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—Hola Aaron —me saludo Sam quien venía subiendo las escaleras con una gran sonrisa.

—Hola —la salude con la mano, quitando mi chaqueta del asiento de al lado para que se sentara. — ¿Por qué tan feliz? —pregunte ya sabiendo la respuesta.

— ¡No molestes! —rio. —Ya lo sabes —se sentó a mi lado. —Estoy segura de que ganaran —sonrió feliz.

— ¿Y no te importa la primera presentación de Lean)? —fingí indignación.

—No me hagas quedar como mala amiga —sonrió. —Por supuesto que me importa, pero sabes que esto es distinto.

—Sí, lo sé, al llegar a casa, a la hora de comer, al despertar, al dormir —enumere con los dedos y ella golpeo mi brazo.

— ¡Que no molestes te dije! —rio mientras sobaba mi brazo. — ¿No te golpee fuerte, cierto?

—Mmm —moví mi brazo. —Creo que lo quebraste —reí y recibí otro golpe.

—Eres de lo peor —me miro cruzándose de brazos.

—Pero aun así me amas —la abraze y ella rio.

Justo en ese momento las animadoras se colocaron en posiciones para comenzar con su primera rutina.

Era hermosa y lo hacía perfecto, y se veía aun más bella con ese diminuto uniforme. El pelo estaba recogido en una coleta con sus ondulaciones naturales, y le caían unos mechones sueltos decorando su perfecto rostro. Su camiseta dejaba ver su plano abdomen, y su falda...

Aaron contrólate, que no te salten las hormonas, me dije.

El equipo de futbol salió al campo después de la presentación de las animadoras y Sam grito entusiasmada.

Chicas, pensé.

Sam gritaba y apoyaba al equipo, o más bien al chico. Y yo siempre leal al equipo de mi escuela. Gritaba, animaba y maldecía con ella entre risas.

Las animadoras hicieron otra presentación, donde Lean, digo las animadoras bailaban de una forma, que a los chicos los ponía muy feliz, se podría decir. Reí de mis pensamientos.

—Eres un pervertido —me reto Sam y desvié la vista de Lean

— ¿Qué? —pregunte mirándola.

—No me quiero ni imaginar que cosas pasan en tu mente con las animadoras —rio. —No quiero ninguna escena con mi amiga —me apunto y entrecerró los ojos.

— ¿Qué? ¿Cómo puedes creer que yo estaría pensando...eso?

—Oh, vamos —rio como si hubiera dicho un chiste muy divertido. —Eres hombre.

— ¿Y? ¿No por ser hombre debería pensar eso? —me defendí tratando de parecer inocente, cuando vaya que no lo era.

Puso una mano en mi hombro y me miro fijamente.

—Sabes que si —miro como Lean se secaba el sudor de la frente. —Debe de querer agua —me quito mi agua de mis manos.

— ¡Hey! —reclame.

—Es para una buena causa —sonrió y bajo corriendo las escaleras para ir a encontrase con la morena.

Una Misión MasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora