―Despacio, Alteza ―me indicó el doctor Wesley.
Yo suspiré, queriendo dar a entender que no hacía falta que me lo dijera tantas veces como lo había hecho, pero, ya de paso, lo hice para quitarme un mechón de pelo que me caía por la frente.
Había pasado un día desde mi... desvanecimiento. Mis doncellas y Sofía habían estado todo el tiempo a mí alrededor, asegurándose de que no me volvía a pasar nada. Esta última se había encargado especialmente de que comiera todo lo que me trajeran. Y así había sido. Me había comido absolutamente toda la comida que me habían preparado, especialmente para mí. Pero no fue porque me lo dijera el médico, por la insistencia de Sofía o por miedo a que me volviera a desmayar. No. Había sido por el hambre atroz que había empezado a sentir en cuanto me encontré mejor.
Aquella misma mañana, tras haber comido el delicioso desayuno, el doctor Wesley y Sofía habían acudido a mi habitación, y el doctor me había dicho que quería que caminase para ver cómo me encontraba. Para mí no había supuesto ningún problema levantarme de la cama y empezar a andar como si nada hubiera pasado, pero, al parecer, el doctor Wesley no quería que fuera tan rápido. Decía que no quería que me volviera a dar otro mareo por un rápido movimiento, o que mis fuerzas volvieran a fallar, precipitándome de nuevo al suelo. Pero yo me encontraba perfectamente. Era como si nada hubiera pasado, y eso le tenía maravillado y extrañado a la vez.
―Ya te lo he dicho, estoy perfectamente ―dije mientras iba, de nuevo, desde la silla de mi escritorio a mi cama, donde me senté.
Él me observó de arriba abajo, como si buscase algún tipo de anomalía, o algo fuera de su lugar. Se cruzó de brazos, y se pasó una mano por la boca, asimilando que era cierto que me encontraba bien.
―¿Es normal que se haya recuperado tan rápido? ―preguntó Sofía, que jugaba nerviosamente con las manos.
Sabía que, el que se preocupase de aquella manera por mí, era por lo mismo que le había pasado a su madre. Lo había hecho más veces. Unos años atrás, Bianca tuvo gripe, y Sofía no se separó de ella casi en ningún momento, a pesar de que mi padre y el médico la dijeron que era una simple gripe, y que no tenía de qué preocuparse. La preocupaba que pudiera enfermar hasta el punto de morir. Creo que era alguna especie de trauma o algo así, pero ella jamás lo reconocería, y yo no tenía intención de involucrarme en sus luchas internas sin su aprobación.
El doctor Wesley me echó otro largo vistazo, y después miró a mi hermana.
―En realidad no hay un tiempo marcado para que se recupere de algo así. Es simplemente cuestión de tiempo. Lo que me sorprende, es que haya sido tan rápido teniendo en cuenta lo mal que estaba cuando la encontraron inconsciente.
Mis doncellas habían sido quienes me encontraron tirada en el suelo, inconsciente, y con el tenedor y el trozo de tortita que había estado a punto de comerme, a unos centímetros de mi mano. Rápidamente llamaron al doctor Wesley, y lo primero que hizo fue mandar que me tumbasen en la cama. Tras tomarme el pulso y la tensión, y asegurarse de que el golpe que me había dado en la cabeza al caer no era nada grabe, me dejaron descansar. Pero no era ningún secreto que Sofía había estado todo el tiempo en la habitación, esperando a que me despertarse. Ella misma me había confesado que no había dejado entrar a nadie en el tiempo que estuve inconsciente, ni siquiera a Christian o a mis hermanas, solo al doctor Wesley.
Sofía me miró. En sus ojos aún seguía habiendo cierta preocupación.
―Sofi, de verdad que estoy bien, no te preocupes.
Ella suspiró, vencida.
―Está bien ―dijo al fin.
―Pero Alteza, por muy bien que esté, aún quiero que siga descansando, e intente no hacer muchos esfuerzos ni movimientos repentinos.
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The Crown (Parte 1)
Teen FictionOlivia Federck, princesa de España, lleva toda su vida preparándose para ser reina. Pero un desafortunado trato con el país vecino la obliga a casarse con el príncipe Christian Dumont, heredero al trono francés. Olivia no solo tendrá que demostrar...