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Se abrió la puerta y entró Mike, agarrándose todavía la mano herida. Estaba


pálido y parecía asustado.


-Dicen que no hay enfermería -me explicó.


Entonces vio a Larry, encaramado en su litera.


-Larry, mira mi mano -dijo. Levantó la mano para que el monitor pudiera


verla. Estaba manchada de sangre.


Larry bajó de la litera.


-Creo que tengo algunas vendas -murmuró.


Sacó de debajo de su litera una caja negra y alargada y empezó a rebuscar en ella.


Mike permanecía en pie a su lado, sosteniéndose la mano, de la que caían gotas de sangre


que se estrellaban contra el suelo de la cabaña.


-Dicen que no hay enfermería en el campamento -repitió.


Larry sacudió la cabeza.


-Si te haces daño en este campamento -dijo a Mike con expresión grave-,


tienes que apañártelas tú solo.


-Creo que se me está hinchando un poco la mano -indicó Mike.


Larry le entregó un rollo de vendas.


-El lavabo está al final de esta fila de cabañas -explicó a Mike, cerrando la caja


y metiéndola de nuevo bajo la cama-. Ve a lavarte la mano y véndatela. Date prisa. Es


casi la hora de la cena.


Mike cogió el rollo de vendas con la mano sana y se apresuró a salir para seguir


las instrucciones de Larry.


-A propósito, ¿cómo habéis sacado las serpientes de aquí? -preguntó Larry,


paseando la vista por la cabaña.


-Las llevamos envueltas en la sábana de Mike -respondió Jay. Me señaló con


el dedo-. Fue idea de Billy.


Larry me miró fijamente.


-Me asombras, Billy -dijo-. Ha sido una acción muy valiente.


-Quizás es que he heredado algo de mis padres -respondí-. Son científicos.


Exploradores más bien. Se pasan meses enteros explorando los lugares más salvajes.


-Bueno, el Campamento Pesadilla es bastante salvaje -observó Larry-. Y más


vale que tengáis cuidado, os lo advierto. -Su expresión se tornó seria-. Aquí no hay


enfermería ni enfermeros. Tío Al no es partidario de derrochar delicadezas con vosotros.


Las salchichas de los bocadillos estaban completamente quemadas, pero


estábamos tan hambrientos que no nos importó. Yo engullí tres bocadillos en menos de


cinco minutos. Creo que en mi vida he tenido tanta hambre.


La fogata estaba en un claro rodeado por un círculo de piedras blancas y


redondas. Detrás de nosotros se alzaba sobre la colina el edificio de madera blanca.


Delante, una tupida hilera de árboles formaba una valla que ocultaba el río a nuestra

Pánico En El CampamentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora