ϟ 1. Harry Potter

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WouldyouliketogototheYuleBallwithme?

Faltaban un par de días para el baile de Navidad y ni Harry ni Ron conseguían a alguien que fuera su acompañante para tan importante evento.

Después de una larga y tediosa clase de pociones, estaban sentados cerca de una jardinera del castillo, observando a la multitud de estudiantes exaltados en pos de las vísperas que acontecían.
—¿Qué tan difícil puede ser conseguir pareja? Vamos, si Hermione ya tiene con quién ir al baile nosotros también podremos conseguir una cita— dijo Ron, intentando animarse a sí mismo. 

Harry se encogió de hombros y siguió mirando al frente. Él ya tenía claro con quién quería ir al baile, solamente le faltaba un poco de valor para preguntarle si quería ser su pareja, y también un poco de suerte de que nadie se lo hubiese preguntado ya. La observaba desde ahí sentado, charlando con Cedric Diggory sobre quién sabe qué. A Harry se le retorció el estómago al imaginar sobre qué estarían hablando, porque él sabía que ninguna chica cedía ante los encantos de Diggory.
—Vamos Harry, ¿luchas contra dragones y no te atreves a pedirle a Danielle Rodes que vaya contigo?

Harry abandonó sus pensamientos y sacudió la cabeza.
—Quizá ya esté de pareja de Cedric en este momento —los señaló desganado—. Míralos.

—Jamás lo sabrás si no le preguntas... —Ron miró con sorna la cara de su amigo. No tenía que usar legeremancia para darse cuenta de que Harry estaba muriendo de celos—. ¡Oye Danielle!

La Slytherin giró su cabeza al escuchar su nombre y les sonrió. Se despidió de Cedric y se dirigió a donde estaban Ron Weasley y Harry Potter, mientras este último me dedicaba una mirada llena de rencor al pelirrojo, sintiendo sus pálidas mejillas tornarse al rojo vivo. Ron sonrió aún más.

—Hola chicos —dijo ella, con los hoyuelos de sus mejillas resaltando en su fino rostro—. ¿Qué pasa, Ron? ¿Necesitas algo?

—Oh no, yo no. Harry quería preguntarte algo, así que mejor los dejo solos para que puedan hablar. Nos vemos —concluyó, mordiéndose el labio para no soltar una carcajada ante la expresión de su mejor amigo.

Harry lo siguió con la mirada mientras se alejaba, obligándose a no correr tras él.
—Bueno, ¿de qué querías hablar? —le preguntó, sentándose a su lado.

Harry reunió todo el valor que pudo, echó los hombros hacia atrás y se aclaró la garganta. Sentía la espalda empapada en sudor frío y las manos temblorosas.
—Sólo... am... quería saber si... bueno... si ya tenías pareja para ir al baile—. Danielle lo miró con una enorme, pero cálida sonrisa y negó lentamente. A Harry lo invadió la esperanza y sus ojos verdes se iluminaron—. Creí que Cedric te había invitado.

—Lo hizo, pero oí que Cho Chang lo invitaría y es mi amiga. No quisiera que hubiera malos entendidos entre nosotras.

Ambos rieron por los nervios.
Harry sabía que Danielle nunca haría algo así, a nadie. A pesar de que era una Slytherin, no parecía ser completamente devota a sus costumbres: era amable y muy comprensiva, jamás se le veía triste y era tan risueña que contagiaba alegría por donde quiera que iba, además de ser muy inteligente y la chica más amable de todo Hogwarts. Y no era ni de cerca alguien muy estimada en la casa de las serpientes. Nadie creería a primera impresión que Danielle Rodes fuera una joven verde y plata, pero ella estaba conforme y no se quejaba mucho. Y justo eso, era simplemente lo que se necesitaba para derretir al chico Potter, alguien humilde y de buenos valores. Eso y sus enormes ojos marrones, que hacían juego con su larga cabellera azabache que destilaba brillo por doquier. Estaba loco por ella desde que en segundo año, Snape los emparejó en una clase y Danielle fue una excelente compañera. Para Harry, Danielle era la chica más preciosa de toda la escuela.

—¿Tú ya tienes pareja, Potter?

Lo tomó desprevenido, claramente. Harry temió sufrir un infarto.
—No... pero, me preguntaba si, como ninguno de los dos tenemos... um... tú... ¿Quisierasiralbaileconmigo?

Danielle lo miró confundida y elevó un lado de su boca, intentando mostrarse amable.
—¿Podrías repetirlo, más despacio?

Harry exhaló un suspiro y se armó de coraje:—¿Quisieras ir al baile conmigo?

—Sería un placer —le respondió. Se levantó, luciendo la sonrisa más resplandeciente que Harry jamás había visto, luego se inclinó hacia él y presionó sus labios contra su mejilla—. Te veré entonces, Potter. 

Harry la observó marcharse, y cuando estuvo demasiado lejos de él, se llevó una mano a donde le habían plantado el beso y sonrió con autosuficiencia, luchando arduamente por no gritar de emoción.

  (...)

El día había llegado. Harry esperaba a su pareja vestido con su impecable traje de gala, bajo las escaleras que daban al pasillo del Gran Comedor. Se acomodó cientos de veces el corbatín y arregló otras tantas su cabello, aguardando lo que se le antojó una eternidad a que Danielle llegara; de pronto estaba distraído observando a todos los estudiantes que llegaban, e hizo un gesto aprobatorio a su mejor amiga, Hermione, quedando impresionado ante lo bella que lucía, y también porque acababa de darse cuenta que su pareja era nada más y nada menos que el campeón de Durmstrang, Viktor Krum. Sabía que a Ron le daría un infarto cuando lo notara.
Y entonces, alguien carraspeó tras él.
—Hey —saludó Danielle, esbozando una tímida sonrisa.

Harry se quedó sin aliento, porque estaba demasiado seguro de que nunca había visto a una chica tan bonita. Llevaba puesto un vestido azul aterciopelado, ajustado perfectamente a su cuerpo; llevaba el cabello recogido en un moño y Harry pensó que sus ojos lucían aún más hipnotizantes. Suspiró, sin poder evitar que las comisuras de sus labios se elevaran, y estiró su brazo para que lo tomase.
—Te ves... increíblemente hermosa.

Aquella pareja robó muchas miradas en la noche: un Gryffindor y una Slytherin siendo muy felices mientras bailaban al compás de la música. Y Harry no tenía idea de lo buen bailarín que podía ser cuando se trataba impresionar a la chica de sus sueños, pero Danielle no tuvo ningún problema en elogiarlo.

Casi llegada la media noche, desaparecieron del Gran Comedor. Ella lo llevó fuera, y contagiada por el furor de la fiesta, lo tomó por las mejillas y esta vez, lo besó en los labios. Ambos levantaron la vista y pudieron percatarse de un muérdago floreciendo sobre sus cabezas; se miraron con una gran sonrisa, antes de fundirse nuevamente en un beso, un gesto que tanto habían anhelado y que por fin, estaba pasando.

 Ambos levantaron la vista y pudieron percatarse de un muérdago floreciendo sobre sus cabezas; se miraron con una gran sonrisa, antes de fundirse nuevamente en un beso, un gesto que tanto habían anhelado y que por fin, estaba pasando

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