Unos meses después...
Alejandro estaba sentado, mirando el mar, mientras esperaba Raúl para ir a cenar. Pensaba a cuanto había cambiado su vida en unos meses. En Martha y su amor por Diego, siempre había sabido que iban a estar juntos, aunque en algunos momentos no había parecido así. Habían vivido todos juntos, pero ahora Martha y su nueva familia se habían mudado en otro piso. Vivían cerca, pero echaba de menos María. Cada día se tiraba sobre él en la cama, para despertarlo. Era la manera mejor de despertarse. La amaba. Aunque no tuvieran la misma sangre, cuando ella llagaba llamandolo Tío Ale, su corazón se llenaba de satisfacción y amor. Su vida iba muy bien, pero en algunos momentos algo mas parecía faltar.
—Hola cariño— la voz de Raúl llegó detrás de su espalda.
—Hola— sonrió felíz.
—¿Que tal?
—Muy bien ahora que te veo.
—¿Vamos a casa?
—No, no. Quiero comer contigo en un sito que no conocía. Una esposa me habló de este restaurante. Es muy pequeño, casi como una habitación y tiene atmósfera para las parejas.
—Parece hermoso.
—¡Solo lo será cuando lleguemos nosotros!
Raúl río y los dos se fueron.****
El restaurante estaba precioso. Todo era muy sencillo: las mesas, las sillas, los retratos en las paredes. Los camareros eran gentiles; uno de ellos los acompañó a una mesa en un rincón, donde había unas cortinas que los separaban de los demás.
—Oh, Ale. Esto es...¡guau! ¿Como conseguiste esta mesa?
—Reservandola con un mes de adelanto
Raúl lo miró sorprendido.
—Y ¿cuando lo abrieron?
—Me han dicho que tiene algo como veinte años.
—Nunca supe que existía.
—Porque todavía no habias encontrado quién te valoraba como mereces.
Raúl sonrió. Alejandro conseguía decirle cada día algo que llenaba su corazón de una fuerte sensación caliente. Nunca había sentido algo parecido, pero empezaba a enteder lo que significaba.
Una hora después estaban comiendo unas papas muy buenas y riendo de los clientes raros de la agencia o de los pedidos raros de los novios para sus bodas, cuando Alejandro se levantó para dejar abierta la cortina para que llegara un poco de aire fresca.
—Cariño— Alejandro volvió a sentarse y empezó a acariciar su mano —Quería decirte algo importante.
—Dime
—Bueno— se puso nervioso de repente — Yo...solo quería decirte que te...
La cara de Raúl volvió blanca como la nieve que colora el Teide cada invierno, Alejandro se dio cuenta que de repente el chico miraba por otro lado y luego el suelo.
—Oh Dios— susurró.
—¿Que pasa? ¿Estas bien?
—Oh mierda.
—Raúl, ¿que pasa?
—Están aquí.
—Pero ¿quien?
—Juan y su mujer.
Alejandro quedó sorprendido. Sabía quién eran esas dos personas, lo que habían hecho con el corazon de su amor. Por su culpa él había tenido que ganarse con paciencia y dificultad la confianza de Raúl. La ira se apoderó de él, que empezó a mirar la pequeña habitación, no logrando verlos.
—¿Donde estan?
—Ahí en la entrada.
Raúl volvió su cabeza y ahí los encontró. Una mujer y un hombre de más o menos cuarenta años. Su odio empezó a viajar entre sus venas. Volvió a mirar Raúl, estaba ahí, asustado y avergonzado, mirando la mesa.
—Lo siento.
—Raúl, mi amor— Alejandro lo ayudó a levantar su cara con la mano, para mirar sus ojos profundos, esos ojos que le habían regalado paz —No tienes la culpa de nada y sobretodo no tendrías que avergonzarte de nada. Ellos tendría que hacerlo, son basura y tu eres una persona maravillosa.
Raúl sonrió muy poco convencido.
—Si quieres vamos a cerrar las cortinas y cuando se habrán sentado iremos a casa.
—Gracias.
Unos minutos después, el camarero llegó con la cuenta.
—¿Raúl?— la pareja estaba pasando cerca de la mesa de los chicos, cuando el camarero había abierto las cortina
—¿Que tal?— siguió el hombre —Mira mi amor, Raúl, ¿te acuerdas de él?
—Claro, claro— la mujer sonrió, estudiandolo —Tenías razón Juan, es muy guapo.
—H-hola— Raúl se sentía como si su voz se hubiera apagado.
Alejandro miró la escena desconcertado. Esos dos tenía muchos problemas. Se aclaró la garganta, pero ellos seguían ignorandolo.
—Hola— ellos lo miraron como si hubiera aparecido en ese momento.
—H-hola— Juan parecía muy sorprendido y molesto.
—Soy Alejandro...
—Mi novio— la voz de Raúl llamó la atención de los tres que se quedaron unos segundos sin hablar. Alejandro sonrió, empezando a buscar el dinero en su bolsillo.
—¡Que bien! Estamos muy felices para ti— la mujer habló contenta, pero su marido seguía callado, mirando los dos chicos con una cara un poco enfadada.
—Bueno, será mejor que vayamos a casa— Alejandro empezó a levantarse, descubriendo ser mucho mas alto que Juan.
—¿Viveìs juntos?
—Claro que si.
Los dos se fueron, dejando el hombre con una cara tonta.
—Gracias Ale.
—No he hecho nada.
—No sabía que decir.
—Les ha dicho lo más importante— Raúl lo miró confundido —Que tienes novio. Ahora sabe que no tiene que acercarse a ti.
—No me importa de él, Ale. Sólo de nosotros.
—Lo se, pero si vuelve a acercarse a ti lo mataré.
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La fuerza de tus palabras - Alejandro y Raúl
FanfictionAlejandro tiene los ojos verdes, el pelo rubio y un cuerpo perfecto. Es hermoso, inteligente y tiene un trabajo que le gusta. Cada noche una chica diferente duerme en su cama, pero él se siente vacío, como si estuviera perdiendo algo... Una noc...