Oxford, abril de 1805.
Antes de marcharse a Oxford, Edmund le pidió a Ackinson que averiguara todo lo que pudiera de Lord Mortimer. Sabía que los celos le estaban volviendo irracional, pero la idea de que Rose pudiera engañarle era más de lo que podía soportar.
Estaban preparados para su partida cuando el marqués de Surrey se presentó en la casa de su cuñado. Estaba furioso.
─ ¿Qué ocurre?─ preguntó el conde.
─ Charles, por supuesto, eso ocurre.─ bramó el recién llegado.─ Ahora se ha vuelto inseparable de Ocam, después de haber mantenido relaciones con su mujer a la vista de todo el mundo.─ Como si se diera cuenta de repente de las implicaciones de sus palabras, miró a Edmund casi arrepentido.
─Eso es agua pasada, continúa.─ dijo Edmund quitando importancia al tema.─
¿Qué es exactamente lo que ha hecho? La idea de su primo en la cama con Ocam y Elizabeth cruzó por su mente y le revolvió el estómago.
─Mi hijo, y su inseparable amigo, Ocam.─ trataba de mantener la respiración controlada.─ estuvieron en una fiesta que daba la tal Celina. Charles fornicó con una mujer frente a todos, la mujer llevaba una máscara. Aunque nadie la vio el rostro, se ha extendido el rumor de que se trataba de la condesa de Ocam.
El silencio se hizo tenso, Carrick sirvió una copa de brandy que entrego inmediatamente al marqués. Este la bebió de un trago. Edmund quedó consternado. Una cosa era lo que Elizabeth fuera capaz de hacer en la intimidad, otra muy diferente dejarse amar en público. No pudo creer algo así.
─ Seguramente era alguna mujer que se le parecía.─ dijo Edmund.─ Ocam nunca consentiría algo tan sórdido.
─ ¿Qué piensas hacer?─ preguntó Carrick tratando de mantener la seriedad en su rostro, pero en el fondo le divertía la poca vergüenza de Charles.
─ Mi padre y yo le llamamos para reconvenirle. Se presentó borracho, nada de lo que le dijimos pareció afectarle, estábamos furiosos, y él simplemente parecía aburrido.─ bramó.─ Hasta se atrevió a quedarse dormido. Le hemos cortado la asignación y vamos a impedirle entrar en posesión de su herencia. Hemos dado órdenes de que no se le permita entrar en ninguna de nuestras propiedades. He venido a pedirte lo mismo.
─ Por supuesto.─ dijo el conde poco convencido de cumplir la orden ducal.
─Gracias. Espero que cuando vea que su familia le da la espalda, recapacite y haga algo de provecho con su vida.
Se marchó enseguida. Rose se cruzó con él cuando bajaba al vestíbulo, el hombre estaba tan furioso que ni siquiera la vio. Ella que había escuchado la conversación, se quedó pensativa.
¿Seria capaz esa mujer de algo tan sórdido? ¿La seguiría Edmund amándola? Que pensaría su esposo de la actitud de Elizabeth. ¿Quizá se sentiría responsable de su actitud, o ella le estaba castigando?. Ojala tuviera el valor de preguntar.
Dos horas después estaban en Corthouse, después de dejar a Redclive en su casa. Edmund decidió salir a cabalgar para desentumecerse, aunque lo que realmente le hubiera apetecido era compartir la siesta con su esposa, pero Rose caía en un sueño demasiado profundo, y sus caricias sólo conseguían hacerla ronronear dejándolo completamente insatisfecho, ya que era incapaz de hacerla el amor estando ella dormida, por muy dispuesta que pudiera parecer al oírla gemir y suspirar.
La tarde resultó cálida y el aroma de la primavera parecía invadir cada brote nuevo. Llegó hasta el rio, y después, decidió acercarse hasta las posiciones desde donde sus hombres habían quedado vigilando la casa de Redclive. Encontró al primero de ellos, el Sr. Button en la cabaña del guarda. Le sorprendió terminando de comer, el hombre se levantó al ver al vizconde y le saludó, parecía dudar en ofrecerle compartir la comida, de la que apenas quedaba un pedazo de carne, finalmente le ofreció cerveza. El vizconde aceptó un vaso y se sentó a la mesa.
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Redhouse- Saga Los Horton 1
Historical FictionEdmund concerta un matrimonio de conveniencia con la hermana de su amigo Virgil con objeto de tener un heredero para el título. Pero no podía ni imaginarse de que su novia podía ser tan bella, y cuando sellan su matrimonio con un beso se percata de...