Soñé con mi madre.
Con su recuerdo, con su voz y sus caricias. Con cuando me cantaba cuando no podía dormir. Con los veranos que pasábamos en nuestra casa en la costa. Con los besos que se daban ella y mi padre cuando pensaban que no les veíamos. Con el amor que nos profesaba a cada palabra, cada acción, cada gesto que hacía.
Pero también con una vida que jamás podría tener.
Con el día de mi boda, con un vestido blanco que ella nunca llegaría a ver. Con su primer nieto o nieta, que ella jamás llegaría a conocer. Con la primera vez que lloré por un chico, y ella no pudo consolarme. Con las inseguridades que tenía y tendría antes y tendría después de ser nombrada reina, y ella no estaría allí para aconsejarme.
Cuando Blake mató a mi madre, me arrebató una vida a su lado. A todos. Incluso a ella. Y lo odié por eso. Lo odiaré por ello toda mi vida. Pero, si me moría, se lo agradecía. Incluso inconsciente, mientras luchaba por mi vida, era consciente de la realidad, de lo que me esperaba si abría los ojos. Y no quería. No quería ir hacia ese lugar, donde no podía ser feliz con todo lo que estaba pasando.
En cambio, sería tan sencillo irme con mi madre... ella estaba allí, con su precioso pelo rubio cayéndole por los hombros y un sencillo vestido blanco, tendiéndome la mano para que fuese con ella. La había echado mucho de menos. Y claro que quería irme con ella, pero ese era el camino fácil, y ella siempre me decía que, aunque el camino fácil pueda ser el más bonito, no siempre es el mejor. ¿Dejar atrás a toda mi familia por estar con ella? ¿A mis amigos? ¿A Drían? ¿A Christian? ¿Merecía de verdad la pena dejar toda tu vida por alguien que ya no está en ella? ¿Dejar de luchar por un recuerdo?
Sí. Merecía la pena.
Pero yo nunca había sido de tomar el camino fácil. Y aquella vez no iba a ser diferente.
Miré a mi madre, y ella sonrió bajando su mano extendida.
―Guíalos, ellos te necesitas.
Entonces se desvaneció, desapareciendo para siempre. Jamás volvería a verla, pero aquello estaba bien para mí. Verla una última vez fue suficiente, pues me había dado fuerzas para no rendirme, para seguir adelante. Por eso, luché con todas mis fuerzas por quedarme.
No sé cuánto tiempo estuve inconsciente. Pero, cuando me desperté, estaba en una habitación del hospital de palacio. Lo primero que vi después de que mi vista se enfocase, fue el techo formado por láminas blancas. Tenía algo cubriéndome la nariz y la boca que me impidió moverme a mi gusto cuando lo intenté. Lo único que se oía en la habitación, era el pitido que producía el marcapasos. Me llevé la mano hasta la mascarilla de oxigeno y me la quité. Quería salir de allí, así que me arranqué con una mueca de dolor la vía y las almohadillas del pecho estaban conectadas al marcapasos. Pitó en un molesto ruidito que me sacó de quicio. Tenía la cabeza como flotando; cosas de haber estado al borde la muerte, supuse.
Como había supuesto, el doctor Wesley no tardó ni un minuto después de que me quitase el marcapasos, lo que era como que el corazón me había dejado de latir. Me miró con los ojos bien abiertos, como si fuese imposible que estuviese allí sentada tal cual, después de todo lo que me había pasado. Me le quedé mirando sin saber qué decir. ¿Hola? Aunque hubiese hecho gracia y habría aligerado la tensión de aquel lugar, sabía que ninguno estaba para bromas. Finalmente, suspiró y se apoyó contra la puerta, agotado. De pronto fue como si diez años más se posasen sobre sus hombros, haciéndole parecer mucho más viejo. Al ver sus ojeras, las arrugas, su pelo desaliñado, comprendí que apenas había dormido, y me pregunté cuánto tiempo habría estado allí tumbada, mientas el mundo seguía girando.
―Cuatro días ―dijo, con los ojos cerrados, como si leyese mi mente.
Sentí algo retorcerse en mi interior, y que me hizo apretar las sabanas entre mis dedos. Encogí los dedos de los pies, dándome cuenta de que aquella era demasiado tiempo. Abrió los ojos, y todo su cansancio cayó sobre mí.
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The Crown (Parte 1)
Teen FictionOlivia Federck, princesa de España, lleva toda su vida preparándose para ser reina. Pero un desafortunado trato con el país vecino la obliga a casarse con el príncipe Christian Dumont, heredero al trono francés. Olivia no solo tendrá que demostrar...