ϟ Things #6

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Te piden que seas su novia
(Marauders' era)

Sirius
Habías aceptado salir a pasear en moto con Sirius Black. Ambos habían encantado una motocicleta muggle para molestar a sus familias, y eso sólo consiguió que fueran más inseparables que nunca. Se conocieron hace dos años, cuando sus horarios habían coincidido y tomaban juntos DCAO. Como era de esperarse, Sirius intentó algo sin compromisos contigo —como con el resto de las chicas de Hogwarts—, hasta que se dio cuenta de que, de alguna forma, contigo todo era distinto. Desde ese entonces, decidió que si iba a tener algo contigo, sería serio, y se daría el tiempo de conocerte, saber todo de ti y así poder estar seguro de que, cuando llegara el momento de hacerte la pregunta, no te negarías. Además, estaba seguro de que sentías lo mismo, ¿y quién no, según él? Sirius era tan modesto.

Doblaron la esquina a la misma velocidad, con el pelo volando al viento. Reían y de vez en cuando se miraban, anhelantes. Sirius te condujo por una colina, rodeada de peligrosas curvas que los adentraban más y más en el bosque.

—¿A dónde vamos? —gritaste, intentado hacerte oír por encima del ruido de los motores y las ráfagas de viento.   

—Sólo sígueme —contestó.

Después de unas cuantas subidas y bajadas más, llegaron a una pequeña vereda con un ondulante riachuelo a un costado, rodeada de pinos y abetos gigantescos. No podías dejar de mirar el paisaje, el asombro y admiración adornándote el rostro, con la misma expresión que Sirius al observarte en ese momento. El viento sopló y aspiraste de un trago el aroma del lugar. Dejándote llevar, cerraste los ojos y comenzaste a dar vueltas.

Sirius te miró confundido y negó con diversión.
—Te he perdido. Estás completamente loca.

—¡Es que esto es hermoso, Sirius! —exclamaste entusiasmada.

—Entonces deja de girar y ven a disfrutarlo —respondió, tomándote por los hombros.

Ambos rieron. Sirius se arrojó en una manta que extendió en el suelo y le imitaste. Con un movimiento rápido de varita, de su motocicleta extrajo una canastilla de picnic, de la que salieron un par de copas, una botella de wisky de fuego y un racimo de uvas acompañado de un cuenco con fresas.

Enarcaste una ceja.
—¿Y esto?

—Se me ocurrió que quizá podamos tener un día tranquilo antes de entrar de nuevo a clases, ya sabes —se encogió de hombros, fingiéndose desentendido.

—Está bien... —lo miraste servir el licor en las copas y cuando te tendió una, decidiste parar de dudar de la situación y dejar que todo fluyera.

Ambos se tumbaron allí, admirando el hermoso cielo despejado, arrullados por la corriente de agua y los pajarillos que volaban de un lado a otro entre los árboles. Volvieron a reír cientos de veces más, contándose miles de anécdotas y aventuras. Sirius supo que el momento había llegado cuando ambos no encontraron otra cosa para hacer más que mirarse.

—Tengo que decirte, amo tu nariz.

—¿Mi nariz?

—Sí, y también tus ojos. Son muy bonitos —dijo, estirando una mano para colocar un mechón de cabello tras tu oreja.

Se te escapó una risa.
—¿No crees que ya bebiste demasiado?

—No, no estoy ebrio, —se burló— solamente estoy haciéndote un cumplido. ¿Te he dicho que tienes una piel muy hermosa?

 ¿Te he dicho que tienes una piel muy hermosa?

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