Hansel y Gretel 1

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   Sam abrió sus ojos, se encontraba en una pradera. Pero esta vez notó un camino de tierra y escuchó unas pequeñas risas.
   -Lobo, sigamos el camino -dijo sin mirarlo al rostro.
   Ambos siguieron las voces hasta llegar a una pequeña cabaña. A su alrededor habían dos niños de la edad de Sam jugando. Se detuvieron de golpe al ver al Lobo y a Caperucito. La chica, demostrando valentía, se acercó hacia Sam y le tomó de la mano.
   -Un gusto -dijo a ambos, cambiando la mano de Sam por la del Lobo-. Mi nombre es Gretel, y él es mi hermano Hansel... -esperó a que su hermano saludara, al no ver que hiciera un movimiento se acercó a él y lo empujó hacia Sam, haciendo que ambos chocaran.
   -Perdón... -dijo mientras subía lentamente su mirada, se detuvo luego de ver los amarillentos ojos de Sam. Se quedó perplejo, hipnotizado por su color y belleza.
   -No te preocupes -dijo él, agarrando los hombros de Hansel, separándolo un poco.
   El Lobo notó la actitud del chico hacia Sam, molesto se puso frente a este y les preguntó a ambos.
   -¿Este es vuestro hogar?
   -¡Sí! -dijo Gretel-, vengan, conozcan a nuestros padres -corrió hasta la puerta, colocó su mano en la perilla y se detuvo al escuchar las voces de sus padres.

   -No podemos hacer otra cosa. Los dejaremos en el bosque con la esperanza de que alguien de buen corazón y mejor situación que nosotros pueda hacerse cargo de ellos- dijo la madre.

   Todos lo escucharon. Los tres niños se miraron entre ellos, pensando que podrían hacer. El Lobo rodó los ojos al ver que Sam se sentía parte de la familia.
   -No te preocupes, Gretel -dijo Hansel-. Encontraré la forma de regresar a casa. Confía en mí.

   Al día siguiente fueron los seis al bosque (el Lobo y Sam escondidos entre las hierbas). Los niños se quedaron junto a una hoguera y no tardaron en quedarse dormidos. Al despertar no había rastros de sus padres y Gretel comenzó a llorar.
   -Tranquila, hermana. He dejado pedacitos de pan a lo largo del camino, solo debemos esperar a que la Luna salga y así podremos volver a casa.
   -¿Funcionará? -preguntó Sam al Lobo.
   -Tú sólo observa...
   Ambos se sentaron junto a los niños, frente a la hoguera. Los cuatro esperaron a que la Luna salga.
   Finalmente, al caer la noche, juntaron todas sus energías para volver a casa... Pero no estaba el rastro de pan: se los comieron las palomas.
  

Caperucito Rojo (Yaoi/Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora