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Últimamente su madre le trataba como si fuera una persona enferma, él la miraba de mala manera pues no se sentía para nada enfermo, era un adolescente normal con crisis normales, nada fuera de lo común y sin embargo se encontraba en un hospital, en la sala de un médico junto a su madre la cual exponía ante aquel hombre el desorden mental que su hijo tenía. Él en cambio apretaba sus puños, enterraba sus uñas en sus manos e intentaba calmar el tic que su pierna sufría, su mirada viajaba de un lado a otro observando todo con cautela. El hombre ante él estaba comprometido, o al menos eso era lo que le decía la argolla en su dedo anular, era información irrelevante pero aún así la conservaba y se imaginaba como sería la mujer de aquel hombre. 

─¿Has pensado en quitarte la vida? ─Interrogó la voz de aquel hombre de extraño acento.

Más de lo que cualquiera podría imaginar, dijo una voz dentro de él, sin embargo negó inquieto. Su madre interrumpió.

─Di todo Michael ─Ordenó la mujer, el teñido se removió inquieto en la silla asintiendo a la interrogante del hombre.

─¿Lo has intentado? ─Interrogó nuevamente, Michael asintió─ ¿Te has causado daño tu mismo? ─Un nuevo asentimiento por parte del pelirrojo.

El hombre comenzó a escribir y hablaba con su madre, él se balanceaba de un lado a otro incómodo e incomodando a su madre también quien no había parado de decirle desde la llegada, que se comportara de una forma normal, pues parecía un drogadicto. Pero para Michael era difícil controlar esos temblores y nadir parecía entender. Salió de esa sala algo mareado y comenzó a caminar por los pasillos del hospital hasta que llegó a un pequeño y oculto patio, allí había una chica de cabello naranja, tez pálida y labios rojos en los que reposaba un cigarrillo casi consumido.

─¿Qué tanto miras? ─Interrogó la chica con una sonrisa altanera, Michael sonrió con arrogancia.

─No mucho, no hay nada interesante que mirar ─Respondió, la chica soltó una carcajada y apagó el cigarrillo para luego guardarlo en si bolsillo.

─Entonces sigue tu camino ─Dijo la chica apoyada en el árbol pasando una de sus pálidas manos sobre su anaranjado cabello que no llegaba más abajo de sus hombros.

─¿Por qué debería? ─Interrogó el teñido apoyado en el árbol también.

─Porque no puedes estar aquí, si un médico te encuentra te echará ─Dio como razón la chica, Mike se encogió de hombros.

─Digamos que me importa una mierda ─Dijo en un suspiro.

─¿Por qué estás acá? ─Preguntó la muchacha.

─Probablemente porque estoy enloqueciendo ─Bromeó.

─La locura es tan necesaria en la vida como lo es el oxígeno ─El tono de voz serio de la joven hizo a Michael voltear a verla, ella se mantenía serena con los ojos cerrados.

─Estás loca ─Dijo irónicamente, y es que aquello recién dicho le había sonado totalmente estúpido.

─Lo sé ─Dijo antes de irse, Michael decidió que era hora de volver a la sala en donde estaba su madre.

Habían vuelto a casa, Michael tendría que visitar a un psicólogo para que este le mandara al psiquiatra y le dieran un jodido tratamiento, Michael suspiró y es que si por él fuera, terminaría con su vida de inmediato, carecía de motivación. Ya no quería ver a nadie, quería encerrarse en su habitación sin volver a salir jamás.
Día a día, semana tras semana, cada vez le era más y más difícil levantarse e ir a su establecimiento. Rogaba a cualquier fuerza mayor que su autobús sufriera algún choque y que solamente él saliera dañado, porque aún no estaba listo para acabar con todo con sus propias manos.
En la escuela le era incluso difícil reconocer a los chicos. Nada iba bien.

Un día jueves, fuera del establecimiento estaba entrando en una crisis. Podía sentir los gusanos retorcerse bajo su piel, todo le daba vueltas, estaba mareado y sólo podía aferrarse a quien tenía al lado. De pronto escuchó que alguien le había dicho que tenía gusanos y entonces sus trémulas manos se aferraron a la chaqueta de la persona que estaba a su lado. No sabía quien era, el aire le faltaba y sentía que alguien se reía mientras él se pudría, no supo que hacer hasta que sintió la voz de Luke pero era un una engaño porque el tacto era diferente, aquella sombra no era Luke.

Al día siguiente se enteró de que a quien se había aferrado era a Eloy, y había sido Luke quien le había calmado.  Aquel día Luke junto a Amy habían dicho que extrañaban su amistad, Amy lloraba y Mike la consolaba de forma suave.

─¿Volvemos a intentarlo? ─Preguntó Luke extendiendo una mano hacia el teñido una vez que habían quedado solos.

─Claro ─Contestó Mike con una sonrisa en su rostro.

MIKE IS A CAT 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora