Cenicienta 3

983 121 16
                                    

Más tarde, una noticia había llegado a los oídos de Cenicienta: el príncipe estaba buscando a su princesa, la bella chica de zapatos de cristal. Al oírlo, salió rápidamente de su cama y despertó a Sam y a el Lobo.

–Chicos, el príncipe me está buscando -dijo más que emocionada.

–¿En serio? Eso es genial, Cenicienta -susurró el Lobo.

–Cinco minutos más -murmuró Sam mientras se tapaba aún más con las sabanas.

–Vamos Sam, ¡hay que salir rápido! -corrió hacia la puerta e intentó abrirla. Eso, intentó, pues no resultaba. Estaba trabada-. Chicos...

–¿Qué ocurre? -dijo Sam, mientras se sentaba en el borde de la cama.

–No se abre.

–¿Qué!

–¡No se abre! -forzó más y más, hasta que de detuvo al escuchar la voz de una de sus hermanas.

–Lo siento, hermanita... Mamá dijo que lo haga -la voz de Anastasia era suave y preocupada.

–Maldita... -murmuró Cenicienta.

–En verdad lo siento.

Cenicienta golpeó una y otra vez la puerta, hasta que sus nudillos quedaron rojos.

–Tranquila, ya nos sacaran -dijo el Lobo agarrandola por los hombros.

–¡Tengo que ir ahora! ¡Este puede ser mi final feliz, Lobo!

–Lo sé -suspiró.

–¿Por qué no salimos por la ventana? -preguntó Sam mientras la abría- estamos en el segundo piso, además la piedra con la que está hecho este lugar es buena para escalar. Así que...

–Buena idea, Sam -sonrió el Lobo.

-Primero tú, Lobo, luego Cenicienta.

–Está bien -dijo y sacó un pié por la ventana, miró a Sam y luego salió completamente por esta.

–Ahora tú -dijo Caperucito.

–Está bien -respiró hondo-, está bien...

Unos tacones se escucharon, se estaban acercando a la habitación. Cenicienta, más que asustada, salió rápidamente por la ventana.
Metieron la llave, Sam, en vez de salir, cerró la ventana y rápidamente con las almohadas y un poco de ropa hizo como que ellos estaban dormidos en sus camas.

Se abrió la puerta, la madrastra de Cenicienta se le quedó mirando.

–Necesito que estés fuera de esta habitación, así le abres al príncipe. Está a punto de venir -miró a las camas-, ¿siguen durmiendo?

–S... Sí. -tartamudeo él mientras bajaba su mirada.

–Mejor. Vamos.

Los dos salieron de la habitación y Sam se quedó esperando frente a la puerta.
Maldita sea... Ahora tendría que estar allí. Con ellos, ¿me estarán esperando? Seguro Cenicienta le avisó al Lobo, así que... No hay problema, ¿no?

Unos golpes despertaron a Sam de sus pensamientos. Tenía la esperanza de que fueran sus amigos, al abrir la puerta se encontró al príncipe.

–Buenos días, vengo a -iba a continuar, pero Sam no lo dejó.

–Viene a buscar a las princesas para encontrar a la mujer con la que bailó anoche, ¿no?

–Sí -sonrió-, si me permites... -entró y vió a dos jovenes y una anciana haciendole reverencia.

–Ellas son mis dos hijas, Drizella y Anastasia. Saluden, hijas.

–Un gusto, príncipe -dijeron al unísono.
–El gusto es mío -ninguna de ellas dos es la chica con la que baile, pero por si acaso, pruebo- ¿están listas para probar el zapato?

–Sí -dijo Anastasia.

Las dos se sentaron en la escalera y el príncipe probó con cada una. No les entraba. Las dos jóvenes estaban asustadas, no funcionó como su madre quería. Ellas recibirían un castigo.

–No lo son... -suspiró el príncipe-, lo siento por molestar.

–No hace falta que te disculpes -dijo Sam-, igual, la chica que buscas está -la madrastra pellizcó a Sam-. Auch -susurró mientras se sobaba.

–¿Dónde está?

–Salió del castillo hace una hora -dijo rápidamente, pero igualmente él entendió.

–Gracias -sonrió y salió rápidamente de allí.

–Eres un idiota, niño...

–¿uh? -la madrastra lo golpeó.

Él cayó al piso. Ella lo durmió.

Caperucito Rojo (Yaoi/Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora