Conociendo a Lorca III y Leonard Cohen

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ANEXO ANTES DE EMPEZAR

Escribo este capítulo con los dedos temblando. Las lágrimas que se deslizan en mis mejillas. Suspiros que mueren antes de nacer. Este capítulo va a ser tan especial para mi, como lo son las dos personas que aparecerán en él. No estoy segura de como mis palabras guiaran mis manos a lo largo de este texto. Hace algún tiempo que no publico. Lo sé. Lo siento. Pero mi vida, desde hace algún tiempo, es puro caos. Ahora no estoy mucho mejor, pero dicen que las mejores canciones, los mejores poemas, las mejores obras han sido escritas en las épocas mas oscuras de su autor...  

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La mirada de Lorca fue como un golpe en mi pecho. En sus ojos se mezclaba la alegría e inocencia de un niño, con las sombras de un hombre atormentado. 

-Por lo que veo somos amigos- Su sonrisa fue lo más reconfortante que había sentido en mucho tiempo. Era algo que venía desde dentro. Estuve a punto de  lanzarme contra él y abrazarlo. Pero me contuve y me quedé en el sitio, mirando fijamente mis pies con la cara totalmente roja. Tenía que pensar algo que decirle. No podía decirle que había viajado desde el futuro solo para conocerle.

-Tenía que decir algo para que me dejaran verle- Bueno. No era una mentira.

-Pues aquí estoy. ¿Quiere sentarse?- Asentí y me senté en un sillón blanco que había al lado de un piano.

-¿Te importa si toco mientras hablamos?-

-Para nada - En verdad estaba a punto de saltar de felicidad.

- Pues si empieza diciendo su nombre

-....- ¿Debía decirle uno real o uno inventado? Bueno. Ya que estaba ahí...-  Clara

-Bonito nombre- Me volví a sonrojar al pensar en que a Lorca le gustaba mi nombre. Debía recordarme a mí misma que era gay

- ¿Lees poesía?- No me esperaba esa pregunta 

-Si. Sobre todo la suya- Volví a reirme de forma nerviosa. Se quedó mirándome unos segundos. Y justo cuando ya estaba por volverme a mi época muerta de vergüenza, empezó a tocar.

No había escuchado nunca esa pieza. Era conmovedora. Te mecía de un lado a otro de tu corazón. Tocaba con el ceño algo fruncido. Al terminar de tocar la pieza de mi di cuenta de ambos teníamos lágrimas en las mejillas. Él se las quitó con el dorso de la mano y a mí me ofreció un pañuelo azul cielo, en el que estaban bordadas sus iniciales. Nos quedamos sumergidos en un silencio cómodo, al menos para mí. Se quedó con las manos semisuspendidas en el piano, como si fuera a tocar otra vez pero no se decidiera. Finalmente las volvió a bajar y me cogió de las manos. Mirándome a los ojos. 

- ¿Quién eres?- De nuevo esa pregunta. Me sentía totalmente incómoda, y en cierta forma algo enfadada. ¿Era eso tan importante? Me solté lo más delicadamente que pude.

-Esa no es la pregunta correcta- Me puse de pie y me alejé un par de pasos.

-¿Y cuál sería?

- Hay varias. ¿De dónde vienes? ¿Por qué estás aquí? ¿Con cuántas heridas cargas?

Y no fui yo quien dio el primer paso. Lorca se puso de pie, avanzó hacia mí y me abrazó. Como si nos conociéramos desde siempre. Como si no fuéramos desconocidos. Como si él no fuera a morir dentro de unos años. Y yo lloré. Lloré por mí, por Sherlock y también por él. Porque era hermoso. Era como un diamante. Tan presionado que se había transformado en alguien de una belleza increíble. Y sin embargo iba a morir. Federico García Lorca moriría en 1936. Y yo no podía cambiar la historia. No podía impedir que muriese. Y  lloré porque me perdonase a mí misma por hacerle esto. Ruego por perdonarme. Necesitaba hacer algo por él.

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