Capitulo 4.

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Lauren sabía que debía responder, estaba allí parada viéndola como una estúpida sin habla, como si fuera lo más perfecto que existe. Como si fuese una criatura mitológica de esas de las que ella disfruta tanto leer. Como si no fuese la idiota que cada vez que aparecía sólo jugaba con su cordura y le rompía el corazón. Ahí, parada frente a ella, sonriendo como si ella fuese lo mejor que hubiese visto en mucho tiempo, con su cabello negro liso, estaba Lucy Vives.

– Ho.. Hola, no esperaba verte por aquí, disculpa. – Dijo torpemente la morena. Odiaba cuando balbuceaba de esa manera, y más en su presencia. No, no frente a ella, no podía lucir débil ante ella, no podía darle tanto poder sobre ella.

– Sé que no, me encargué de que fuese sorpresa, pero a decir verdad esperaba verte más feliz por verme. No nos vemos desde hace unos meses. – Respondió ella haciéndole pucheros a la ojiverde.

Estúpida y sensual Lucía Vives, pensaba la ojiverde para sus adentros. Aquella mujer sí que sabía ponerla de los nervios.

– No seas tonta, claro que me alegra verte. Cuéntame, ¿cómo te fue en tus vacaciones por Canadá? - Trataba de parecer lo más calmada que sus nervios le permitían, pero obviamente la voz chillona que salía por su garganta se lo impedía.

– Me fue estupendo, esos canadienses si que saben cómo mantener al turista agradado. – Bromeó la chica.

Eso le revolvió un poco el estómago, si se permitía admitir, pero no iba a demostrarlo, no frente a ella, no de nuevo.

– Bueno, por algo son la población más feliz del mundo, Lucy. – Le respondió la ojiverde sonriendo, ocultando lo mejor que podía todo lo que en realidad estaba sintiendo en ese momento, aunque tenía que admitir que tenía miedo de que ella notara su real estado de ánimo, puesto que si había alguien que podía descifrar a Lauren Jauregui, esa era la mujer que estaba parada frente a ella.

– Aún no me das mi abrazo. – La muchacha se le quedó viendo con esa mirada penetrante que a ella tanto le fascinaba, si esa mujer no era un vampiro, entonces estaba bastante cerca porque Lauren no podía concebir cómo una persona podía tener tanto poder de convencimiento sobre ella. No sabía cómo sus ojos hacían para hipnotizarla de aquella manera. Y lo odiaba sobre manera.

Poniendo un esfuerzo sobrehumano en sus piernas se dispuso a cerrar el espacio que las separaba y rodear a la chica con sus brazos, mientras ésta sujetaba su cintura con sus manos y se disponía a meter la nariz en el cabello de la ojiverde. Le encantaba su olor, no sabía cómo pero Lauren siempre olía bien, fuesen las seis de la mañana o las nueve de la noche, esa mujer siempre olía como recién salida de la ducha. Y la extrañaba, la había extrañado durante su viaje aunque nunca fue capaz de escribirle, no después de cómo la había dejado, no después de lo que le había hecho.

Ella hubiese querido que el abrazo durara un poco más pero era obvio que la ojiverde no estaba preparada aún para que todo volviese a la normalidad. Así que se tuvo que aguantar las ganas de quejarse cuando ésta se separó de ella y le dedicó una sonrisa. Quizás la sonrisa más falsa que la chica le haya visto, pero no se lo diría, no después de que ella no la haya recibido con una pistola en la mano a punto de matarla. Debía ir despacio.

– Creo que me tendrás que contar todo sobre tu viaje mientras te invito un café, ¿no crees? – Aunque la ojiverde no quería saber nada de su viaje, no sabía por qué después de tanto tiempo y de todo lo que ella había hecho ella seguía tratándola de esa forma, como si fuera la persona más importante en su vida. Cualquier otra persona le hubiese lanzado su zapato de tacón a la cara en el momento en el que la vio sentada en su mueble con esa sonrisa estúpida y pretensiosa. Pero ella no, porque ella era estúpida.

Love Only; Camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora