Capítulo 25

210 9 0
                                    

Christian se fue aquella misma mañana. No hubo una gran despedida, ni reporteros ni cámaras haciendo miles de fotos, principalmente porque mandamos un breve comunicado a las cadenas de comunicación de que el príncipe Christian Dumont de Francia había decidido regresar a su país por motivos personales después de que se fuese.

Solo estuvimos nosotros, es decir, mis hermanas y mis amigos, cuando le despedimos. Un breve abrazo a cada uno, y una mirada fugaz con una promesa silenciosa para mí antes de que se metiera en el coche y se fuese.

No entendía por qué me sentí tan mal cuando vi el coche desaparecer calle abajo. Al fin y al cabo, todo lo que había querido desde el principio era que él volviese a su casa, a Francia, y poder recuperar a si mi vida; pero ahora...

―Siento mucho lo que pasó con tus abuelos, de verdad ―dijo Drían a mi lado, apenado.

Asentí, pero mi cabeza estaba muy lejos de mis abuelos. Solo podía pensar en Christian, en que ya no estaba y en aquella extraña sensación. No sé si volveré, había dicho; ¿Y si era verdad? ¿Y si no volvía a verle en mucho tiempo, o nunca?

―Liv, ¿seguro que estás bien? ―me dijo, poniendo una mano en mi hombro para que me detuviese―. Porque comprendo perfectamente que no quieras hablar de ello, me refiero... es tu familia, y nunca os habéis llevado muy bien con ella.

Me sacudí su mano del hombro, disimulando el gesto cogiendo las solapas del abrigo que llevaba puesto sobre el vestido y tapándome más con él. Estábamos a mediados de noviembre, hacía un frío que pelaba y aun así había preferido ir a dar un paseo por los jardines desiertos que estar calentita dentro del palacio.

―Sí, estoy bien, ya te lo he dicho.

Él asintió, pero pude ver en su mirada que no me creía. Drían podría llegar a ser a veces muy inocente, pero me calaba como nadie: sabía que me pasaba algo, y lo normal sería que le contase todas mis preocupaciones, pero aquella vez era algo muy diferente. No podía soltarle algo en plan <<oye, que no estoy segura de si me gustas como yo te gusto a ti, porque hay cierto príncipe que me tiene loca y con el que me he estado morreando esta misma mañana en mi cama; ah, por cierto, besa mucho mejor que tú>>.

Eh... no, desde luego que no.

No había vuelto a besar a Drían desde aquel día en el armario, y él tampoco había parecido muy interesado en hacerlo. O al menos, si había notado mi comportamiento reacio hacia él, no había dicho nada.

Me sonrió, acariciándome la mejilla.

―Estos días han sido una locura... ―comentó.

―Sí ―dije, suspirando.

Nos quedamos mirándonos el uno al otro en un silencio incomodo, algo que muy pocas veces había pasado antes, por no decir nunca.

―Esto... ―murmuré, apartando la mirada y dando un paso hacia atrás―. Debería ir a trabajar, han llegado unos informes que pedí al parlamento y tendría que echarles un vistazo.

Mentira.

―Claro, yo le prometí a Liam que echaríamos una partida a los videojuegos, así que...

Dios mío, ¿qué demonios nos está pasando?

Nos sonreímos con nerviosismo, antes de dar media vuelta e irse cada uno en una dirección diferente, él solo y yo seguida de los guardias que nos acompañaban siempre a varios metros de distancia. Mi padre siempre había sido muy estricto con nuestra escolta personal, y prácticamente no podíamos movernos por allí sin estar al menos acompañadas de algún guardia, un guardaespaldas, de esos que aparecen en las películas con trajes y pinganillo, o alguna doncella.

The Crown (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora