ϟ 11. Weasley twins

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It's a promise

—¿Estás bien, Freddie? —preguntó George, tragándose el nudo que se había formado en su garganta.

Ambos admiraban el cielo, lleno de destellos y rayos coloridos.

Fred sonrió con melancolía y sin mirar a su gemelo, respondió: —Quisiera verla de nuevo, Georgie. No pude despedirme de ella.

Hablaba de su prometida, una Ravenclaw con la que compartió un par de años que parecieron una vida entera

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Hablaba de su prometida, una Ravenclaw con la que compartió un par de años que parecieron una vida entera. Habían planeado casarse en tiempos de guerra —tal como lo hizo el mayor de los Weasley, su hermano Bill—, así estaría más que claro que a pesar de las adversidades, ellos serían felices.

—Vamos Freddie, no digas tonterías. No necesitas despedirte de ella, porque la verás de nuevo. Serán muy felices cuando todo esto termine.

George no pudo ocultar el dolor en su voz y Fred lo miró con el corazón hecho pedazos.

—Yo sé que la amas —soltó de pronto. George palideció—. No digas nada, sólo escúchame. Quiero que me prometas que si me pasa algo, la vas a hacer muy feliz.

—Fred...

—Sólo promételo.

George miró a su hermano, que no despegaba los ojos de la varita que tenía entre las manos. Fred presentía que nada bueno pasaría esa noche; era una pelea, y no siempre se gana. George estaba seguro de que a Fred le resbalaron algunas lágrimas por las mejillas, a pesar de que no podía mirarle con claridad por la oscuridad de la noche. No comprendía, o tal vez no quería comprenderlo, pero si decía lo que su otra mitad quería escuchar, quizá su alma conservaría un poco de tranquilidad.

—Lo prometo —cedió con un suspiro.


(...)

El mundo pareció detenerse para Margaret. Había quedado inconsciente después de que un mortífago la torturara, hasta dejarla casi muerta en un pasillo de la escuela, mientras corría por todas partes intentando encontrar a su prometido.
La batalla había terminado. Después de una larga pelea, Lord Voldemort estaba muerto. Pero también lo estaban muchas personas. También lo estaba Fred Weasley.
Fred fue asesinado en una explosión causada por Augustus Rookwood y ella no pudo hacer nada para evitarlo; ni siquiera pudo despedirse de él, a quién amó desde la primera vez que lo vio en Hogwarts, a quién dijo que sí cuando le propuso matrimonio. Estaba muerto y no había vuelta atrás.

Cuando despertó recostada en un catre en el Gran Salón, lo primero que notó fue un círculo de cabelleras pelirrojas mirando algo en el suelo. Corrió hasta ellas sólo para derrumbarse de nuevo, al ver el cuerpo de su amor verdadero ya sin vida, sin luz. Se arrojó al cadáver mientras gritaba sin consuelo su nombre y caudales de lágrimas anegaban sus ojos verdes. Le rogaba que despertara, le pedía que volviera aunque sea un segundo, quería decirle tantas cosas. Hubiera dado todo por verlo sonreír una vez más. George se inclinó ante ella, y con mucha delicadeza la despegó del cuerpo inerte de su hermano; la estrujó con fuerza entre sus brazos y lloraron. Lloraron como si fuera la única razón de su existencia. Ambos habían perdido a su alma gemela.

(...)

Era el cumpleaños de los gemelos Weasley, pero uno de ellos no estaba. El año que había pasado se antojaba una eternidad sin él.
La familia se reunía en la Madriguera, juntos al rededor del comedor cantando una canción de cumpleaños. George sonreía admirando las velas del pastel de cumpleaños frente a él, sin embargo sentía que su pecho explotaría en cualquier momento. Miró a su familia fingiendo estar llenos de júbilo y alegría, pero no podían engañar a nadie, mucho menos a él: a todos les hacía falta Fred.
Repasó cada uno de los familiares rostros que le rodeaban hasta detenerse en la de aquella chica. Ella también lo miraba, los ojos cristalizados y rubor en las mejillas, aún así le sonrió y al gemelo se le iluminó el rostro. Era verdad lo que había dicho Fred. George estaba enamorado de ella, pero Maggie no lo eligió a él, y estaba bien con ello, porque ver a su hermano siendo tan feliz era un regalo más.

Cuando la melodía concluyó y fue sustituída con aplausos, se limpió una lágrima y se escabulló de la casa. George no le había quitado la vista de encima y fue por eso lo notó, así que la siguió sin dar explicaciones.
La encontró sentada en la tierra, frente a la lápida de Fred. Lo habían enterrado cerca de casa y así siempre estaría con su familia.
—Quisiera haber estado con él cuando ocurrió, haberlo visto una última vez... —habló después de unos minutos, sin dejar de mirar la lámina de piedra grabada, sabía que él la había seguido—. George, ¿cómo es que puedes seguir con esto?

—Porque yo sé que mi hermano lo hubiera querido, no puedo derrumbarme –contestó, poniéndose a un lado de ella.

Se quedaron en silencio un par de minutos hasta que Maggie se sintió capaz de hablar de nuevo.
—Compré esto para él antes de que todo pasara, cuando supieron que Weasley & Weasley era rentable —le mostró a George una corbata color esmeralda, estampada con onomatopeyas de explosiones—. Yo sé que hubiera amado usarla en su trabajo.

El chico río tenuemente y la corbata brilló.

—Se activa con la risa. Ahora es tuya —dijo.

—Oh no, Maggie...

—Vamos George, te quedará igual de bien. Además, no puedes dejar Weasley & Weasley, estoy segura que no te lo perdonaría.

Dudó unos segundos, pero al final la tomó. Las manos le temblaban y la vista se le nubló de pronto; ella ya estaba llorando.
Lo único que pudo hacer, fue abrazarla. Maggie alzó la vista y ambos se miraron por unos segundos.
—Soñé con Fred hace unos días —susurró, apenas alzando las comisuras de sus labios. El gemelo la miró confundido, pero le devolvió la sonrisa.

—¿En verdad?

—Sí... y él me pidió algo.

A George sintió que se quedaba sin aire, pero asintió para que continuara.
—¿Qué?

—Me hizo prometer que te haría feliz.

No pudo decir nada más, volvió a atraerla contra su cuerpo y le pasó las manos por su largo cabello dorado.
Estaba esperando una señal, pero ahora que la había conseguido, tenía algo claro: no la dejaría ir. Él también cumpliría la promesa que le hizo a su hermano.

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