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Alejandro se quedó mirando el chico que había en frente, tenía el pelo castaño y dos ojos negros. Era alto como él y su figura perfecta estaba cubierta de una camisa y unos pantalones que parecían pintados sobre él. Su espalda parecía tan firme...
Pero Alejandro que estas pensando, es un chico. Sólo falta que le mires el culo. Bueno, eso tampoco está mal. Vale, tienes algun pr...
— ¿Podemos ir u tienes que seguir mirando mi culo?— dijo él.
Alejandro se dio cuenta de lo que estaba haciendo y se puso nervioso y molesto —¡Yo no estaba mirando su culo!
—Si, claro, lo que quieras, ahora vamos que estoy cansado.
—Si, por supuesto— intentó coger su maleta, pero el chico puso su mano sobre ella. Sus manos se tocaron. Su piel era tan suave y caliente. Sintió una sensación muy rara nacerle adentro.
—Yo puedo coger mis cosas— dijo Raúl, un poco avergonzado empezando a andar hacía la salida.
Alejandro se  bloqueó miradolo, pero luego empezó a correr —¡Espere! El coche está en el otro lado!

***

Una hora despues estaban todavia en el coche, bloqueados en el trafico. Alejandro intentaba estar concentrado, pero no lograba hacerlo. De vez en cuando miraba el chico. Tenía algo que no le permitía dejar de observarlo. Sus ojos negros parecían como el mar de noche, profundo y sin fín. Mirar esos ojos regalaba tranquilidad. Algo que Alejandro nunca había encontrado en su vida. El chico había puesto unas gafas y leía algo en su móvil. Así concentrado, parecía todavía mas hermoso.
Vale, Ale, deja de pensar esas cosas de un hombre y de mirarlo u va a pensar que quieres algo "más" de él.
—¿Todo bien?— preguntó Raúl.
—S-si...¿porque?
—Los otros coches se mueven y nosotros no.
Alejandro miró la calle y era verdad, los coches se iban —¡Mier...miércoles!— dijo acordandose de lo que estaba haciendo, bueno, que hubiera tenido que hacer.
—¿Así que tu eres el chofer de mi hermana?
¿¡Este sería el hermanito de Alicia!? Vaya hermanito...
—No, soy un empleado de su agencia, su chofer está de vocaciones.
—Eso lo explica todo— susurró Raúl.
—¿Como?— Alejenandro fingió no haber escuchado, sabía que no había sido un buen chofer, mejor no decir nada.
—Nada, nada. Y ¿como has dicho que te llamas?

No lo dije— aprovechó de un coche que estaba aparcando y se volvió, regalandole su sonrisa encantadora, la que utilizaba sólo con las chicas a las fiestas —Soy Alejandro, pero puedes llamarme Ale.
Él lo miró por unos segundos, luego volvió a mirar su móvil —Vale— Alejandro habría jurado ver sus mejillas coloreas un poco. No sabía porque, pero esto lo dejó muy satisfecho. Habría querido ver esas mejillas rojas como el fuego.
—Y tu ¿en que trabajas?
—En una agencia de viajes.
—¿Y donde vives?
—En Tenerife.
—¡Anda! Mi abuela también vive ahí, pero hace mucho que no la veo.
—Tendrías que aprovechar lo más posible con ella o algún día te arrepentirás de no hablerlo hecho.

Llegaron a sus destino y Alejandro dejó el coche en frente a la puerta de la agencia. Bajó y abrió la puerta detrás para dejar que el chico bajara. Él mirando hacía la agencia, no vio el escalón que había delante y habría caído Alejandro no hubiera cogido su brazo para ayudarlo.
Fue todo rápido y se encontraron muy cercanos. Entre las caras había poco centímetros. Alejandro se perdió en el mar que había en los ojos de él, sintiendo su instinto despertarse. Se volvió nervioso y se alejó.
—Cuidado— dijo y luego volvió en el coche —Voy a aparcar el coche. Puedes decir a Alicia que esta tarde voy al NarajaRosa para finalizar las cosas para mañana.
Dijo todo sin mirar el chico, que todavía estaba mirandolo sin aliento.
Se fue, asustado de las emociones que había sentido por otro hombre. Tenía que descansar, eso era su problema. Su cuerpo empezaba a darle señales muy raros, así que era mejor dormir un poco y irse a esa discoteca. Había unas camareras muy guapas que lo miraban como si fuera una tarta de chocolate. No habría salido de ahí sin una de ellas. Una chica.

La fuerza de tus palabras - Alejandro y RaúlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora