ϟ Things #2

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¿Cómo se conocieron? II

Cedric
El club de duelo del profesor Lockhart estaba comenzando. Habías anotado tu nombre en una lista de inscripción hace un par de días, más que por otra cosa, para no dejar solo a tu mejor amigo que por cierto, había faltado a esa sesión por pasar tiempo con su novia y tuviste que asistir sin compañía. De todas maneras, practicar encantamientos fuera de clase te serviría como práctica, ¿no?

El maestro de Defensa Contra las Artes Oscuras, Gilderoy Lockhart estaba formando parejas al azar para enfrentarlas.
—Mags Standall y... Cedric Diggory —dijo.

Te acomodaste la túnica y la corbata. Te erguiste y caminaste hacia el centro del cuadrilátero lo más firme que tus ansias te permitieron. Recordabas haber escuchado el nombre de tu rival en alguna ocasión antes, pero a tu mente no llegaba nada en concreto.

—Escuchen, sólo quiero encantamientos para desarmar, nada de herirse de gravedad o asesinarse. Suerte y que gane el mejor.

Gilderoy te guiñó un ojo y lo miraste con desagrado. Algo te decía que ese maestro era un gran idiota y fingía ser mejor mago de lo que era, sin embargo tu única opción fue encogerte de hombros y enfocarte en lo que debías hacer. Observaste a tu oponente y lo examinaste con delicadeza, pero, él se había adelantado, pues desde que escuchó tu nombre, te había estado escaneando de la cabeza a los pies. Entendiste entonces por qué su nombre te resultaba tan familiar: era el chico por el que todas las chicas de tu curso tenían un flechazo. Y con justa razón.
Sonrío amablemente e hizo una reverencia. Le imitaste, aunque lo único que pasaba por tu mente era lo lindo que era su cabello. Se colocaron en posición, tal como los chicos de segundo año que habían tenido un duelo anteriormente, que por cierto, fue muy interesante y terrorífico.

¡Expelliarmus!— lanzaste el primer golpe y tu contrincante lo bloqueó rápidamente.

Un rayo azul salió de su varita, pero también fuiste rápida y lo repeliste con facilidad. Siguieron lanzándose hechizos un minuto más hasta que la voz del profesor los hizo parar. Lo miraste por el rabillo del ojo, recargado contra la pared mirándose las uñas muy aburrido.
—Quien deje a su oponente aturdido primero, gana 50 puntos para su casa —gritó.

El Hufflepuff parado frente a ti seguía mirando al maestro, así que aprovechaste para lanzar tu mejor golpe. Lamentablemente, él había pensado lo mismo que tú.

—¡Everte Statum! —gritaron al unísono.

Los hechizos rebotaron frente a ustedes y ambos salieron disparados hacia atrás. La cabeza te daba vueltas y la espalda te dolía, pero reíste. Ese chico era muy inteligente. Una mano se tendió frente a ti mientras seguías recostada en el suelo, y la tomaste.

—Lo siento de verdad, ¿estás bien? —preguntó aún con esa amable sonrisa suya, pero sus facciones mostraban preocupación. Asentiste, perpleja por la seguridad que emanaba su rostro, con su ayuda, te pusiste de pie—. ¿Te parece si vamos a comer algo? Quizá así me puedas ayudar, por qué eres muy buena en esto... —después, prosiguió en un susurro— y muy bonita.

GeorgeEntraste al Gran Comedor acomodándote la túnica

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George
Entraste al Gran Comedor acomodándote la túnica. Eras nueva en Hogwarts; habías ido a Beauxbatons por cinco años, pero ahora que tu padre consiguió un mejor puesto en el Ministerio de Magia, te habían transferido. Serías sorteada junto con los de primer año para ponerte en alguna de las cuatro casas. Estuviste perdida por el enorme castillo hasta que por fin diste con la Gran Sala, pero la ceremonia ya había comenzado, por lo que al empujar la enorme puerta para entrar, todos notaron tu presencia.

Fred y George Weasley ocupaban su lugar en la mesa de Gryffindor, sin prestar atención a los jóvenes magos que estaban siendo colocados en las casas; solamente aplaudían cuando escuchaban al sombrero pronunciar el nombre de la suya, mientras jugaban futbolito con sus tenedores y la tapa de un salero. Pero entonces, ellos también se percataron de tu entrada, y George pareció haber recuperado todo el interés cuando te vio caminar donde los de primer año.

 Pero entonces, ellos también se percataron de tu entrada, y George pareció haber recuperado todo el interés cuando te vio caminar donde los de primer año

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—¡Gryffindor! —gritó el sombrero sin siquiera tocar del todo tu cabeza.

George se puso de pie y aplaudió mientras te dirigías con timidez hacia la mesa que te correspondía ahora. Todos le miraron divertidos, era demasiada atención para alguien que no conocía y el gemelo no tenía la más remota idea de cómo ser discreto.

—¡Aquí hay un lugar! —exclamó, y empujó a su hermano hacia un lado. Los Gryffindor le miraron sorprendidos, con una sonrisa socarrona. Era imposible ser más obvio—. Soy George Weasley —dijo, extendiéndote una mano.

—Ava O'Connor —respondiste, sacudiendo su mano con timidez.

—Lindo nombre, casi tan lindo como tú.


Fred
—¿Ya tienen pareja para ir al Baile de Navidad? —inquirió Ron, con la esperanza de no ser el único que aún no conseguía una cita.

—No —respondieron Fred y George en una sola voz, casi burlándose. Sabían a dónde quería llegar su hermano.

—Perdedores —respondió, sintiéndose aliviado.

—¿Me estás retando, Ronnie? Espero que sí, porque sabes que amo los retos —Fred habló.

—Mala idea —afirmó George.

Entraste al Gran Comedor con un par de libros en las manos. Fred te miró y se le iluminaron los ojos. Te había visto un par de veces antes, pero jamás se atrevió a hablarte, porque no encontró la excusa adecuada para hacerlo. Pero el momento había llegado, así que se puso de pie y se dirigió a ti.

—Hola. Me llamo Fred Weasley —los demás Gryffindor en la mesa reían encogidos en sus lugares, la situación era muy divertida. Ron, extremadamente perturbado, veía el ingenio y la falta de vergüenza de su hermano puestos en marcha—. Se que no nos conocemos, pero creo que eres muy bonita y sería un honor para mi llevar a la joven más hermosa de... —miró tu corbatín—. Hufflepuff, al baile de navidad. ¿Te gustaría ir conmigo?

Lo miraste desconcertada porque te había tomado desprevenida, pero después, una gran sonrisa se extendió en tus labios y un ligero rubor cubrió tus mejillas. Estabas fascinada por el valor de Fred, y también por lo apuesto que era, así que respondiste después de pensártelo un minuto.

—Claro Fred Weasley. Te veré entonces... y por cierto, mi nombre es Sophie.

A Ron se le cayó la quijada. Todos los demás rieron sin disimulo. Fred se sentó de nuevo, no sin antes guiñarle un ojo a su hermano menor y seguir burlándose de él.

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