Sus ojos grises, su voz, esa sonrisa socarrona... Me sentía flotando en una nube. No, era diferente. Era más bien estar dentro de una nube. Los párpados me pesaban tanto que abrir los ojos me resultaba una tarea hercúlea. Aspiré con fuerza y me asaltó el mismo olor que la noche anterior. Una mezcla a perfume de hombre, tabaco y menta. Bueno, ahora también percibía mi propio perfume y mi champú en aquella almohada últimamente tan familiar.
Era muy de noche, lo sabía porque las ajetreadas calles de Londres guardaban un extraño silencio. Tenía frío y me ardía el giratiempo, no podía dormir. Me levanté rozando con los pies descalzos el frío suelo de aquellas habitaciones. Casi me da un infarto al ver que no traía mi camisa puesta...ni tampoco los pantalones... sonreí como una estúpida al pensar en el enrojecido rostro del doctor Watson cuando debió de curarme las costillas y las rodillas...
Pensé en dar una vuelta por la casa y busqué en los cajones. Una camisa negra de botones dorados colgaba pulcramente de la puerta de un armario. Tenía exactamente el mismo olor que las sábanas.
Abrí la puerta y me preparé para la bofetada de frío que me llegaría desde el salón, sin embargo la chimenea estaba encendida. Rodee el sofá y lo vi
Sherlock Holmes, el detective más famosos y reconocido del mundo entero estaba ahí, con los ojos cerrados, envuelto en gruesas mantas. No quise molestarlo y me senté cerca del fuego, intentando calmar mi frío... Sentí el peso reconfortante de unas mantas caer sobre mis hombros. Holmes se sentó a mi lado, en el suelo, observando atentamente como me envolvía en aquella manta...que olía como la camisa, como las sábanas... ¡Mierda! Soy idiota. El 221b solo tenía dos dormitorios. Watson ocupaba uno, Holmes estaba durmiendo en el sofá..por lo que... HABÍA DORMIDO EN LA CAMA DE SHERLOCK HOLMES Y LLEVABA PUESTA SU PUTA CAMISA.
-Gra-ejem- Gracias por..todo- Holmes me miró con sus ojos brillantes- Debí de haberlo sabido antes- El qué?- Que venías del futuro- Era una deducción demasiado loca incluso para usted señor Holmes- Después de haber descartado todo, lo que quede, por imposible...-Por imposible que parezca debe de ser la verdad- Terminé de decir yo- Veo que me conoce incluso mejor que yo mismo señorita- No sabía que era su cama, yo ya estoy bien, puedo dormir en el sofá...o irme, creo que ya he vivido demasiadas cosas aquí- Me miró alarmado, como si lo que hubiese dicho fuera una herejía contra la ciencia y arte de la deducción- No te puedes ir, aún no estás bien. No me importa dormir en el sofá. Bueno, enrealidad no duermo mucho- Lo sé- Me miró con ese brillo tan especial que poseían sus ojos. Me hundí más en la manta y me acerqué más al fuego. La mano de Holmes rodeó mi cintura y me atrajo hacia sí. Me quedé quieta. Increíble y terriblemente quieta. Parpadear me parecía una acción demasiado agitada, seguro que si me movía él lo tomaría como un gesto de incomodidad.
Tiró de mí un poco más, lo suficiente como para que dejara mi cabeza sobre su hombro.- Usted, debe de saber que no soy muy aficionado a los sentimientos, que incluso no me doy cuenta de ellos ni los sé manejar...pero he visto que ha vuelto a llorar...yo... soy de total confianza, lo acogeré en mi mente, aquellos que quiera contarme. Le doy mi palabra de que no hablaré.
Lloré, de nuevo, como últimamente solo sabía hacer. Mi vida se estaba convirtiendo en una vorágine de sentimientos y lágrimas. Holmes me susurraba palabras tranquilizadoras. Su voz sonaba como hipnótica, era hechizante. Me mantuve en el trance de su voz y de su olor durante varios minutos. Hasta que por fin pude hablar.- No puedo volver a mi tiempo- Dije separándome de él- Lo he intentado, pero no puedo- Apartó la manta con cuidado de mis hombros mientras me miraba a los ojos, pidiéndome permiso para sostener el colgante. Sus dedos, elegantes y ágiles tocaron mi cuello, aunque, por el tiempo que los dejó allí, se puede decir que lo acarició. El colgante ardía tanto que lo tuvo que soltar nada más cogerlo- Está ardiendo- Gracias señor obviedad- Me devolvió la sonrisa sarcástica y se acercó más a mi.- Por qué no quieres volver?- Susurró contra mis labios- Porque allí no estás tú- Cerré el espacio que quedaba entre nosotros. Un beso dulce, lento. Era extraño, cada fibra de mi ser estaba tensa y a la vez relajada. Pasé mis manos por sus hombros, y me aferré a su cuello. Sus manos trazaron senderos de fuego en mi espalda y en mi cintura. Queríamos el mundo en un beso.
La puerta se abrió y Watson nos miró a ambos con una expresión indescifrable...
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Bueno, vosotros, mis queridos lectores, no sois conscientes de lo muchísimo que me está gustando escribir esta historia. Llevaba un par de años dándole vueltas a la idea de viajar en el tiempo y conocer a algunos personajes históricos o de ficción que me encantan/enamoran.
Sherlock Holmes es uno de ellos. En realidad fue mi primer gran amor literario, como os he explicado en capítulos anteriores. Sinceramente, y por si tenéis dudas o curiosidad, lo he basado en el Sherlock Holmes de los libros, es decir, en el del Canon Holmesiano. Quiero un riñón y parte del otro a Benedict Cumbertbach (perdonad si lo he escrito mal, pero internet me va lo justo) Pero como Sherlock Holmes solo veo a un actor y es Jeremy Brett. El caso, que para evitar conflictos conmigo misma he decidido basarme en los libros.
Un gran abrazo, y siento el tostón que os he escrito. Se despide:
Vic.G.G
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Viajando En El Tiempo
RastgeleClara, una chica de 17 años, amante de la literatura compra un giratiempo pensando que es sólo un objeto de colección normal, sin magia. Las cosas se complican cuando al darle vueltas consigue viajar de verdad en el tiempo. ¿Llegará a conocer a todo...