ϟ Things #7

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Tu muerte.

Harry
Fue el día de la Batalla sobre Little Whinging. Harry había insistido mil un veces que no tomaras poción multijugos, que estarías mejor y más segura viajando con él y con Hagrid en la motoneta de Sirius. Te negaste. Estabas segura de que serías de más ayuda si te apegabas al plan de Alastor Moody.
Antes de tomar la poción, besaste a Harry. Te tomó por la cintura y selló tus labios con los suyos, como si él supiera que algo malo pasaría y probablemente esa fuera la última vez que te vería.
Sonreíste y le pediste que se calmara.
—Te veré en la Madriguera —dijiste contra sus labios—. Harry, te amo.

No pudo hacer más que asentir; te besó la frente.
—Yo también te amo.
Transformada en él, lo miraste, esbozando una sonrisa que prometía que todo estaría bien.

El verdadero Harry imitó tu sublime gesto

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El verdadero Harry imitó tu sublime gesto. Partiste con el corazón en el estómago y los nervios a flor de piel.

Y pasó lo que todos temían: los descubrieron. Cuando Harry aterrizó a duras penas en la Madriguera de los Weasley con un Hagrid inconsciente, lo primero que hizo fue gritar tu nombre a todo pulmón. Entró a la casa trastabillando, miró a todos sus amigos ahí, con la preocupación adornándoles el rostro, ya vuelto a su estado natural, y sintió sus piernas a punto de fallar.
—¿Dónde está? —preguntó con dificultad.

La mayoría de los ahí presentes agachó la mirada. George Weasley se levantó del sillón, con mucho trabajo y un costado de la cara sangrando.
—Lo lamento Harry... —lo miró con compasión y Harry le devolvió una mirada llena de dolor.—Ella intentó ayudarme y...

Por fin sus rodillas cedieron. Cayó al suelo y lloró en silencio, sintiendo los brazos de Hermione y las lágrimas de su amiga empapar su chaqueta.


Ron
Él no pudo siquiera despedirse de ti y eso lo estaba matando. Lo único que pudo hacer fue mirar cómo la luz se escapaba de tus ojos cuando la maldición asesina que Dolohov había lanzado, impactó en tu pecho. Se quedó ahí petrificado, sin saber qué hacer mientras de tu ser se elevaba una especie de niebla blanca y pura con dirección al arco que Luna había denominado "Velo de la Muerte". Tu cuerpo también había desaparecido, así como su cordura en ese momento.
Se desbordó en llanto hecho un ovillo, pues se había dado cuenta de que te habías ido para siempre.

Maldijo mil veces, y otras tantas gritó al aire que no debías intervenir, sólo debías hacer lo que te dijeron, tirarte en el suelo y dejar a la Orden del Fénix hacer lo suyo. Pero ya no había a quién reprocharle nada.

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