Viajando En El Tiempo

Conociendo a Lorca V + S.D II

-Parece que los años no han pasado en balde para algunos- El poeta, ya sin lágrimas en las mejillas, sonreía interesado en el aspecto del que fue uno de sus más íntimos amigos
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- NO PUEDE SER VERDAD- Dalí retrocedió asustado.
-¿He muerto? ¿Vienes a por mí?- las lágrimas recorrían su rostro. Se acercó a Lorca y a un palmo de tocarle se echó hacia atrás-
-Siento todo. Siento no haber estado a tu lado cuando todo pasó. Yo. Yo no sabía que fuera tan grave. No sabía que te fueran a asesinar. - El poeta abrazó a su antiguo amigo, al que fuera su amor, durante algún tiempo. - No es tu culpa. Nada es tu culpa ¿me oyes? -Y lo mecía suavemente. El pintor parecía un niño asustado. Y en el fondo, puede que lo fuera.
Clara permaneció inmóvil. Al lado de ambos sin saber muy bien que hacer. Se sentía igual que cuando estuvo con Leonard. Por un lado, la sensación de sobrar y de culpa. Y por otra la de querer unirse al abrazo, a la charla...

Al fin. Clara se aclaró la garganta
- No. No hemos venido a por tí. Aún no es tu hora. - Salvador levantó la vista y, aún aferrado a los brazos de Lorca, se puso en pie.
-¿Entonces? - él también se puso en pié y le dio su bastón.
-Clara -dijo señalándola- me ha traído aquí. - Ambos hombres la miraron expectantes.
-Sé. Estoy al corriente. De todo lo que pasó entre vosotros. De las confusiones, de las peleas...de las películas -miró acusadoramente a Dalí. - Y sabía que solamente en el final del otoño de tu vida. Podrías apreciar la vuelta de un amigo. -

El pintor no dijo nada. Simplemente estrechó la mano de la chica y se secó las lágrimas con un pañuelo de seda de colores chillones.

-Te pinté. ¿Lo sabías? Cuando me enteré de que te habían asesinado.
-¿Si?
-Si. Muchas veces. Salvador Dalí te hizo inmortal. No. No. Esta vez yo no hice nada. Tú naciste siendo inmortal.

Clara sonreía ante la arrogancia del pintor. Y Lorca se sorprendía de los rasgos de su amigo. De su tono de piel, que ya no era aceitunado, de sus ojos cansados y de la prepotencia de su voz. Tal vez, más grave, que cuando era joven.

-Yo te quería. Y te quiero. Y eso me duele. ¿Sabes a quién más quiero en el mundo?
-No. No lo sé. -Pero sí lo sabía. Dalí dudo un momento.
-Si me hubiera preguntado esto ayer, hubiera dicho que a mí mismo- Y se quedó en silencio. Con la mirada fija en los botones de la camisa de Federico.

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En el jardín empezaba a hacer frío. Salvador se cubrió con la bata que llevaba y Lorca se quitó la chaqueta y se la puso en los hombros. Dejando el brazo sobre ellos.
Así entraron en la casa. La chimenea estaba encendida y el calor les reconfortó a todos.

La mirada de los dos viajeros recorrió toda la estancia. Era verdaderamente surrealista.

Colgado en la pared había un dibujo

Clara dejó intimidad a los artistas. Sabía que tenían que hablar de muchas cosas. También sabía que cuando Lorca regresara a su época, aún hablaría unas cuantas veces más con Salvador. Sin embargo, su relación empeoraría y finalmente llegaría la muerte para el poeta. Y eso sería algo que ni todo el ego de Dalí sería capaz de ocultar en su alma. Por eso era bueno. Quería que Lorca viera que no había sido olvidado. Que su muerte no había sido en vano. Y sobre todo. Quería que hiciera de medicina para el alma de las personas que le habían admirado, que le habían querido.

Regresó a la habitación, cuando empezó a escuchar un aria  particularmente conocida

Era Tristán e Isolda. De Richard Wagner.

Dalí estaba tumbado sobre las piernas de Lorca. Y este le acariciaba con cuidado el escaso cabello cano.

Clara le hizo un gesto con la cabeza. Tenían que irse. Era hora de regresarlo a su tiempo. Aunque le partiera el alma.

Dalí no se despertó cuando el poeta se levantó. Y tampoco lo hizo cuando esté besó sus labios delicadamente.

Clara y Lorca desaparecieron en un remolino de luz azul.

Dalí. Al despertar a la mañana siguiente, pensó que todo había sido un sueño.