Aquella noche pasé frío, pese a llevar jersey y camisa. En mitad de la noche, entre las brumas del sueño, distinguí el peso de una manta y una pequeña caricia en la mejilla, a partir de ese momento no pensé más en el frío.
________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Me desperté con la luz del medio día golpeándome en la cara. Me apetecía mucho pasear y conocer la ciudad, además, seguro que mantener a Poe alejado del alcohol no le hacía mal.
Me desconcertó un poco encontrar la manta en la cama, pero eso explicaba el haber conseguido dormirme. Me la puse sobre los hombros y me decidí a salir al pasillo.
-Buenos días- dije sonriendo al hombre despeinado que tenía delante.
- Veo que ha dormido bien- señaló la manta que me envolvía y esbozó una sonrisa
- Sí, no se debería de haber preocupado, de verdad.
- Por favor, si estaba tiritando de frío- oculté mi sonrojo con las manos.
Le di un sorbo a la taza que tenía delante y dije:
- ¿Le apetece dar un paseo?
- ¿Con este frío?-
- Bueno, tampoco se está tan mal si aprovechamos que hoy hace sol, seguro que no se va a derretir si le roza la luz- Y así nos preparamos para dar una vuelta.
________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Poe llevaba un traje algo desgastado y aparentaba más edad que los treinta y ocho años, que en verdad tenía. Antes de salir de casa había hecho un intento por apaciguar los mechones revueltos de su pelo, sin resultado alguno.
Tras alejarnos algo de la puerta me ofreció su brazo, que yo acepté, y fuimos camino del mercado.
No nos había hecho falta hablar, yo sabía que lo que él realmente necesitaba era una presencia firme, que lo guiara por el buen camino, al menos hasta que el Doctor se decidiera a venir a por mí.
Al llegar algunas personas se detenían a mirarle, eran pocas las que le saludaban, al principio pensaba que era por mí, aún con mis ropas de otro tiempo, pero por la mirada del hombre que tenía a mi lado, supe que era por Edgar. Me daba muchísima rabia que menospreciaran de esa forma a un genio como él, siempre con una mala suerte terrible, pero al fin y al cabo, era un ser brillante y extraordinario, otro más que terminaría muerto de forma trágica.
Le apreté suavemente el brazo y le sonreí, no quería que empezara a deprimirse otra vez.
- ¿Cuál es tu plato favorito?
- Nunca me he parado a pensarlo. ¿Por qué?
-Porque vamos a hacer la compra
- Lo siento... pero actualmente mi capacidad económica no es la mejor...
- No te preocupes, llevo algo encima... además, sé arreglármelas- Dicho eso me acerqué a un hombre muy bien vestido, uno de los que había estado cuchicheando sobre Edgar y le pregunté la hora, en el momento en el que sacó el reloj, y aprovechando la cantidad de gente que había en la calle, fingí que me habían dado un empujón, dicho y hecho. Ya tenía en mi poder una pequeña cartera de cuero nueva. Me despedí y le di las gracias al amable caballero que subvencionaría nuestra comida de la semana.
Poe casi se desmalla al ver tanto dinero y tanta comida juntos. Volvimos tan cargados que la bolsas y cesta que llevábamos eran casi insuficientes.
Al llegar a casa procuré tener encima de la mesa una jarra de agua, en vez del vino, sobre el que el escritor no dejaba de clavar la mirada.
Mientras comíamos me di cuenta de que su atención había pasado del vino a mí.
- ¿Pasa algo? - Sus oscurísimos ojos brillaban y estaba esbozando una leve sonrisa.
- Es que hace mucho que no como tan bien
No quise responderle, no quise, porque no debería de acostumbrarle a esto, a estar bien. Era darle esperanzas para nada. Así que simplemente seguí comiendo un poco más, hasta que los remordimientos volvían a mí, y tuve que dejar de hacerlo para no vomitar.
Cuando estaba dejando los platos en la encimera, un roce en el hombro me hizo girarme.
Poe me cogió de las manos, en una tímida caricia, tenía la mirada baja. Me enterneció verle así, tan alto pero a la vez tan pequeño, le solté las manos. Me miró extrañado, como atravesado por una daga. Pensando que estaba molesta por algo tan nimio como eso.
Rodeé con mis brazos su cintura y apoyé mi cabeza en su pecho, sus brazos cayeron a ambos lados, no sabiendo bien qué hacer.
- ¿P-puedo?- Afirmé ligeramente, aún sintiendo los latidos acelerados de su corazón contra mi mejilla. Rodeó mis hombros con cuidado, como si todo fuera a estropearse en cualquier momento.
Sentí el impulso de besarle, pero ni él ni yo estábamos aún preparados para algo así.
ESTÁS LEYENDO
Viajando En El Tiempo
De TodoClara, una chica de 17 años, amante de la literatura compra un giratiempo pensando que es sólo un objeto de colección normal, sin magia. Las cosas se complican cuando al darle vueltas consigue viajar de verdad en el tiempo. ¿Llegará a conocer a todo...