Partieron al día siguiente para Londres y Edmund se guardó la carta de su primo, la que le entregara en Fowey, en el bolsillo de la chaqueta En casa de Redclive no hubiera tenido la intimidad necesaria para hacerlo, ni tampoco había tenido tiempo, ocupado como había estado persiguiendo a su esposa.
El viaje fue corto, apenas dos horas. El conde de Carrick les estaba esperando en Londres.
Rose fue acompañada por el ama de llaves a su habitación, mientras su padre, su marido y su suegro se reunían en la Biblioteca.
Allí se sentaron alrededor de una mesa que estaba situada frente a la chimenea. Sobre ella un montón de carpetas se apilaban, dejando asomar algunas hojas.
─ No pensamos que vendrías tan pronto.─ le dijo su padre al verlo entrar.
─ ¿Qué es exactamente lo que está pasando?
El ministerio de la guerra se ha convertido en un avispero. El ministro no estaba muy contento de que tanto yo, como Stirling actuáramos a espaldas del otro. Tu primo Peter finalmente no estaba desaparecido, sino en una misión del propio ministro. Ese muchacho tiene demasiados jefes.
─ Supongo que no puede evitar ser el mejor, y que todos seamos consciente de eso. Me alegra saber que se encuentra bien.─ dijo Edmund a su padre.
─ Esa era la buena noticia.─ dijo el conde, adoptando una expresión sombría miró a Redclive.─ Tienen a Virgil. No conozco a su hijo lo suficiente para saber si delatará a su propio padre o asumirá su destino.
─ Virgil es fuerte, pero si han llegado hasta él, quiere decir que están cerca de mí..., de mí. Quizás sería conveniente que desapareciera una temporada, un viaje al norte.
─ No. No podemos correr riesgos.─ dijo el conde.─ Se quedará aquí, hay hombres encargados de su seguridad, la de todos nosotros. Lo que nos interesa saber, es ¿cuánto sabe Virgil de Redhouse, del código, de las informaciones que han llegado a sus manos?
─ Eso es algo que tendrá que contestar Lord Stirling. Yo no estoy autorizado, crean que lo lamento.
Después de una cena especialmente triste, Redclive le contó a su hija la situación de su hermano, contraviniendo los deseos de su esposo y de su suegro. Rose demostró tener bastante aplomo a pesar de las lágrimas que asomaron a sus ojos, y que finalmente pudo volver a tragarse.
Rose se retiró temprano a su habitación, Edmund después de compartir una copa con su padre y su suegro, les dejó en la biblioteca, y se dirigió a la habitación donde estaría Rose seguramente llorando por el destino de su hermano. Pero la encontró dormida. Al mirarlo descubrió unas ojeras que no recordaba, y una palidez que le asustó.
Se quitó la chaqueta y la dejó sobre la silla, mientras la miraba dormir. La sintió tan vulnerable, que olvidó su deseo de amarla, deseó poder consolarla con cada poro de su piel, absorbiendo el dolor hasta su propio cuerpo, se desvistió y se acostó a su lado, ella se acurrucó contra él, seguía dormida, pero esta vez entre sus brazos, que era donde debía estar.
Su calor y su aroma le hicieron olvidar sus intenciones. Al tenerla entre sus brazos, la plenitud le invadió, y comprendió dos cosas. Estaba enamorado de su mujer como nunca antes había amado, ni siquiera a Elizabeth, y moriría por ella, para hacerla feliz.
Con caricias sensuales fue levantando el camisón, ella ronroneó dormida bajo sus caricias, mientras su mano se paseaba por su vientre y sus caderas, su boca había tomado uno de sus pechos, la sintió estremecerse, su boca fue bajando recorriendo su vientre, la recorrió con los labios desde el cuello hasta el ombligo, deteniéndose en sus pechos, donde mamaba suavemente mientras ella respondía con ansiedad a sus caricias. Se posicionó entre sus piernas, empezó a rodar sus pezones entre sus dedos, mientras su boca dejaba un sendero de humedad en su estómago, su vientre, siguió bajando, se volvió loco con el aroma de mujer.
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Redhouse- Saga Los Horton 1
Historical FictionEdmund concerta un matrimonio de conveniencia con la hermana de su amigo Virgil con objeto de tener un heredero para el título. Pero no podía ni imaginarse de que su novia podía ser tan bella, y cuando sellan su matrimonio con un beso se percata de...