Lagrimas

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¿Por que tuve un recuerdo de una misión de hace unos años? No lo entiendo y prefiero no entenderlo, debo concentrarme en lo que ordeno el director.

Sentía como las fuertes manos de Declan me acariciaban la espalda con delicadeza atrayéndome a él y por instinto rodee su cuello con mis manos profundizando el beso. A nuestro alrededor seguían sonando las trompetas y los tambores, y el ruido de las personas eufóricas. Me separe de la boca de Declan despacio con los ojos aun cerrados, aun podía sentir su sabor en mi boca. Abrí los ojos lentamente y Declan miraba cada parte de mi rostro, al verme con los ojos abiertos sonrió.

—Sonríe, tienes que parecer feliz —me dijo sobre el ruido de las personas.

—Muéstrame tu credencial —exigí, ignorando sus palabras.

—Desconfiada —murmuro tomando mi mano y conduciéndome a través de la multitud que celebraba. Di una rápida mirada a donde antes había visto a Aaron, pero no estaba, busque por toda la galería pero no se encontraba en ningún lugar, tampoco en la cancha celebrando.

Al darme cuenta estábamos en uno de los pasillos del gimnasio. Miro por el pasillo y solo al asegurarse de que nadie nos veía entro conmigo a los vestidores de los jugadores. Abrió lo que parecía su casillero, saco un montón de ropa, entro por una puerta lateral y en menos de cinco minutos salió completamente limpio y vestido.

—La credencial —le recordé cruzándome de brazos. Metió su mano al bolsillo trasero de su pantalón negro y saco una credencial de la A.S.I. de San Diego. La coloco en mi mano guiñándome un ojo. La mire contra la luz asegurándome de que tenía el sello de oficialidad. Mierda, era de verdad.

— ¿Ya me crees? —me dijo cuando le devolví su credencial.

—Si —bufe. — ¿Por qué te enviaron? —pregunte mirándolo fijamente.

—No lo sé, solo recibo ordenes. Y mis órdenes fueron besarte en la cancha, como hace unos minutos, y comunicarte que soy tu nuevo novio —sonrió como si no pasara nada. Suspire aliviada. No tenía idea del enamoramiento de Aaron hacia mi.

— ¿Viste donde quedo August? —le pregunte tratando de sonar indiferente.

— ¿Aaron? —asentí. —No lo sé, cerré los ojos al besarte y estaba, los abrí y no estaba —se encogió de hombros. —Se fue, supongo.

—Ahh — ¿Nos habrá visto?, me pregunte desesperada. —Debo irme —comencé a caminar a la entrada de los vestidores.

— ¿Tan pronto? —sostuvo mi brazo y me miro con sus ojos chocolate. ¿Por qué tenía que ser malditamente sexy? ¿Por qué?

—Si —respondí. —Ya es tarde y debo encontrar a Sam —dije tratando de soltarme.

— ¿No te quieres quedar? Al fin y al cabo somos novios ahora, debemos practicar —dijo tomando mi cintura.

— ¿Practicar el qué? —dije goleándole una costilla con el codo, me dio la vuelta afirmándome las manos detrás de la espalda y colocando mi cabeza en su hombro a la altura de su boca.

—Los besos —me susurro en el oído. Balancee mi pierna hacia atrás y antes de que pudiera detenerlo, le golpee en su entrepierna.

—Ayy —se quejo soltando mis manos y cayendo al suelo con las manos en su entrepierna.

—Lo siento, no puedo quedarme —le dije sarcástica y cruce la habitación hasta la puerta.—Disculpa —le dije a un chico rubio que pasaba delante de mí. — ¿Conoces a Sam, Sam August?

—Si —me dijo al mismo tiempo que me miraba de arriba a abajo. Aun llevaba el uniforme de las animadoras.

— ¿La has visto? —pregunte tratando de controlar mis ganas de golpearlo.

—Creo que la vi llorando después del partido —dijo mirando hacia ningún lugar recordando la escena.

— ¿¡Llorando!? —dije sorprendida.

—Sí, de hecho se veía bastante mal —me dijo.

— ¿Hacia dónde se dirigía? —pregunte desesperada.

—La vi en el estacionamiento —respondió. Salí corriendo sin decirle gracias al chico rubio. Corrí lo más rápido que mis piernas podían hasta el estacionamiento, había pocos autos y ninguno era el Bentley Continental GT azul de Sam. Frustrada llame a su celular, mientras caminaba de un lado a otro en el estacionamiento. Después del sexto tono me mando al buzón de voz.

—Hola soy Sam. En estos momentos no puedo contestar pero si dejas un mensaje te llamare —dijo la voz grabada de Sam.

—Hola, Sam. Soy Leam un chico me dijo que te vio llorando, estoy preocupada. Cuando escuches el mensaje, llámame —dije después del tono y colgué.

Me pasee unos diez minutos por el estacionamiento, viendo como todo el mundo tomaba sus autos y se iba. ¿Cómo iba a irme? Sam me trajo y ya se fue, y al parecer Aaron también se fue rápido. Y no llevaba dinero encima. Revise mi celular por quinta vez, ningún mensaje, ninguna llamada, Sam se había olvidado de mí.

Un bocinazo me sobresalto.

— ¿Te llevo? —me dijo petulante Declan desde su Audi gris.

—No, gracias —le dije sonriendo sarcásticamente.

—Vamos es la tercera vez que me rechazas el honor de llevarte —respondió con media sonrisa en el rostro.

—Y seguirás sin conseguir llevarme —le dije cruzándome de brazos.

—Una vez, solo una vez —respondió rápido. —Dejaste que te llevara, en la segunda ocasión.

—Tenemos un empate —le dije. —Y ganare yo, por que no me llevaras.

—Vamos no le hagas esto a tu novio —sonrió con su sonrisa de 'soyelseñormasgenialdelmundo'.

— ¿Novio? Tu no... —levanto una ceja. —Uff —frustrada camine hacia el Audi.

Salió del auto y mantuvo abierta la puerta del copiloto para que entrara. Lo mire con odio y camine hacia la puerta para poder sentarme en ese cómodo asiento y dormir un poco. Pero antes de que pudiera poner un pie en su auto tomo mi brazo impidiéndome seguir caminando.

— ¿Qué? —pregunte cansada.

— ¿No le vas a dar un beso a tu nuevo novio? —me refregó eso en la cara y estiro sus rosados labios.

—No estoy para que me molestes —respondí enojada.

—Oh vamos —dijo deslizando su mano por mi brazo haciendo que me estremeciera. —No tiene caso luchar y lo sabes —dijo mientras en un rápido movimiento tomaba mi cintura y me apretaba contra él. Mire hipnotizada esos provocadores labios. ¡Que me estaba pasando! Me estoy convirtiendo en la chica que era antes. La provocadora, la busca problemas, la sin vergüenza.

Con tanto esfuerzo logre ser de otra forma y ahora estaba a punto de irse todo ese sacrificio a la mierda.

—No...no creo que deberíamos —le dije tratando de no tartamudear. Sentí como su otra mano se deslizaba por mi cintura hasta mi trasero. Y de mi parte recibió una buena cachetada que hizo que girase la cabeza. —No te pases conmigo —le amenace soltándome de sus brazos.

—Tienes actitud, eso me gusta —acaricio mi mejilla y yo le quite la mano rápido.

—Entre nosotros no pasara nada —le dije mientras me subía a su auto dispuesta a dormir y escuchaba como el se reía afuera.

Hipócrita, pensé antes de que todo se volviera negro.

Una Misión MasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora