Shottery, Abril 1805.
Lady Rose Cortwind, vizcondesa del mismo nombre, había decidió fingir que dormía, pero no tuvo que fingir durante mucho tiempo antes de caer absoluta y profundamente en un estado de semiinconsciencia.
A pesar de que se había mantenido alerta durante el trayecto de Corthouse a la posada, permitiendo dejar la nota en su guante, bebió el té que Lord Mortimer le había servido en el salón privado de la posada. Había estado tan ocupada escribiendo y había endulzado tanto la bebida, que ni vio a su secuestrador, verter el láudano en la tetera, ni aprecio su sabor al beber.
Cuando despertó tenía la boca seca y estropajosa, una criada le ofreció un vaso de agua que se bebió casi sin respirar. Entonces fue cuando paseó la mirada a su alrededor. Estaba tendida en una cama con dosel, cuyas cortinas estaban prendidas en las esquinas. Junto a ella, la mujer que parecía estar a punto de sufrir un colapso nervioso. Apreció la calidad de los muebles que decoraban la habitación. Trató de hablar sin conseguirlo, la mujer le llenó de nuevo el vaso con agua.
Esta vez lo bebió despacio. Se incorporó en la cama, pero tuvo que volver a recostarse por el mareo y el revuelto de su estómago, cerró los ojos con fuerza tratando de controlar las nauseas.
─ ¿Qué ha pasado? ─pronunció cada palabra entre bocanada y bocanada de aire.
─Está usted en Aptonhouse, milady.─dijo la mujer a la que temblaba la voz.
─ ¿Por qué estoy aquí?
La criada no contestó, llenó de nuevo el vaso de agua y después de entregárselo salió corriendo de la habitación, Rose se incorporó lo imprescindible para volver a beber.
Al minuto siguiente entró en la habitación Lord Mortimer. Recordó entonces como la habían sacado de su casa amenazando con matar a los criados de la casa. Uno de aquellos hombres le entregó una nota.
─ ¿Lord Mortimer, qué es lo que pretende?─ preguntó al hombre que se acercaba a la cama sonriendo.
─ Recuperar mi vida, nuestra vida. Te he extrañado mucho, cada hora de cada día.
Se sentó a su costado, haciendo que el colchón se hundiera por ese lado. El movimiento lo sintió en sus tripas como una tormenta en alta mar. Se llevó las manos a la boca, como si así pudiera impedir lo que estaba por venir. Respiro profundamente y contestó ─Cada cual tiene su vida. Fue una decisión que usted tomó. No pretenda en este momento involucrarme en algo que nada tiene que ver conmigo.─ dijo Roseque se sentía incapaz de seguir una conversación con el contenido de su estómago en pleno maremoto. ─Usted tiene una esposa y un hijo, yo tengo un esposo y pronto tendré un hijo.
─ Me esperaste durante dos años, Rose, lo sé porque siempre he sabido de ti, no volviste a Londres a buscar un marido. Tendría que haber venido antes por ti. Cuando el párroco me escribió informándome de la boda, fue demasiado tarde, aunque cogí el primer barco. No llegué a tiempo.─ dijo él. ─ Las cosas se complicaron para mí y mi familia. Pero ya estoy aquí. Ahora tenemos la oportunidad de empezar de nuevo.
─ No tenías que haber vuelto. No por mi, desde luego. Para empezar cuando me abandonaste, yo decidí olvidarte. Y aunque no fuera así, estoy casada y estoy esperando un hijo. ¿Acaso no te das cuenta de la locura que estás cometiendo?. ¿Me has secuestrado?. Quizá si sólo fuera la hija del pobre Sr. Redclive, podrías salirte con la tuya, pero ahora no lo van a permitir. Reflexiona.
─ Entonces yo era como tu padre, un segundón.─ dijo a modo de explicación, ella oía sus palabras como si estuviera en otra dimensión, mientras trataba de aquietar el estómago.─ Mi padre no tenía suficiente patrimonio para el heredero, mi hermana y yo nunca le preocupamos. Si no me hubiera casado entonces, no hubiéramos podido estar juntos, ni entonces, ni ahora. Te amaba, te amo. Pero no era suficiente. He llegado tarde, lo sé, pero tu boda me ha dado el valor que necesitaba para revelarme contra el destino.
─Me gustaría saber cuáles son sus planes. ¿Tendrá alguno, no?
─ Nos marcharemos a Jamaica, allí tengo una plantación, mi hermana y mi hijo esperan allí. Nos casaremos durante el viaje. Después de un tiempo, volveremos de nuevo a Londres, si es lo que deseas.
