ϟ 33. Draco Malfoy

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Enemies to lovers (I)

Charlize's P.O.V
Jamás creí que sentir tantas cosas desagradables y repulsión por una persona fuera posible... Hasta que conocí a Draco Malfoy.
Harry y yo firmamos nuestra eterna enemistad con Malfoy desde el primer día de escuela cuando escogimos a el equivocado, a partir del cual se encargó de ir tras nosotros cada que tuvo oportunidad. Además, la rivalidad entre nuestras respectivas casas no ayudaba mucho.
Aún así, a pesar de mostrar lo mucho que detestaba a Harry, siempre se las arreglaba para terminar lastimándome más a mi. Fueron innumerables las veces que me repetí a mi misma lo mucho que lo odiaba; innumerables las veces que me encontré sufriendo por su culpa. Es imposible describir lo que sentía cada vez que me encontraba con sus profundos ojos grises, llenos de hostilidad, llenos de un odio que, inexplicablemente, tenía hacia mi. Era como si miles de dagas se clavaran al mismo tiempo sobre mi pecho, y nunca comprendí con exactitud la razón de ese sentimiento.
Cuando abordé el tren que me llevaría a mi quinto año en Hogwarts, deseé con todas mis fuerzas que todo fuese distinto. Ya habían pasado cinco años, y tal vez era momento de empezar a comportarnos como personas mayores, dejarnos de niñerías.
Hermione caminaba tomada a mi brazo, poniéndome al día sobre nuestra banda muggle favorita, mientras nos dirigíamos hacia los mágicos carruajes que nos llevarían al castillo.
—Eh, esos son los últimos, ¡dense prisa!—nos apresuró Ron, tirando del jersey de Harry para mantenerlo a su altura, que no pudo contener más una enorme sonrisa. Estaba entusiasmada de ver a mis amigos, porque Harry y yo no pasamos un buen verano y realmente necesitábamos animarnos.

Tomé impulso para subir a la carreta, pero antes de que pudiera hacerlo, alguien se arrojó a ella. Su molesta voz —ahora más profunda—, retumbó contra mis tímpanos.
—Creí que el Ministerio por fin nos iba a librar de los gemelos Potter —dijo—. Realmente deseaba no volver a ver tu fea cara por aquí, Charlize.

Crabbe y Goyle rieron, probablemente programados para hacerlo. Mis manos se convirtieron en puños y fue involuntario el querer acercarme a él para soltarle un golpe en la cara.  Hermione puso un brazo frente a mi y negó con la cabeza. Suspiré con fuerza.

—Potter —continuó, ahora dirigiéndose a Harry—. Es un milagro que no te desmayaras de nuevo, aunque claro, ¿cómo podría asustarte un dementor inexistente?

—Malfoy, ¿podrías cerrar la boca? —espeté. Sus ojos me repasaron con recelo—. Bájate del carruaje, era nuestro turno para irnos. Oh, y llévate a tus bestias contigo.

Sus labios se extendieron en una sonrisa y puso ambos brazos tras su cabeza, echándose hacia atrás con lentitud. Elevó una ceja: —Oblígame a hacerlo.

Sentí mi rostro arder.
—No vale la pena, Charlie —me susurró Harry.

Tenía razón. Malfoy nunca valía el esfuerzo. Suspiré una vez más y me obligué a sonreírle. Había notado que las veces que me pillaba sonriendo, su expresión cambiaba repentinamente, como si le hubieran pateado la barriga.
—¿Sabes qué? Olvídalo. Esperaremos otro. Disfruten su paseo.

Antes de que pudiera decirme algo más, giré sobre mis talones y le di la espalda.

(...)

El año había empezado bastante mal: el Ministerio de Magia se había infiltrado en la escuela. Y luego estaba que Malfoy no me había dejado en paz ni un solo momento desde que las clases iniciaron.
Sin embargo, la vida me demostró que las cosas podían ponerse peores: Dolores Umbridge, la nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras, nos ordenó hacer un pergamino de un metro sobre la importancia del Ministerio de Magia, que no hubiera sido bastante malo sino nos hubiera asignado equipos de trabajo para hacerlo. Obviamente, no fue muy sutil cuando nos agrupó. Por suerte, Ron y yo terminamos agrupados, pero Theodore Nott y Draco Malfoy también estaban con nosotros. Programé nuestra primera reunión de trabajo después del desayuno, queriendo terminar con ello de una vez por todas. Elegí una mesa en un rincón solitario de la biblioteca, y mientras esperaba al resto, recogí mi pelo en una coleta alta, dejando que unos cuantos mechones cobrizos cayeran sueltos.
El primero en llegar, sorprendentemente fue Malfoy, muy a mi pesar. Le había implorado a Ron que me hiciera el enorme favor de no demorar para evitar encontrarme sola con los slytherin, cosa que fue como pedirle a Hermione que no volviera a tocar un libro. Por alguna razón, me sentí intimidada, sin embargo me erguí en el asiento y le observé sentarse frente a mi con desdén. Me miró de la misma manera, pero fue más insistente de lo necesario. Sentí las mejillas acaloradas cuando me miró directamente a los ojos y de su boca no salió ninguna cosa hiriente. Agaché la cabeza.  

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