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Alejandro había pasado esas horas sentado, mirando la puerta de la agencia y preguntándose que habría dicho a Raúl. No quería ser patético, pero quería que Raúl entendiera bien lo que sentía por él. A las siete y media una chica rubia y pequeñita cerró la reja y dejó abierta la puerta. Esperó unos minutos, pero cuando vio que Raúl no salía, le vino una idea. Se fue y volvió con unos refrescos para todos.
-¡Hola!- llamó la atención de Raúl y de las otras tres -He traido unos refrescos para todos.
Las dos chicas y la jefa de Raúl lo miraron divertidas. Él esperó unos momentos y luego fue a abrir. No parecía muy feliz de su sorpresa. Alejandro saludó sus compañera de trabajo y descubrió que eras tres italianas. Manu era su jefa, Dani, su sobrina, y Rossella, la chica pequeñita que había cerredo la reja antes. Eran muy divertidas y él fue muy contento de conocerlas. Raúl no habló mucho, acabó sus tareas y lo llevó afuera tan de prisa que el sólo consiguió decirles un Adiós de la puerta.
Raúl caminaba muy de prisa, sin hablar. Parecía raro, como si estuviera enfadado.
-Raúl- lo llamó, pero él seguía sin mirarlo
-¡Raúl!
-¿Que?- se paró tan de repente que Alejandro casi tropezó con él.
-No tengo los zapatos para correr- sonrió, pero a él no pareció hacerle gracia; siguió caminando sin mirarlo.
-¡Raúl!- lo bloqueó, cogiendo su mano -¿Que pasa? ¿Estás enfadado conmigo?
Él lo miró, suspirando -No....si....no lo sé, ¿vale?
Alejandro lo miró confundido.
-Es que no puedes llegar en la vida de las personas así, sin decir nada, sin que se sepa el porque, además vienes a mi oficina, te sientas a esperarme en frente a la oficina y luego traes refrescos para todos y te pones ahí a hablar con todos tan guapo y divertido....
Alejandro lo miró, aún más confundido.
-No entiendo cuál es el problema.
-Ese es mi lugar de trabajo, yo no cuento mis cosas a todo el mundo. Amo las chicas, pero tengo dificultades a hablar de mo vida privada con los demás y hoy...- las palabras murieron en su boca, lo miró como perdido.
-Lo siento, sólo quería estar contigo.
Raúl volvió mirar esos ojos verdes y suspiró.
-No pasa nada, perdóname. No habrías podido saberlo.
-¿Buscamos un lugar tranquilo dónde hablar un poco?
-Vale, pero quiero quitarme el uniforme y ponerme ropa más comoda.
Alejandro lo esperó en el portal, con una sonrisa dibujada en su rostro. Le parecía una fortuna inesperada el hecho de que su edificio estuviera tan cerca que podía ver el portal desde ahí.

-¿Vamos?- dijo Raúl saliendo.
Alejandro lo miró, quedándose sin aliento. Se veía tan hermoso con sul pantalón blanco y su camiseta azul. El chico se puso nervioso. ¿Ahora que le iba a decir? Él era guapo, inteligente y no tenía porque perder su tiempo con un chico tan perdido comom él.
Mierda, me va a rechazar y yo quedaré como un imbécil.
Se sentaron en un restaurante lleno de turistas y comieron sin hablar mucho. Raúl no sabía que decir, seguía preguntandose que hacía ese chico tan guapo ahí, que quería de él. Alejandro seguía llamandose tonto porque había hecho todoa esos kilómetros para un no. Porque Raúl era mejor que él, podía querer más que él. No habría perdido el tiempo con alguien como él.
Cuando llegaron al portal de su casa, Alejandro se había vuelto triste y miraba el suelo.
-Bueno, mañana trabajo, así que será mejor para mi ir a dormir.
A esas palabras se despertó. ¿Que estaba haciendo? Había viajado para él y lo estaba dejando ir. Lo miró y sin decir nada se acercó, besandolo. Había soñado ese momento cada noche, mientras, tumbdo en su cama, seguía mirando la ventana y pensando en él. Raúl se quedó sorprendido, pero no pudo no besarlo otra vez. Ese chico era como una droga. Lo había besado y ni había conseguido quitarselo de la cabeza, soñando de verlo a su puerta. Por eso su corazon había empezado a latir más fuerte cuando lo había visto en la agencia. Tan fuerte que estaba seguro de que Dani desde su escritorio lo había escuchado. Cuando el beso acabó, lo miró y de repente las dudas empezaron a salir. Ese chico estaba confundido, con él iba a sufrir. Se puso triste, y miró al suelo.
-Mira Ale, yo no creo que tengamos un futuro. No estoy seguro de que tu sepas lo que quieres.
-Yo quiero a ti. Desde ese dia no he podido dejar de pensarte, no he podido dejar de imaginar tus besos, tu toque, tus ojos- se bloqueó, probablemente había dicho demasiado. Suspiró -Yo quiero a ti- repitió casi susurrando.
-Eso lo dices ahora, pero ¿que harás cuando estarás en una fiesta y unas chicas empezarán a coquetear contigo. Vivimos en lugares tan lejanos....
-Pero Raúl, confía en mi! Yo...
-Lo siento- lo interrumpió -No quiero sufrir- entró en su portal, sin mirarlo.
Alejandro se quedó inmóvil, mirando el sitio donde él estaba hace unos segundos.

La fuerza de tus palabras - Alejandro y RaúlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora