Deseó encerrarse en su habitación, pero la idea de estar donde su marido la había tocado pensando en otra mujer, la espantó hasta la repugnancia. Entendió entonces claramente todos los signos que no había sabido interpretar antes de leer aquella carta. El maldito gato por fin se apareció, y era negro, muy negro..
Su esposo sólo era complaciente cuando imaginaba a otra mujer en su cuerpo, ni siquiera la soportaba cuando la veía a ella misma, por eso huía a su habitación después de hacerle el amor y se marchaba antes que ella pudiera terminar una frase. Que estúpida se sentía.
Se sintió usada. Sucia. Insegura y dolida. Comprendió de golpe por qué su marido la había elegido a ella. Casi se rio, la pena y la rabia empezaba a bullir dentro de ella, sentía que se estaba poniendo histérica, ella, la racional Rose, se limpió las lágrimas y salió al vestíbulo de nuevo.
Le pidió al mayordomo de nuevo su capa y se dirigió al acantilado, pero esta vez no se detuvo en su valle escondido, caminó bordeando y saltando las piedras que conducían a la playa. Llevaba botas de suela dura y apenas tuvo problemas en llegar a la playa. El viento lanzaba la arena contra su cuerpo y su cara como pequeños proyectiles, el dolor de las pequeñas laceraciones casi fue un alivio. Trató de racionalizar la situación.
Comparó aquel dolor sordo que sentía en aquel momento, con el otro, el que sintió cuando en su primera temporada, el hombre que amaba y que decía amarla, la había abandonado, decepcionado y humillado.
Amó a Lord Mortimer con un corazón entregado, pero apenas se conocían y olvidarle no fue tan difícil, perdonar la ofensa le seguía resultando imposible.
Arrastrada y golpeada por el viento sentía un cierto consuelo, eran el abrazo que nadie más le daría en aquel momento, empezó a recordar sus últimos momentos con Lord Mortimer, su pensamiento lo trajo de vuelta como para demostrarse que estaba condenada a no ser amada. Un sollozo se escapó de su garganta, se dejó caer en la arena mojada mientras los recuerdos volvían a ella, como el resultado de la ecuación que era su vida.
Jenny la había ayudado a ponerse el vestido de paseo color lavanda, ambas estaban riéndose, felices porque esperaban la llegada de Lord Mortimer. Cuando bajó al salón, vio que una dama lo acompañaba.
Al principio no la reconoció, sólo tenía ojos para su enamorado. Qué hermoso le parecía Lord Mortimer, en aquel entonces.
Se sorprendió al reconocer a la dama que acompañaba a su pretendiente, era la señorita Crouser, hija de un banquero americano. No habían sido presentadas, pero aun así la sonrió.
No tuvo tiempo de ofrecerles un refrigerio, Lord Mortimer dio un paso hacia ella, y con una voz que no reconocía empezó su discurso.
─Espero que sepa disculpar mi falta de tacto.─ aún podía verle envarado, vestido con un traje que delineaba un cuerpo esplendido.─ Mi prometida considera, que quizás usted se haya imaginado que tengo un interés romántico hacia usted. Estando próximos a casarnos, he decidió decirle frente a ella que nunca ha sido así y, si mi comportamiento cortés le hizo pensar otra cosa, lo lamento profundamente.
Vio como la joven pareció satisfecha, como un gato que acabará de tomar un plato de nata. Ambos se fueron dejándola aturdida y confusa.
Siendo aquel, un golpe duro de aceptar, lo hizo utilizando toda su capacidad de comprensión. Lord Mortimer era el segundo hijo de un vizconde sin futuro propio, dependiendo de la buena voluntad de los demás. Él había hablado con ella de tantas cosas, haciéndola partícipe de sus sueños. Conseguir un puesto de administrador o secretario que junto con su dote, sería suficiente para construir un futuro agradable, juntos.
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Redhouse- Saga Los Horton 1
Historical FictionEdmund concerta un matrimonio de conveniencia con la hermana de su amigo Virgil con objeto de tener un heredero para el título. Pero no podía ni imaginarse de que su novia podía ser tan bella, y cuando sellan su matrimonio con un beso se percata de...