─ Parece haber olvidado que ambos estamos casados.
─Yo acabo de enviudar.─ la sonrió y su expresión se transformó hasta darle un aspecto siniestro, estaba enloquecido, no le quedo ninguna duda a Rose.─ y tú, si no eres viuda ahora, lo serás pronto. Esta misma noche, sin duda.
La idea de que Edmund pudiera estar muerto, la llenó de angustia, una angustia que sirvió para terminar con el control que estaba manteniendo sobre el contenido de su estómago. Se incorporó lo justo para vomitar a un lado de la cama.
El la sostuvo por los hombros mientras vaciaba su estómago, la limpió y la recostó, sus dedos recorrían su rostro, de nuevo su expresión se transformo, ahora era un James enamorado, protector.
─Te mandaré a la Señora Doher. Procura descansar, Saldremos por la mañana temprano.
─ James, por favor, reflexiona. Yo no te amo. ¿No te das cuenta de que tú y el tiempo mataron lo que sentía por ti?
─ Volveré a enamorarte.
La misma mujer que se había marchado, apareció con una bandeja conteniendo un servicio de té y un pedazo de tarta de limón. Al ver el desastre producido por el estómago de Rose, salió del cuarto, y volvió con dos mujeres que en silencio limpiaron la habitación.
A pesar de su estado de aturdimiento, Rose no pasó por alto que las tres mujeres parecían aterradas. Trató de pensar con claridad, pero las ideas se le volaban de la cabeza y se le cerraban los ojos de nuevo, trató de mantenerse despierta.
Intentaba concentrarse en sus pensamientos. Sé lógica, se decía, pero su mente se enmarañaba con miles de ideas, que iban y venían sin orden.
Pensó que seguramente su marido estaría con Lady Ocam, para cuando se enterará de su secuestro ella estaría en alta mar, rumbo a una tierra desconocida. La pena la perforó un agujero en el alma, se sintió terriblemente sola e indefensa. Esperaba que el guante hubiera llegado a su padre, estaba confundida, sus pensamientos empezaron a deambular imaginando el guante arrojado en un cajón por el posadero, olvidado y con él, la posibilidad de ser rescatada. Sus pensamientos se volvieron a Edmund, lo imaginó en brazos de esa otra mujer mientras ella se sentía morir en aquella cama, lo odió. Pero en el mismo instante, y al imaginar que pudiera estar muerto el mundo se le volvió inhabitable. Comprendió, que amaba a su marido, y que no soportaría vivir en un mundo donde él no existiera.
Las lágrimas corrían por su mejillas y se acumulaban en el hueco de su cuello, para desbordase, empapando la almohada. Sentía el agotamiento de sus miembros, y supo que no podría mantenerse despierta mucho rato, rezo para que al despertar todo aquello sólo fuera una pesadilla.
─ ¿Qué hora es?─ pregunto tratando de vencer al sueño.
Las mujeres se miraron, la que debía ser la Sra. Doher ordenó a las dos mujeres que se marcharan, mientras la tapaba hasta el cuello, remetiendo las mantas alrededor de su figura. Poco después entró Lord Mortimer.
─Debo decirle Milord, que no apruebo lo que está haciendo. Tampoco creo que lo aprobará su padre─ dijo la mujer, pero no estaba desafiándolo, a pesar de sus palabras su tono era sumiso.
─ Mi padre no está en condiciones de manifestar su opinión. Y le aconsejo que usted siga su ejemplo si no quiere terminar como él.
─Sí milord.─ dijo la Sra. Doher, que había palidecido de repente.
Lord Mortimer se encaminó a la biblioteca, allí empezó a escribir una carta, llevaba escrito apenas media cuartilla, cuando se detuvo, leyó lo que había escrito. Se levantó con el papel en la mano y lo lanzó a la chimenea.
─ Meredith, espero que algún día puedas valorar lo que hice por ti. Lo que he perdido.─ Susurró─ pero no te cargaré con esa culpa. No te cargaré con mi remordimiento. Eres mi hermana y era mi obligación defenderte. No tuve opción entonces y no la tengo ahora.
Como si hubiera despertado de repente, se despabilo y después de servirse un brandy se sentó en una de las butacas que había junto al fuego. Su rostro se había endurecido, el rojo de las llamas le daban un aspecto diabólico.
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Redhouse- Saga Los Horton 1
Historical FictionEdmund concerta un matrimonio de conveniencia con la hermana de su amigo Virgil con objeto de tener un heredero para el título. Pero no podía ni imaginarse de que su novia podía ser tan bella, y cuando sellan su matrimonio con un beso se percata de...