Miraba silenciosamente por las ventanas del balcón de mi habitación. El típico viento otoñal de Madrid agitaba las ramas desnudas de los árboles. El cielo estaba cubierto de nubarrones que tenían un color parecido a la plata. A decir verdad, era un precioso paisaje matutino y otoñal, pero mi estado de ánimo, tan pesimista y deprimente como el paisaje, me impedía disfrutar de ello.
Llamaron a la puerta, pero ni siquiera me molesté en decir nada. Sabía que era Sofía, otra vez. Oí cómo la puerta se abría, y alguien entraba dentro de la habitación.
―Olivia, te traigo el desayuno ―dijo ella.
Seguí sentada en el diván, observando cómo las nubes plateadas se movían por el viento. Aquella era la cuarta vez que Sofía me traía la comida. Habían pasado tres días desde el incidente con Drían, y no había vuelto a salir de mi habitación, justo después de que Nina me hubiera dado aquella dolora bofetada sin ningún tipo de reparo y me pelease con mis dos mejores amigas.
La ira que aquello me produjo tan solo había durado un par de horas, y, después, la tristeza y la culpabilidad habían vuelto, como si ya fueran algo típico en mí. Como había ordenado, aquel día todos comieron y cenaron en sus respectivas habitaciones. Pero al día siguiente, cuando tuve que prepararme para el desayuno, no me vi con fuerzas de salir de la protección y la seguridad que mi habitación me brindaban, por lo tanto, había decidido que, a partir de aquel momento, y hasta que yo dijera lo contrario, todas las comidas del día se realizarían en las habitaciones de cada uno. Pero aquel mismo día, cuando fue hora de comer, no probé bocado. Había perdido por completo el apetito. Tampoco cené aquella noche, ni desayuné al día siguiente.
Mis doncellas insistían en que tenía que comer o si no iba a enfermar, pero no las hice caso. Cuando Sofía se enteró de que no comía, ella misma me empezó a llevar las comidas y asegurarse de que me alimentaba, pero tampoco ella había conseguido hacerlo.
―No tengo hambre ―dije, como ya había dicho todas las anteriores veces que había venido.
―Olivia ―oí que dejaba la bandeja con el desayuno sobre mi escritorio, y avanzaba unos pocos pasos hacia donde yo estaba―, llevas dos días enteros sin probar bocado. Tienes que comer algo, o...
―O caeré enferma, ya lo sé, pero, como ya te he dicho, ¡no tengo hambre!
Me giré y la miré, molesta por su insistencia. Sabía que se preocupaba por mí, y que no quería que me pasase nada malo, pero no quería que siguiera con aquello, y terminar discutiendo, tal y como había pasado con Christian. Él también había venido varias veces para intentar que comiera, y la última, la noche anterior, habíamos discutido por aquello. Yo le había dicho que dejara de preocuparse por mí y que me dejara de molestar, y él se había ido hecho una furia, cansado de que no le escuchara y no entrase en razón. Aquello se añadió al cabreo que le produjo que quisiese hablar con Drían a pesar de lo que había ocurrido. No había vuelto a hablar con él desde hacía dos días, pero poco me importaba comparado con lo único que rondaba por mi mente en aquellos momentos: Drían ya no estaba a mi lado, y era por mi culpa.
―Olivia, por favor, es por tu bien. Y estoy segura que no querrás que...
―Lo único que quiero es que Drían vuelta ―la interrumpí.
Ella suspiró, y avanzó hasta colocarse delante de mí.
―¿Puedo? ―dijo señalando el sitio que había a mi lado en el diván, refiriéndose a si podía sentarse conmigo.
Yo no contesté, y ella se tomó mi silencio como un sí, aunque aquella no era precisamente mi respuesta.
―Olivia, sé que te sientes culpable porque Drían haya tenido que irse, y sé que, por mucho que yo te diga, no vas a cambiar de opinión. Pero es que no puedes seguir así. ―No contesté, y ella volvió a suspirar―. Mira, no te voy a decir nada más, porque todo lo que te tenía que decir, o ya te lo he dicho, o eres lo suficientemente lista como para darte cuenta de ello tú sola. ―Se levantó y se aproximó a la puerta―. Te dejo el desayuno en el escritorio. Por favor, haz el favor de comer aunque solo sea un poco.
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The Crown (Parte 1)
Teen FictionOlivia Federck, princesa de España, lleva toda su vida preparándose para ser reina. Pero un desafortunado trato con el país vecino la obliga a casarse con el príncipe Christian Dumont, heredero al trono francés. Olivia no solo tendrá que demostrar...