Capítulo 22

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―... El antiguo rey Guillermo, su esposa Diana y su hija Maya visitarán hoy el Palacio Real...

Agaché la cabeza sin dejar de mirar las noticias, jugueteando con el collar con un pequeño diamante que siempre llevaba puesto, molesta. Los últimos dos días, todos los titulares habían tratado de eso: mis abuelos, mi tía y su familia nos visitaría. Era como si lo de la desaparición hubiese quedado delegado a segundo puesto solo porque ellos fuesen a venir. Sabía que no podían estar siempre hablando de lo mismo, pero aun así me molestaba que se centrasen más en ellos que mi padre y los de Christian.

Había recibido la llamada de mi abuelo tres días antes, diciéndome que estaba planeando visitarnos en breve. Lo que no pensaba, es que fuese a ser ya mismo, cuando lo último que necesitaba era organizar su visita además de todo el trabajo que todavía tenía pendiente.

Suspiré, cansada, mirando con molestia a Emma, que no dejaba de pasearse de un lado a otro de mi habitación.

―¿Podrías, por favor, estarte quieta? Me estás poniendo de los nervios ―le dije, soltando el colgante de entre mis dedos.

Ella bufó, frustrada.

―Es que no entiendo por qué tienen que venir ahora. Llevamos sin verlos desde agosto, desde tu cumpleaños, y ahora van a venir porque sí, porque el abuelo se levantó con esa idea en la cabeza y la puso en marcha. ¡no me parece justo!

―Es normal que quieran venir, estarán preocupados por vuestro padre ―dijo Sofia, que leía una revista sentada en el sillón al lado de la estantería donde tenía todos mis libros.

―Ya, pero la noticia se ha hecho pública hace casi dos semanas, ¿y vienen ahora? Es que... ¡no lo entiendo!

―Lo que te pasa es que no quieres que la prima Victoria venga ―dijo Bianca desde el suelo.

No me había hecho ni pinta de gracia que viniera a mi habitación, pero Sofía la acompañaba y no hubo manera de echarla. Estaba tumbada sobre la alfombra de pelo que sobresalía un metro de debajo de mi cama, pintando en su blog de dibujo y con los lapiceros de colores esparcidos por doquier. Por supuesto, no me hablaba.

Emma se giró hacia ella, ceñuda y molesta.

―¿Enserio? ¿Y me vas a decir que tú sí quieres que vengan?

Bianca dejó de colorear lo que parecía ser un caballo y levantó la cabeza para mirarla.

―A mí no me ha hecho nada, eres tú la siempre anda diciendo que es una bruja.

―¡Porque lo es! La última vez que estuvieron aquí, me cortó un mechón de pelo mientras dormía para pegárselo a su muñeca, ¡está mal de la cabeza! ―dijo, señalándose el flequillo.

Emma siempre llevaba el pelo rubio muy largo, casi por la parte baja de la espalda, y normalmente suelto. Una mañana se despertó con uno de los mechones que siempre le rozaban la cara cortado a la altura de la nariz, y aunque ella afirmó que había sido nuestra prima victoria, de diez años, nunca se pudo demostrar que fuese ella. Gracias a eso había tenido que ponerse flequillo para disimular la diferencia de altura, y ella siempre había odiado su flequillo.

Negué con la cabeza cuando comenzaron a discutir.

―¡Basta ya, me va a estallar la cabeza! ―dije, masajeándome las sienes.

―Van a venir en un par de horas, así que quiero que os vayáis a preparar ahora mismo. Quiero que vayáis elegantes, y poneros vuestras tiaras.

Ambas gimieron en desacuerdo. Las miré con los ojos entrecerrados.

The Crown (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora