BlancaNieves 7

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Gruñón estaba sacudiendo a Sam de los hombros (estaba subido a una silla, claro)

-¡ESPERANDO? -gritó- ¡¡NO PODEMOS ESPERAR!!

-Claro que pueden -respondió quitándose las manos del enano- déjenla afuera, ningún principe entraría a una choza -hizo una pausa y desvió la mirada-, ellos prefieren los castillos -masculló.

-A fuera... -repitió el sabio- tiene razón, Caperucita, el príncipe núnca entraría aquí.

-Caperucito -dijo tociendo falsamente-Entonces, si ya entiendes, ¡ven a ayudar con ella! Como es de... "la realeza", necesitamos algo cómodo para cuando despierte -sonrió.

-Buena idea, Sam -el Lobo le acarició la cabeza.

-O -agregó Sam- la podemos dejar recostada en el pasto.

-¡En algo cómodo! -dijo el Lobo, agarrando por detrás a Sam y llevándolo fuera de la choza.

-Hey... -hizo puchero.

-Ella nos trató bien, ahora es nuestro turno -sonrió.

-... Bueno... Tienes razón -suspiró Sam.

El Lobo le dió una orden para que se quede ahí, y entró con los enanos.
Pasaron unas horas.
Largas horas.
Hasta que por fin salieron los ocho, cargando una gran caja de cristal.
Caperucito sonrió y les aplaudió sin ganas.

-¡Muy bien! Pero si entierran eso, se va a romper.

-¿Enterrar? -dijo el tonto- ¡la vamos a enterrar?

-¡No! -gritó el gruñón- Este niño es un estúpido, no le hagas caso.

-¿Estúpido? -Susurró Sam, mientras lo miraba de mala gana- disculpa, ¿qué dijiste? -se acercó dos pasos hacia el enano.

-Te dije estúpido, ¿o no entiendes el español? -también dió dos pasos.

-Claro que lo entiendo -se agachó hasta estar a la altura de su rostro- ¿y tú? Dime si entiendes lo que te diré ahora... Me vuelves a insultar, y los siete enanos serán mágicamente seis.

-Si es que puedes, niñita.

Sam, con los ojos en llamas lo agarró de la nariz y la apretó.

-¡¡QUE NO SOY NIÑA!!

Gruñón se soltó, y con la chispa en la mirada, agarró a Sam de la caperuza y se la quitó de un tirón.

-Vamos, niño, busca tu caperuza, o pero ten cuidado con tu vestido, no vaya a ser que se manche.

Sam se miró el vestido, se le notaba una gota de sudor en la mejilla.

-No me importa esa caperuza barata, no es mía, al igual que este tonto vestido -corrió dentro de la casa y se encerró en la habitación de los enanitos.

-Muy bien, enano, ya lo hiciste molestar -suspiró el Lobo, caminando tranquilamente a la habitación y entró- Sam, ve y disculpa... Te.

Sam estaba semi desnudo, su vestido estaba algo arañado y tirado bajo él.

Hubo un gran silencio, hasta que Sam reaccionó.

-No soy mujer, no pongas esa cara -suspiró.

-Ah... -estaba rojo- b-bueno.

-Cierra -dijo mientras se tiraba boca arriba en una de las camas.

El Lobo cerró, su corazón latía a mil por hora.

-Sam... ¿no quieres volver a ponértelo?

-¡No! -gritó sin hacer mucho ruido.

-Vamos... -juntó una cama junto a la de Sam y se sentó- sé que eres un chico, y que no te gustan los vestidos. Pero no debes vivir desnudo para toda tu vida -dijo con una pequeña sonrisa en la cara, al ver que Sam estaba serio, la escondió-. Mira... Si te soy sincero, seas hombre o no, ese vestido te queda bien -volvió al tono rojo.

Sam lo miró, al ver su cara de tomate, sonrió y se sentó junto a él.

-¿En serio?

-S... -vió su sonrisa- sí.

Rió mientras apoyaba su cabeza en el brazo del Lobo.

-Deja que los enanos encuentren solos al príncipe.

-Me olvidé de ellos... -pensó él.

-Está bien -susurró mientras besaba la cabeza de Sam.

Caperucito Rojo (Yaoi/Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora