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R: ¡Buenos días! Sólo quería decirte que mis ojos no son negros, si no marrones.

Alejandro se despertó con ese mensaje y una sonrisa sarisfecha y feliz se dibujó en su rostro. No contestó enseguida, sólo porque quería aprovechar de ese momento. Raúl había escrito por primero y eso no habría pasado muy de repente. Fue a ducharse y cuando volvió, fue muy sorprendido en ver que había otro mensaje de él.

R: Bueno son de ese marrón tan obscuro que parece negro, pero no son negros. Además, no veo que hay tan bonito en mis ojos, son tan comunes.

Ale sonrió, habría querido no contestar, pero no podía dejar que él pensar de ser común, porque no lo era. Era muchas cosas, pero no era común.

A: Son especiales porque el alma que comunica con esos ojos es marvillosa, única, intensa. Es el alma que me ha raptado el corazon.

R: Eso lo dices a todas las chicas que traes a tus fiestas?

Ale suspiró. Hacía mal que él pensara sólo eso, pero se lo merecía. Había hecho sufrir un montón de mujeres en su vida y ahora la vida estaba pidiendo la cuenta. Pero podía conseguir que él cambiara de idea.

A: Nunca lo dije a nadie y nunca lo diré a nadie más, pero si me lo permites seguiré diciéndolo a ti todos los días de nuestra vida.

Volvió a leer el mensaje antes de enviarlo. Era muy explícito, pero no quería perder tiempo. Raúl tenía que entender que él iba en serio y que sua sentimientos eran verdaderos y profundos. Nunca se había arrastrado por nadie, pero para Raúl lo habría hecho. No contestó a su mensaje, pero estaba seguro que habría pensado en él todo el día.
Mientras se secaba el pelo escuchó unas voces discutir y salió de su habitación, preocupado. Encontró Mario y Alicia que discutían.
—Lo siento, sabías que esto no iba en serio— decía Alicia.
Stronzate! ¡Tu sólo tienes miedo de lo que hay entre nosotros!
—Mario, mañana vuelves a tu país. Mi trabajo está aquí, sabíamos que esto no era para siempre.
—Iré sólo para arreglar algunas cosas y volveré. Puedo buscar trabajo y ir a Roma sólo para hacer los exámenes.
—No te lo puedo pedir. Tu vida está ahí,
Mario la miró fijamente por unos minutos.
—Vete a la mierda Ali, cuándo te darás cuenta que me amas no vengas por mi! Sigue con tu vida vacía, con eso hombres que parecen dioses griegos y no tiene ni corazon, ni cerebro. Que vas a hacer conmigo? Con esto gordo italiano?
—Mario...— empezó ella, pero sus palabras murieron en su boca, porque él se había ya ido su habitación, cerrando la puerta.
Alejandro quedó en silencio, con Jean que lo miraba incomodo.
—¡Vaya, esto es mejor que un culebrón!— susurró el francés. Alejandro le lanzó una mirada mala y volvió a mirar Alicia, que afortunadamente no lo había escuchado.
—Ali, vamos. Te ofrezco el desayuno a la cafetería de la esquina.
Ella lo miró, como si no se hubiera dado cuenta de que estaba ahí.
—Yo...Mario...— suspiró entristecida —Vale, vamos.
En la cafetería había mucha gente, pero estaban todos de prisa, así que encontraron una mesa y se sentaron. Quedaron quince minutos sin hablar, hasta que Alejandro decidió distraerla.
—He robado el número de Raúl de tu móvil y le estoy enviando mensajes.
—Lo se, me ha llamado enfadado porque pensaba que yo te había dado el número.
—Oh, lo siento.
—No te preocupes, yo te lo habría dado!
—Estoy intentando conquistarlo, pero no quiere dejarme entrar en su corazón.
—Ese corazon tiene una larga historia de sufrimiento, así que no será fácil.
—Que le ha pasado.
Ella lo miró por unos minutos.
—Si él sabe que te he dicho esto, me va a matar, así que no te dije nada.
Él asintió con su cabeza.
—Ha encontrado, hace un año, un chico, Juan. Estaba casado, pero le había dicho que se había dado cuenta de que era gay. Han pasado seis meses, Raúl estaba enamorado, y él seguía diciendo que iba a dejar su mujer.
—¿Y que ha pasado?
—Ha pasado que los hombres nunca dejan sus mujeres. Dijo que había sido sólo una aventura, que había querido ver como era estar con un hombre. Y su mujer lo sabía, pero estaba tranquila que sólo era para cambiar un poco sus rutinas.
—¿Pero que clase de gente son?
—De mierda, y lo peor es que se creen los "normales".
—Lo siento tanto por él.
—Dale tiempo— dijo Alicia levantandose —Y sigue con mensajes y atenciónes. Por ejemplo, pasado mañana es su cumple. A ver que se te ocurre.

La fuerza de tus palabras - Alejandro y RaúlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora