Capítulo 23

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Observé desde el vestíbulo cómo los guardias abrían las puertas de la verja que rodeaba el palacio, y el coche negro entraba a través de ellas. Avanzó a paso lento por la plaza de la armería, una extensión de unos cincuenta metros embaldosada con motivos geométricos, que separaba la entrada del palacio de la verja.

A pesar de que la noticia se había hecho pública aquella misma mañana, a la gente le había faltado tiempo para acudir a la entrada del palacio y recibir a su antiguo monarca con vítores y aplausos

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A pesar de que la noticia se había hecho pública aquella misma mañana, a la gente le había faltado tiempo para acudir a la entrada del palacio y recibir a su antiguo monarca con vítores y aplausos. Las personas se agolpaban contra todo el perímetro de la verja que rodeaba la enorme plaza, con la guardia real paseándose por la carretera a sus espaldas, controlando que a nadie le diera por saltarse la verja o hacer algo que pudiera afectar a nuestra seguridad.

Las cámaras de los reporteros tampoco faltaban. Los presentadores hacían preguntas y metían los micrófonos entre los barrotes, a pesar de que el coche se encontraba mínimo a veinte metros de donde ellos se encontraban, por no hablar de que ni siquiera habían salido del coche, todavía en marcha, lo cual convertía en imposible el cometido de los reporteros por que respondiesen a sus preguntas.

El tiempo estaba revuelto, y amenaza con llover en cualquier momento. Me pregunté cuanto tardaría mi abuela en quejarse por ello. El coche dio media vuelta y se detuvo en paralelo a las escaleras de piedra que daban al vestíbulo. Las puertas de éste estaban abiertas de par en par, y nosotros nos encontrábamos en él. Sofía a la derecha, después Bianca, Emma, yo y a la izquierda del todo, Christian. Una doncella bajó las escaleras y abrió la puerta de la parte trasera del coche que daba a las escaleras, y una figura pequeña salió disparada del interior, ignorando los gritos de su madre por que se estuviese quieta.

Mi prima Victoria subió como un rayo las escaleras, y vino corriendo hacia mí. Iba tan deprisa, que me tambaleé ligeramente cuando me rodeó la cintura con los brazos. Con una sonrisa feliz, la rodeé y la alcé, cogiéndola. Aferró mi cuello con sus delgados brazos, acomodó sus piernas entorno a mi cadera y me plantó un beso en la mejilla.

―¡Livi! ―exclamó, haciendo uso del apelativo cariñoso que siempre usaba para llamarme.

Sonreí y la estreché con fuerza contra mí, mirando cómo mis abuelos y mi tía subían las escaleras. No me molesté en reparar en la mirada molesta de mi abuela, de poco iba a servir. Cuando se trataba de mi familia, me olvidaba rápidamente del protocolo y la diplomacia. Además, a la prensa le encantaba poder conseguir una foto entrañable de la familia real de vez en cuando.

―Hola, cariño ―la saludé, antes de bajarla y que fuese a saludar a mis hermanas.

Mi abuelo, de unos rasgos idénticos a mi padre salvo por el pelo cano peinado hacia atrás, se plantó delante de mí. Me puse bien recta, levantando la barbilla. Me tendió la mano, como si fuese un político al que saludar o un guardia al que pasar revista. Se la estreché, conteniendo la ira. Mi abuela me dio dos besos, pero ni siquiera me miró. Tras ese saludo, si es que podía considerarse saludo, se cerraron las puertas y entramos dentro.

The Crown (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora