Ariel 2

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Sam no solo estaba asustado por no saber nada, estaba furioso, pero no sabía el porqué.

-Tranquilo... Ya has visto a el Lobo nadar... Tú puedes... -pensaba.

Comenzó a ver borroso, pero no estaba mareado. Comenzó a llorar, tuvo la suerte de que sus lágrimas se juntaban con el agua del mar.
Miró arriba, el Lobo y Ariel estaban nadando hacia él. Pero sabía que no iban a ir con él. Torpemente, Sam, comenzó a nadar más rápido.

-¡Sam! ¡nada más lento! -le gritó el Lobo.

-Ni en sueños... -se susurró Sam, mientras seguía al mismo ritmo.

-Agh... Éste niño... -dijo el Lobo entre dientes.

-No te molestes, Lobo, mantén la calma -dijo ella- es solo un niño.

-... Tienes razón -suspiró- pero es que, siento como si él estuviera molesto.

-¿Y por eso debes hablarle así? -soltó una carcajada- que extraña forma de amar.

-Yo no le diría amor -dijo mientras miraba a Sam- tal vez solo lo aprecio.

-¿Por qué lo aprecias?

-... -se quedó en silencio y sonrió- es un secreto.

-Ajá -volvió a mirar en su camino.

Sam se detuvo y Ariel miró al Lobo y a Sam.

-¿Si no es admiración?

-¿Eh?

-Si lo que sientes por Sam no es admiración, ¿que pasará?

Se borró la pequeña sonrisa que tenía en el rostro.

-Nada. No funcionaría.

-¿Por qué?

-(Tendré que morir) seguro no sentiría lo mismo.

-No te desanimes, estoy segura de que él también siente algo por ti -sonrió- ¿no notó que está celoso? -pensó.

Los tres se reunieron.

-Muy bien, chicos, gracias por acompañarme. Pueden irse.

-Nos quedaremos -dijo Sam.

-¿Seguro? -preguntó Ariel- ¿por qué?

-Tengo que terminar este fastidioso cuento -susurró- Por las dudas, princesa. No quiero que le pase nada malo.

El Lobo escuchó el susurro de Sam.

-Yo también no quiero que le pase nada, Ariel -Sam lo miró de mala gana.

-Gracias, a los dos -sonrió.

Ella entró al palacio. Sam y el Lobo se quedaron a unos pocos kilómetros.

-¿Qué te pasa, Sam?

-Nada.

-Tienes los ojos rojos, ¿lloraste?

Bajó la cabeza.

-No...

-Sam... -lo abrazó con fuerza, la suficiente para mostrarle que estaba preocupado- te quiero.

Su corazón palpitó a mil por hora, su cara estaba roja y estaba al borde del lagrimeo.

-Y yo... -dijo con la poca voz que tenía y le correspondió el abrazo.

-Vamos a terminar este cuento bien, ¿si? -le susurró en el oído.

-Sí...

Se separaron, y se volvieron a sonreír, como hicieron en el mundo de BlancaNieves.

Caperucito Rojo (Yaoi/Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora