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Raúl se había inmovilizado. Se sentía como si su cuerpo hubiera vuelto piedra. Seguía mirando la pantalla de su portátil, detras de las gafas negras que sólo ponía para leer. La sangre en sus venas parecía hielo. El día anterior había sido perfecto, maravilloso, pero ahora su mundo había vuelto a la oscuridad. Con Alejandro siempre era así, unos días de sueño y unos días de pesadilla. Intentó tranquilizarse y acordar que había pasado la semana anterior.

Alejandro había estado muy contento porque un chico le había pedido de organizar una fiesta para su nuevo local. No se acordaba si Alejandro le había pedido ir u no.
Claro que me lo pidió....
U no...no me acuerdo, pero yo no habría ido, odio esas fiestas. Todo el mundo se emboracha y acabo siempre con unas chicas que intentan quitarme los pantalones.
Suspiró, mirando otra vez la pantalla. Estaba en su facebook y seguía mirando las fotos de esa fiesta. Había un montón de gente. En tres fotos había Alejandro, siempre con dos chicas de pelo moreno a su lado. En la última, una besaba su cuello, y la otra tenía su mano sobre sus pantalones. Su cerebro intentaba decirle que no había pasado nada, que sólo habían intentado sedicir su hombre, pero él las había rechazado. Estaba seguro de eso. Bueno, una parte de él lo estaba. La otra quería tirar el ordenador por la ventana, gritar y llamar ese cabrón para decirle....
¿Que voy a decirle? Nada, no digo nada, solo lo mato. Hijo de puta. Eso suena bien. Le diré eso. No, no quiero verlo. U si. Quiero una explicación. Pero ¿si me doy cuenta que me miente? Mi corazón se destrozará otra vez. Moriré.

****

Alejandro llegó unos minutos después que él le enviara un mensaje para felicitarlo de esas fotos. Raúl se quedó mirando la puerta sin abrirla.
—Raúl, se que estás ahí, puedes abrir, ¿por favor?

—No quiero verte.

—Si no hubieras querido verme no me habrías escrito.
Suspiró. Tenía razón. Ese chico tenía siempre la maldita razón. Como podía leerlo tan profundamente. Lo conocía desde poco tiempo, pero sentía que lo entendía más de cualquier otra persona. Abrió la puerta.
—Cariño...
—No me llames cariño y pasa, no quiero que todo el mundo sepa mis cosas.
Alejandro lo miró preocupado y entró. Se bloqueó mirando las fotos en las paredes.
—¿Ya has colgado nuestras fotos?— su mirada se había convertido en feliz y esperanzosa.
—Si— contestó enfadado —Aunque creo que las quitaré muy temprano.
—Cariñ...— se interrumpió cuando él le lanzó una mirada irada —Esas fotos, no significan nada.
—Claro, y ¿esas dos que estan contigo quiénes son? ¿Tus primas?
—Raúl...
—¿Que ha pasado? Dimelo y luego vete por favor, dejame en paz— su voz estaba muy roca y sus ojos llenos de lagrimas que no querían salir antes del otro.
Alejandro se acercó y, aunque Raúl intentara alejarlo, consiguió tomar su rostro entre sus manos —No ha pasado nada. Mira mis ojos, no pueden mentirte, porque conocen la paz y la verdad sólo desde cuando cruzaron los tuyos.
Raúl lo miró con el respio entrecortado.
—Pero esas fotos...
—Las dos no me dejaron en paz por toda la noche, así que hice esas fotos para que me dejaran hacer mi trabajo, sólo che en la última se pasaron. Me he enfadado y me he ido en seguida, después de haber comprobado que todo iba bien y podía volver a mi casa.
—¿Porque no me dijiste nada?
—No se me dormí y la mañana siguiente las había olvidado...lo se, me he equivocado. Tenía que contartelo esa noche, pero u estabas durmiendo y yo sólo pensé que era mejor ir a mi cama.
—Tu cama tiene que ser la mía.
—¿Como?— Alejandro abrió los ojos, sorprendido, mientras su corazón latía siempre más veloz.
—No tienes que esconderme nada, nunca más.
—Claro.
—Tienes que venir aquí cada noche y contarme todo, siempre.
—Siempre.
Raúl apoyó su cabeza sobre el hombro del chico, que le estaba enfrente.
—Ahora tranquilo u tu corazón va a explotar.
—No importa, solo tiene que hacerlo por ti.
Raúl respiró el perfume de su chico. Y empezó a acariciar su espalda. Bajo su mano sentía cada músculo y nervio tensarse por su pasaje.
—Relájate, siento tus músculos tensarse.
—No puedo, es la manera de mi cuerpo de decir que me estas tocando. Nunca me había pasado con nadie.
Raúl lo miró intensamente por unos segundos que parecieron años.
—Bésame Alejandro, necesito sentirte. Necesito saber que eres mio y de nadie más y que yo soy tuyo y de nadie más.

La fuerza de tus palabras - Alejandro y RaúlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora