Capítulo 17

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Levanto la cabeza, pero todo lo que veo son árboles y plantas. Frunzo el ceño: este no es el mismo pasillo blanco de siempre, pero yo sí llevo el camisón blanco. Es... ¿un bosque? No lo sé, está oscuro y no veo más allá de dos metros, pero siento la misma aura negativa de siempre.

Entonces, cuando me voy la vuelta, lo veo. Él. El hombre de mis pesadillas. El de la sonrisa diabólica. Me quedo congelada, porque es como que su presencia se sintiera por todas partes. Me mira fijamente, y entonces sonríe.

―Hola, Olivia.

―¿Quién eres? ―suelto sin pensarlo con un hilo de voz.

―Es cierto, no nos conocemos... ―murmura, mirándose las manos.

Se las miro, y puedo ver un extraño brazalete en su mano derecha.

―Mi nombre es Blake ―dice de pronto, haciendo que vuelva a mirarle.

Pero, esta vez, no está solo. Mi padre está a su lado. Quiero gritar y correr hacia él. Abrazarle y llorar de alegría, está vivo. Pero no puedo moverme.

―¡Papá! ―grito, pero él ni se inmuta―. ¡Papá, por favor, mírame!

Su mirada está perdida, y no se mueve. Es como que estuviera... inmotivado, ido.

―Comienza el juego, princesita. Es hora de cobrar mi venganza.

Dicho eso, da media vuelta y se pierde entre la maleza, seguido de mi padre.

―¡No, espera, por favor! ¡Papá! ―grito desesperadamente, pero ya no les puedo ver.

Entonces, consigo despegar mis pies descalzos del suelo e ir tras ellos, pero es inútil, han desaparecido. Entonces, todo se vuelve negro. Una penumbra me envuelve, y siento como que me estoy cayendo, sin nada a lo que poder agarrarme.

Abrí los ojos de golpe y me incorporar en la cama con la respiración agitada. Me llevé una mano a la frente para apartar los mechones que tenía en la cara, pasándome una mano por el pelo sumamente confundida. ¿Qué acaba de soñar? ¿Por qué mi padre estaba con ese hombre, con... Blake? Era la primera vez que soñaba algo distinto a la muerte de mi madre, pero no había sido mucho mejor.

De pronto, comencé a sentirme sumamente abrumada. No comprendía nada. Suspiré, pasándome ambas manos por la cara antes de mirar el reloj de la mesilla de noche. Las tres y cuarenta y cinco de la mañana, aquello no era nada bueno. Hacía apenas una hora que me había conseguido dormir, y encima soñaba con eso. En apenas unas horas iba a ser la rueda de prensa en la que haríamos publica al resto del mundo la noticia de la desaparición. Me había ido a dormir con aquella idea en la cabeza, y no me conseguí dormir hasta bien pasada la media noche. Ahora estaba segura de que no iba a poder volver dormir.

Volví a suspirar, resignada, antes de bajarme de la cama. Miré mi móvil: tenía varias notificaciones de correos electrónicos, un par de actualizaciones y más mensajes. Lo volví a dejar en la mesilla y después fui al baño. Cuando salí, me dirigí al balcón de mi habitación. Tenía demasiado calor, necesitaba que me diese un poco el aire. Abrí una de las puertas dobles y salí al exterior, dejando el gélido viento de comienzos de noviembre me envolviese. A penas llevaba un pantalón y color rosa y una camiseta blanca de tirantes. Apoyé las manos en la barandilla y me dejé caer ligeramente hacia delante, levantando la cabeza y aspirando profundamente.

―¿Tampoco puedes dormir? ―dijo la voz de Christian en un perfecto francés parisino, asustándome.

Di un paso atrás, alejándome de la barandilla, y miré a mi derecha. Christian se encontraba en el balcón de su habitación, reclinado hacia delante y con los cruzados sobre la barandilla. Tenía el pelo despeinado, se notaba que había dado muchas vueltas en la cama; eso me hizo preguntarme qué aspecto tendría yo. De pronto, me di cuenta del pequeño detalle de que no llevaba camiseta, solo unos pantalones de pijama de color gris. Sus bíceps estaban flexionados, y podía notar desde donde me encontraba su trabajad torso. Aparté rápidamente la mirada, alegrándome de que la luz tenue de las farolas del jardín no fuese suficiente para ver mi sonrojo. Pero, cuando por fin le miré a la cara, no me gustó nada lo que vi. Su mirada estaba perdida en algún punto del horizonte, y tenía un cigarrillo a medio consumir entre sus dedos.

The Crown (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora