Capítulo 8

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Despertó segundos después; cuando sintió que estaba en mis brazos se apartó con brusquedad, lo que hizo que tuviera un fuerte dolor de cabeza.

Me separé de ella nervioso y bajé del auto para abrirle la puerta, le ofrecí mi mano y después de pensarlo un poco, la aceptó.

-¡Ehhh!... ¡Gracias por todo! ¡Ehhh...!

Supuse que quería saber mi nombre.

-¡Kurt!- respondí obviando el verdadero- ¡Me llamo Kurt Jung!

-¡Ok! ¡¿Kurt?!... gracias por traerme... ahora... debo irme.

-¿Segura que puedes llegar sola?- estaba preocupado porque aún se veía mal.

-¡Claro!- se tambaleó al decirlo- Ya casi llego... No te preocupes por mí ¡Soy una mujer muy fuerte!... ¿Acaso no lo viste antes?

Reí al recordar el regalito que le había dejado al pervertido del club.

-¡Arasseo!- respondí olvidando que ella no hablaba coreano.

-Sí, lo que sea... Gracias otra vez... ¡Ah!...- se giró nuevamente hacia mí mirándome fijamente- ¡Ese color te queda mejor!

Se viró de nuevo y comenzó a caminar con mucha dificultad, al parecer los zapatos le incomodaban porque se los quitó apenas dio unos pasos, haciendo más estable su camino. Sonreí al escuchar su comentario, recordando que había cambiado el color de mi cabello por la mañana, luego volví a ver lo que hacía causándome gracia. Volteé dispuesto a irme pero nuevamente escuché ruidos detrás de mí que llamaron mi atención.

¡Definitivamente debía dejar de prestar atención a lo que pasaba a mi alrededor!

Giré sobre mis pies repitiéndome una y otra vez que debía irme, que no era mi asunto; suficiente había hecho con traerla hasta aquí como para involucrarme aún más. No necesitaba otro problema en mi vida.

Pero al parecer en ese momento no me estaba llevando bien con mi yo interior porque hice todo lo contrario a lo que me dictaba mi conciencia.

¡Y ahí estaba otra vez!, Siguiéndola como antes.

Ella esperó el ascensor hasta que éste llegó, entró y ¿Qué haría yo? El edificio tenía al menos 15 pisos y yo no sabía a cuál iría; estaba cansado. No subiría por las escaleras solo para asegurarme de que llegara con bien.

Entré detrás de ella, marcó el piso al que iba y se recostó en un rincón, el ascensor demoró apenas unos minutos en llegar. Y ¡Oh sorpresa! Otra vez se había quedado dormida, pero esta vez, de pie.

La cogí del brazo pasándolo por encima de mi hombro y tomé su cintura sacándola de ahí, cogí su bolso y busqué las llaves con el número de la habitación; después de mucho esfuerzo, pudimos entrar.

La llevé a la cama, le quité los zapatos que aún llevaba en las manos y me senté al pie de la misma para descansar un poco antes de partir. Volteé a verla un último instante antes de irme, dormía plácidamente; me acerqué a ella nuevamente y no pude resistirme. Le di un corto beso en los labios.

Inesperadamente ella abrió los ojos cuando yo aún estaba muy cerca de su boca, sonrió tímidamente mirándome fijamente a los ojos.

-¡Gracias!- dijo y volvió a cerrar los ojos.

Me alejé sonrojado por lo que había hecho, no escuché ni un ruido más. Entonces me fui.

(Mikhela)

-¡Ah! ¡Mi cabeza...! ¿Qué pasó?... ¿Cómo es que llegué aquí?

Me levanté buscando agua, la cabeza me daba vueltas y me dolía horrores. Decidí tomar un largo baño de burbujas y olvidar todo lo que aún podía recordar, o sea, ¡Nada!

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