Después de la cena Edmund y Elizabeth pasaron al salón, cuando el lacayo les sirvió unas bebidas, brandy para él y oporto para ella, se marchó dejándolos solos. Elizabeth era la mujer Edmund recordaba.
─Te extrañé.─ dijo él.
─Lamento mucho lo que pasó.─ contestó ella evitando su mirada.─ Seguramente no sea el mejor momento para hablar de esto, pero nada de lo que dijo Ocam en su testamento era cierto. Puede que mi comportamiento posterior a tu boda haya contribuido a que las mentiras hayan sido más fáciles de creer. Pero estaba consumida por los celos y la rabia, esa es mi única excusa. Quería causarte el mismo dolor que yo sentía.
─ Eso ya no importa.─ dijo él sentándose en una silla frente al diván donde ella se había acomodado.─ He tomado cariño a mi esposa, no deseo que sufra innecesariamente, creo que me ama. No creo que acepte nuestra relación, ni aunque su vida, como es el caso, dependa de ello. Así que debemos ser discretos.
Una ráfaga de malicia atravesó la mirada de la mujer, que enseguida se torno blanda.
─ Desde luego. No estoy orgullosa de lo que tengo que hacer para conservarte, pero eres lo más importante en mi vida.
─ Necesito a Rose para conseguir un heredero, y al menos un repuesto.─ sonrió de un modo íntimo.─ Podremos prescindir de la discreción en cuanto mi esposa me dé los hijos que necesito.
─ No discutiré contigo.─ dijo ella demasiado sumisa, incluso para la antigua Elizabeth.─ Quiero tenerte en mi vida, no me importa el precio que tenga que pagar.
Edmund empezó a mirar su silueta con admiración. La respiración de Elizabeth se hizo más profunda y sus pechos llenaron hasta rebosar el escote nada discreto de su vestido, Edmund los miro como si estuviera decidiendo cuál de ellos comería primero.
─ Por desgracia, tendremos que esperar a que se marche por la mañana para completar nuestra reconciliación.─ dijo resignado.
Elizabeth se inclinó hacia él, intentando mostrar más de su cuerpo, y pasó sus manos en una lenta caricia por las piernas de Edmund, desde la rodilla hasta la entrepierna, el cogió sus manos entre las suyas antes de llegar a su objetivo.
Con los dedos entrelazados empezaron a juguetear con los dedos, él le acariciaba la palma con los pulgares.
─ Ella me perdonará si cree que sólo he recuperado una vieja amistad, por mucho que pueda molestarla, pero no lo hará si comprueba que duermo contigo.
─ ¿Cómo podría comprobarlo?
─ Mi esposa y yo dormimos juntos.
─ Nunca imaginé algo así.─ dijo Elizabeth casi divertida.─ ¿No es un poco burgués?
─ Ciertamente. Ahora ya has descubierto la verdadera razón de mi matrimonio. Ella es la codificadora, no sólo tengo que asegurarme que siga trabajando, sino que lo haga con agrado. Además así puedo protegerla personalmente.
─ No creo que sea seguro para ti dormir esta noche con ella.─ señaló la herida con un gesto.
─ Seguramente este profundamente dormida cuando me acueste. El embarazo, ya sabes.
Elizabeth no percibió el tono irónico de la última frase de Edmund, trató de zafar sus manos para poder acariciarle, pero él las llevó a su boca, y fue besando y lamiendo cada uno de sus dedos.
La puerta se abrió y entro el Sr, Paul, su rostro estaba lívido, los miró y su malestar se manifestó con un ceño que le hacía juntar las cejas sobre la nariz.
─¿Ocurre algo?─ preguntó Edmund molesto por la interrupción y por el desagrado manifiesto del mayordomo, con desgana soltó las manos de Elizabeth.
─ Lady Rose ha desaparecido.
Los ojos de Edmund se convirtieron en dos diamantes afilados. ─¿Cómo ha podido desaparecer en plena noche?
─ No lo sé, milord. Acabo de ver a Jenny en la cocina y al preguntarle cómo se encontraba la señora me ha dicho que no había subido a su habitación, por lo que había regresado a la cocina.
─ ¿Habéis registrado la casa?
─ Sí, milord. Hasta hemos revisado los establos, no falta ningún caballo.
─¿A qué estás esperando?. Organiza a todos los criados de la casa para que la busquen por los alrededores?
─ Por supuesto, milord.
Edmund se levanto de la silla, ayudo a Elizabeth a ponerse en pie y deposito un beso suave sobre su nariz.
─Si algo le pasa a mi esposa.─ le dijo con dulzura.─ Te mataré.
La expresión de Elizabeth cambio al comprender las palabras de Edmund, le miró directamente a los ojos tratando de comprender si había escuchado bien. En ese momento se dio cuenta que Edmund podía llegar a cumplir su amenaza, sin pestañear. Hasta ese momento no descubrió que bajo el títere que ella había estado manejando durante tantos años, había un hombre que no se detendría ante nada.
Los criados estaban reunidos en el vestíbulo de la mansión esperando órdenes, Elizabeth le siguió con el desconcierto pintado en su cara.
─Verty.─ ordenó Edmund a uno de los lacayos.─ Vigilarás que la condesa de Ocam no salga de sus habitaciones hasta que mi esposa regrese. Si intenta huir se lo impedirás de cualquier modo, si es necesario, mátala.
─ No será necesario.─ titubeó Elizabeth que parecía comprender finalmente la trampa donde ella misma se había metido.
─ Por supuesto que es necesario.─ dijo Edmund con un tono aterciopelado más propio de un amante.
Mientras el lacayo se llevaba a Lady Elizabeth, otro de los lacayos se acercó al conde.
─ Hemos seguido a la doncella de la condesa esta tarde. Hablo con un hombre y no se le ha vuelto a ver.
─ Moviliza a todo el personal. Quiero que busquen sobre todo por las ensenadas. Si alguien quiere secuestrar a mi esposa, lo normal es que tenga algún barco dispuesto para hacerlo. Por tierra sería imposible pasar desapercibido.
─ Pero ella se ha ido por su propio pie, Milord.─ dijo el lacayo.
─ En ese caso, estará en la posada. Que alguien vaya a comprobarlo. Mejor. Iré yo mismo.
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Redhouse- Saga Los Horton 1
Historical FictionEdmund concerta un matrimonio de conveniencia con la hermana de su amigo Virgil con objeto de tener un heredero para el título. Pero no podía ni imaginarse de que su novia podía ser tan bella, y cuando sellan su matrimonio con un beso se percata de...