Conociendo a Lorca IV y Salvador Dalí

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Los ojos de Cohen miraban sin ver. Clara sentía el corazón ardiendo en su interior. Las lágrimas surcaban los ojos del poeta. A su alrededor todo giraba.
Unos segundos después habían aparecido en otra parte de España.

Un estudio de pintura lleno de botes vacíos y pinceles rotos se extendían por doquier.
Los ojos empañados de Lorca chispearon. Él sabía perfectamente dónde se encontraban.

Dejaron el estudio atrás y se adentraron por un largo y ancho pasillo. Pronto la luz del sol les deslumbró.

Un jardín muy bien cuidado les rodeaba. Una figura, sentada en el césped, les daba la espalda. Tenía la cabeza echada hacia atrás. Y se podían apreciar las puntas del bigote de semejante extraña figura.

Clara miró cómplice a su compañero y este gritó:
-¡Disculpe!- La figura se levantó ayudándose de un bastón, pero no sé dio la vuelta.
-Márchese. Llamaré a los de seguridad-.
-¿No quieres saludar a Lorquita?- habló esta vez Clara. Giró bruscamente la cabeza.
Salvador Dalí miraba con la boca entreabierta a Lorca.
-Parece que los años no han pasado en balde para algunos- El poeta, ya sin lágrimas en las mejillas, sonreía interesado en el aspecto del que fue uno de sus más íntimos amigos.

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