Capitulo 33

3.4K 370 6
                                    

Habían transcurrido ocho días desde que la condesa viuda de Ocam había sido instalada en la mansión del conde de Carrick, las costillas rotas por la paliza no le permitían abandonar la cama, las magulladuras de su rostro habían desaparecido.

Edmund la visitaba por las mañanas y por las tardes, Rose por su parte se sentía como un alfiletero donde estaban clavadas decenas de alfileres que le llenaban de sentimientos contradictorios. Aun cuando no advirtió ningún interés especial en su marido respecto de su antigua amante, había conseguido una cierta serenidad mental que le permitió ser capaz de distanciarse de sus emociones para analizar la situación. No siempre lo conseguía.

Ella estaba gorda e hinchada. Ni siquiera podía consolarse en los brazos de su marido, porque apenas cabía en ellos, por contra, estaba Lady Elizabeth que había recuperado su belleza a pesar de los restos de moratones, se la veía preciosa. Los celos no necesitan tener razones para aparecer, cuando lo hacen van generando un rencor que se dirige directamente contra el ser amado.

Durante todo el tiempo que había permanecido allí, Lady Elizabeth se había mantenido alejada tanto de Rose como de su marido, pero desde su ventana vio a un hombre llegar a caballo, decidió que su clausura había durado demasiado, o quizá estaba interesada en los mensajes que acababan de llegar. Bajo despacio y con gran esfuerzo, sujetándose las costillas, hasta la biblioteca donde Edmund y Rose se encontraban en ese momento, se quedo pegada a la puerta tratando de escuchar.

En el tiempo que Edmund sacaba de la caja fuerte los libros de tapas negras donde se encontraban las claves para descifrar los mensajes, Rose los había descifrado.

─ Tenemos que mandar urgentemente el mensaje al almirantazgo.─ dijo Rose.─ No es que me guste alardear, pero finalmente resultó que tenía razón, y en cuanto nuestros barcos dejen el canal de la Mancha, el comandante Walter se retirará de su puesto para abrirle un pasillo a los franceses para que puedan alcanzar Inglaterra.

Su marido sonrió dulcemente, orgulloso. Desde que llegaron a Fowey no habían vuelto a compartir intimidades ni confidencias, a pesar de compartir la cama cada noche, su relación parecía haberse transformado en una tibia amistad, algo más que una mera camaradería. Antes de que ella pudiera imaginarlo, estaba entre sus brazos. La mirada de Edmund encontró la suya.

─ Si pudieras imaginar lo feliz que me haces. Eres perfecta para mí. ¿Como puede nadie imaginar que debajo de esa piel tan dulce se esconda REDHOUSE? La besó en los labios con ternura y volvió al trabajo. Entre ambos mandaron todos los mensajes, en realidad Rose codificaba y el actuaba como su asistente.

Edmund había tomado la determinación de cortejarla, seducirla y enamorarla para borrar cualquier rastro de reserva o inseguridad, y a la vista de los últimos acontecimientos era una tarea que tenía que ser postergada, no sólo por el trabajo, también por el tamaño de su esposa.

─ Es una pena que no puedas ver la cara de Lord Stirling, ni la de mi padre cuando se enteren de las noticias. Tienes que mandarles un mensaje donde simplemente digas. "Se lo dije".

Ella sonrió con los ojos, agradecida y emocionada. Hubiera deseado un abrazo, mejor un beso como el que le había dado antes, pero había algo que la retenía a mostrarse tan cariñosa como deseaba.

Edmund tiró de la campanilla para llamar al Sr. Paul, Lady Elizabeth tuvo tiempo de entrar en la sala de visitas antes de que este apareciera. Se encontraba feliz. Acababa de descubrir lo que todos los agentes franceses estaban buscando. No estaba segura de poder llegar hasta la casa del pueblo donde esperaba su contacto. Se sentó a pensar en la forma en que podría avisarle, sin levantar sospechas. Estaba bastante satisfecha consigo misma. Conservaría el titulo de condesa, a cambio de no revelar la identidad de la codificadora, lo que acabaría haciendo. Edmund era suyo y lo quería de vuelta. Empezó a maquinar la forma en que debería actuar para ganarse su confianza hasta que volviera a sus brazos para consolarse por la muerte de su esposa.

Redhouse- Saga Los Horton 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora