Edgar Allan Poe V

46 8 1
                                    

- ¿P-puedo?- Afirmé ligeramente, aún sintiendo los latidos acelerados de su corazón contra mi mejilla. Rodeó mis hombros con cuidado, como si todo fuera a estropearse en cualquier momento.

Sentí el impulso de besarle, pero ni él ni yo estábamos aún preparados para algo así.

________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

A partir de ese abrazo nuestra rutina y conversaciones se empezaron a volver más íntimos. No rozaban lo obsceno o lo desagradable, era simplemente más cercanos. Yo, a él le conocía desde siempre, su historia entera, el contenido de las cartas que mandaba y recibía. 

Para mí, confiar en el él, era como respirar. 

Sinembargo, precisamente porque lo conocía demasiado bien, era por lo que me sorprendía que me hubiera tolerado desde el principio.

Una noche en la que quedarme en la cama me era imposible, decidí acercarme, solo por curiosidad, a donde él dormía. Entre abrí la puerta, y allí estaba, con los ojos cerrados, respirando pausadamente. Me quedé mirándole el perfil, dibujando el contorno de sus rasgos, no quería pasarme de curiosa y fui a cerrar la puerta y volver a mi cuarto, cuando una voz ronca hizo que me congelara en el pasillo:

- Puedes pasar, si quieres - Me había tuteado, y me había dicho de entrar. Bueno, que se pare aquí la vida que yo me bajo.

Me obligué a entrar de nuevo, intentando que no se me notara la impaciencia. 

Por un momento dudé de que hacer, no había ni una triste silla en la que sentarme, a excepción de la cama. Edgar, notando mi confusión, se sentó contra el respaldo de la cama y me invitó con un gesto a sentarme en el lado contrario, justo enfrente de él. Me alivió saber que no era igual que Holmes.

Allí sentada, me atreví a contarle mi historia, de dónde venía, quién  era él. Todo esto era rutina, lo había hecho varias veces... pero él, en vez de preguntarme algo más sobre su futuro, dijo:

- ¿cómo estás?- Su voz ronca me consolaba un poco.

- Bien no estoy- No iba a llorar, había llorado demasiado en estos viajes, y él necesitaba a alguien fuerte, y yo necesitaba ser fuerte.

Miró con cautela mis manos y me tendió la suya. Tiró de mí y nos envolvimos en un abrazo que los dos sabíamos que era necesario, para los dos. Porque teníamos que curar nuestras heridas, que nuestras almas dejaran de ser un campo de batalla, en el que los restos de otros no paran de aflorar, dispuestos a perseguirnos siempre. 

Aquella noche dormimos abrazados, construimos un refugio.

Aquellos días fueron una pausa en mis problemas.

Para explicaros la situación: Alguien me había estado buscando, aún cuando estaba en el 221B, el cliente de Holmes. Y yo me había dedicado a dejar huellas en el tiempo, unas marcas reconocibles, como un sello. Y sobre todo si ese alguien era Missy, siempre tras el Doctor. Faltaba muy poco para que mi aventura se volviera a reanudar.


Viajando En El TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora