Eran las doce de la mañana del día siguiente. Mis hermanas y yo nos encontrábamos en el vestíbulo del palacio, esperando a que mi padre acabara de hablar con los guardias de seguridad para concretar los últimos detalles del viaje. Estábamos algo lejos de él, pero aun así podía oírle. El hombre con el que se encontraba era el jefe de la guardia real de palacio, el soldado William. Le decía que, pasase lo que pasase, mis hermanas y yo estuviéramos a salvo en cualquier momento, y se lo decía con un tono severo y estricto, el mismo que usaba conmigo cuando de pequeña me decía algo y yo ignoraba por completo sus palabras. Pero dudaba que el solidado William estuviera ignorando sus palabras, al contrario, parecía que estaba memorizando cada letra que le decía. Tras otros cinco minutos de órdenes e indicaciones por parte de mi padre al soldado, este asintió y se fue, y mi padre se acercó a nosotras.
-Ya es la hora de que nos vayamos -dijo con un deje de tristeza en la voz.
Pero yo me di cuenta de que solo estaba él.
-Papá, ¿y Arthur y Emily? -pregunté frunciendo el ceño.
-Querían despedirse de su hijo en privado, no creo que tarden mucho más -dijo, mirando su reloj de muñeca, el mismo que le habíamos regalado por su cumpleaños el año pasado, y que no se había dejado de poner ni un solo día desde entonces.
Y, efectivamente, no se equivocaba. A los pocos segundos, oímos unas voces al final del pasillo principal del palacio, el cual estaba conectado al espacioso vestíbulo de la entrada. Los reyes, acompañados de Christian, giraron una esquina del pasillo, permitiéndonos verles a la perfección. El rey Arthur caminaba con la vista perdida, probablemente sumido en sus pensamientos, y la reina Evelyn le decía algo a Christian, y este ponía los ojos en blanco, lo que me hizo sonreír. Seguramente le estuviera echando la tapiza charla que lesdan las madres a sus hijos e hijas cuando se van a separar de ellos.
Llegaron a nuestra altura, y empezó, como yo le llamo, ''el ritual de despedidas''. Mientras los reyes de Francia siguieron hablando con su hijo, mi padre se acercó a nosotras, empezando por Bianca:
-Papá, ¿de verdad tienes que irte? -preguntó apenada.
Vi como sus ojos se cristalizaban, recordándome la noche que habíamos pasado entre las cuatro: normalmente, cuando nuestro padre nos comunicaba que tenía que irse de viaje, lo hacía al día siguiente, y toda la noche entre el día del comunicado y el de la partida, Bianca no dejaba de llorar. En mitad de la noche había aparecido en mi habitación con el rostro rojo y los ojos hinchados de tanto llorar, y sin decir nada más se metió en mi cama y siguió llorando mientras la abrazaba. Como ya había hecho otras veces, llamé a Laura y a Roxi para que les dijeran a Sofía y a Emma que fueran a mi habitación, y así acabamos las cuatro abrazadas mutuamente y echadas en mi cama mientras consolábamos a Bianca. En momentos como aquel, daba gracias a que mi cama fuera tan grande y amplia.
-Lo siento cielo, pero es necesario. Te prometo que no tardaré mucho, y te traeré un regalo, ¿te parece?
A Bianca, como a cualquier otra persona, la encantaban los regalos. Pero en aquel momento eso le daba igual. Asintió apenada y abrazó a mi padre. A pesar de que ya tenía doce años, aun le llevaba a mi padre por la altura del estómago.
-Te quiero -dije ella, pero no se la entendió muy bien ya que tenía su rostro contra el cuerpo de mi padre.
-Y yo a ti, Bibi -le dijo, llamándola por su mote cariñoso, dándola un último abrazo antes de separarse y acercarse a Emma.
-¿Seguimos sin poder hacer una fiesta? -preguntó ella entrecerrando los ojos. Mi padre soltó una pequeña carcajada, y después la rodeó con sus brazos, atrayéndola hacia él.
ESTÁS LEYENDO
The Crown (Parte 1)
Teen FictionOlivia Federck, princesa de España, lleva toda su vida preparándose para ser reina. Pero un desafortunado trato con el país vecino la obliga a casarse con el príncipe Christian Dumont, heredero al trono francés. Olivia no solo tendrá que demostrar...