faltaban los yases para jugar por la posición en la que me encontraba.

Avergonzada fui al baño a arreglarme la ropa y a curar una pequeña herida, producto de la caída. Revisé mi bolso en busca de un curita, fue en ese momento que quise morir

¡Mi boleto no estaba!

-¡Oh no! ¡¿Qué haré?!

Salí disparada del lugar, volviendo sobre mis pasos, pero por más que busqué no lo hallé. Me acerqué a la oficina de boletos para explicar lo que me había pasado pero no pudieron ayudarme. Lo peor fue ver partir mi avión, sin mí.

-¡No puede ser!... Con lo mucho que trabajé para que me dieran mi descanso.

Pedí un boleto para el siguiente vuelo. Era más caro porque era sin escala y quedaba solo un asiento vacío. Pedí el boleto pero la vendedora se excusó en que no podía vender el boleto a alguien a menos que sea un hombre. Le rogué casi de rodillas que me lo diera a mí, le expliqué mis valiosas razones resumidas en una muy corta historia de amor, ignorando la ridícula excusa que me había dado antes.

Al parecer logré convencerla porque al poco tiempo regresó con la única condición de que no le hablaría al pasajero de al lado. Lo juré por todos los santos, con tal de subir al bendito avión.

-¡Oh por Dios! Casi no lo logro- dije bajito cuando por fin hallé mi asiento.

Me senté pasando delante del hombre que antes se había negado a sentarse conmigo, lo miré de reojo para ver si averiguaba el motivo de tan extraña petición.

A simple vista parecía una persona normal, sin joroba ni grandes orejas de lobo o pelos por todo el cuerpo. Al contrario, tenía una apariencia muy fina, pero no estaba segura si era hombre o mujer.

Sus piernas largas eran más delgadas que las mías, podía verlo bien porque usaba un pantalón muy ajustado. Además los dedos de sus manos eran igual de largos, llenos de anillos de oro y plata. Me preguntaba si sería modelo, o tal vez cantante.

Solo así podría comportarse tan exquisito con las personas. En un principio no pude ver su cara ya que llevaba lentes de sol, una mascarilla negra con diminutos dibujos blancos en contraste y para terminar de ocultarse, un gorro de lana muy fino que dejaba escapar unos mechones de pelo de color rojo. Pero no cualquier rojo, era un tomo más bien remolacha tirando para violeta.

Este tipo realmente era raro. ¿Quién en su sano juicio usaría un color como ése? A no ser, como dije al principio, que sea cantante, actor o modelo. En cualquiera de los tres casos, tenía sentido, pues el porte lo tenía.

Por fin después de unos minutos, el avión despegó. Entonces sonreí de solo pensar que faltaba muy poco para volver a ver a Alex.

-¡Ahhh! ¡Alex! ¿Qué estará haciendo ahora?... No se imagina que iré a verlo- miré mi celular donde tenía fotos de él- Cuando me vea llegar estará muy sorprendido.

Escucha mi CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora